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Casi todos seremos resucitados

Cuando mi madre murió maldije mi inteligencia que me impedía creer en ninguno de esos relatos religiosos que me hubieran podido dar la esperanza de volver a verla, así que decidí crear el mio. Un relato escrito desde una mente atea y científica que me diera una posibilidad de poder volver a verla, de poder volver abrazarla. Cuando me puse a ello me di cuenta de que esa posibilidad no era tan pequeña y que probablemente todos seremos resucitados… o casi todos.

Cuando María llegó al mundo yo tenía cincuenta y tres años. En su momento tuve remordimientos: tener una hija siendo tan mayor, con una esperanza de vida de apenas ochenta años… No sé, me parecía que la estaba condenando a perder a su padre demasiado joven, pero cuando cumplió los cuarenta yo todavía estaba ahí. Tenía noventa y tres años y en la fiesta estaban también mis tres nietos, Jorge con catorce, Andrea con doce y David con diez. Hoy a los pies de mi cama están todos, incluyendo Lidia, la hija de David, una mujercita preciosa de dieciséis años. Raúl, el hijo de Jorge, no ha podido estar aquí, pero aunque hubiera llegado a tiempo tampoco sería una familia muy grande para alguien que ha vivido ciento veinticuatro años.

Sé que afuera una multitud espera mi muerte con lágrimas en los ojos. La verdad es que me hace ilusión. Después de veinte años sin escribir un solo libro pensé que se habrían olvidado de mí. Aunque de cierta manera es lógico, no deja de ser extraño que alguien famoso se convierta en el hombre más viejo del que se tiene constancia. Pero bueno, al final por mucho que intentes alargarlo, la muerte siempre gana.

En mi cara se dibuja una mueca de dolor y, como si de una señal se tratara, la enfermera que observa todo desde la puerta se pone en marcha. Se acerca a mí con una bandeja. En ella solo hay una jeringuilla. María empieza un gesto para detenerla, pero con una esforzada sonrisa la detengo. Lidia da un paso apartando a su padre y se sienta a un costado de la cama para agarrar mi mano entre sollozos. Andrea, su madre, se mete el puño en la boca y sale de la habitación apresuradamente.

Sonrío en mi mente, ya no tengo fuerzas para hacerlo con mi rostro. Ella siempre fue vulnerable a las emociones demasiado fuertes. Los chicos aguantan el tipo, pero sus ojos húmedos y sus puños apretados los delatan. La enfermera inyecta algo en el vial con los ojos llorosos. Es una chica muy cariñosa y con un sentido del humor muy particular. Lo sé porque lleva tres meses cuidándome en el turno de la mañana y nos hemos cogido cariño. Me ha dicho que los otros están en el pasillo y sí, hace un rato me ha parecido ver al grandullón de Jasón asomándose por el marco de la puerta.

El líquido ya debe estar entrando en mi torrente sanguíneo. Debo elegir con cuidado mis últimos pensamientos porque ya no habrá más. Sin duda se los dedico a todos los que he amado. Recuerdo a mi abuela llorando preocupada cuando, con catorce años, llegaba a las tantas a casa. Recuerdo a mi madre exultante de felicidad mientras me sostenía en brazos cuando era pequeño. Por mi edad, seguro que es un recuerdo extraído de alguna fotografía más que de la vida real, pero me da igual, para mí es absolutamente verdadero. Mis amigos, mis amores, cada uno con su momento, cada uno con esa arcada de llanto que logras dominar... van pasando uno a uno por mis últimos instantes. Todos están muertos. Es lo que tiene ser el hombre más viejo del mundo.

Ya no puedo mantener mis párpados levantados. Es una sensación agradable de somnolencia. Mi conciencia se diluye y se funde poco a poco en la nada. Esa nada de la que surgió hace ciento veinticuatro años... cierro los ojos, esta vez para siempre. Apagada la vista, un coro de llantos que se atenúa lentamente me despide. Hasta el silencio absoluto. Hasta la oscuridad absoluta. Hasta el vacío de sentidos. No hay tacto. No hay peso, ni sabor ni aire circulando por mis bronquios... pero yo sigo aquí. Solo he tenido la sensación de desvanecerme por un microsegundo. Pero sigo aquí, estoy seguro.

Y, como si llevara mucho tiempo bajo el agua, siento ansia por respirar. Siento mi boca abrirse y el aire entrar por mis pulmones con una fuerza arrolladora. Siento mi pecho hincharse como hacía años no lo sentía. Siento que puedo abrir los ojos, pero no me atrevo. Antes examino todo mi cuerpo. Sé en qué posición están mis brazos y piernas. Sé dónde está arriba y abajo. Noto que estoy recostado y que el colchón donde estoy tumbado es más duro que antes, y que ninguna sábana... ni ropa cubre mi cuerpo. Finalmente me atrevo a abrir los ojos.

Aunque no es exactamente igual, reconozco la bahía que me ha visto crecer. Estoy en Masnou, en un espacio que da a la playa. Debe estar atardeciendo, y el mar está tranquilo. Miro mi mano, un manojo de huesos enfundados en una piel de papiro viejo, arrugado y lleno de manchas que cuelga de un bracito con apenas algo de carne.

—Hola —dice alguien a mi izquierda—. ¿Eres Vicens Jordana?

—Sí —articulo sin dificultad. Hacía una semana que no era capaz de decir nada y antes de eso me cuesta recordar cuándo fue la última vez que hablé sin tener que esforzarme.

La mujer que me ha saludado salta de la silla como un fanático del fútbol ante un gol en el último minuto. Alguien viene por detrás y la abraza llorando. Los dos saltan y yo no entiendo nada.

—Lo hemos conseguido, lo hemos conseguido —repiten y repiten en una lengua que no entiendo mientras lloran y saltan.

En ese momento yo estaba muy desorientado. Pero lo habría estado aun más si hubiera visto las imágenes que he visto ahora. Billones de personas de todas las razas se agolparon en las plazas de todos los planetas habitados de la galaxia para asistir a ese momento. Algunos me miraban en un pequeño holograma que se fraguaba ante sus ojos, otros preferían renunciar a esa calidad en pro de la colectividad para prestar atención a las diferentes versiones de mí que se proyectaban sobre las plazas. Pero cuando ese viejo de las imágenes respondió que sí ante la pregunta: “¿Eres Vicens Jordana?”, todos explotaron en júbilo. Se abrazaron saltando y llorando. Destaparon botellas de los licores más diversos y se dispusieron a celebrar toda la noche el que, de forma unánime, se había declarado el logro más importante de la humanidad desde que unos monos en un rincón de África empezaron a contarse historias. La humanidad, por fin, había derrotado a la muerte.

Pero en ese momento yo no sabía nada de eso y solo miraba anonadado a mi alrededor. Estaba en el salón de casa de mis padres, pero todavía decorado como cuando ellos estaban vivos. Mi cuerpo se recostaba en una cómoda butaca que miraba hacia los gigantescos ventanales. Aunque la bahía con Barcelona al fondo era inconfundible, también era muy diferente a como era hace apenas unos meses, antes de que me ingresaran en el hospital. La vía del tren y la carretera habían desaparecido. Tampoco veía el puerto, y el skyline de Barcelona era muy diferente.

A mi derecha los dos desconocidos seguían celebrando lo que fuera que estuvieran celebrando. Ella se puso a hablar mirando a un punto determinado del espacio en un idioma que no entendía. Yo no comprendía nada, debería estar muerto, pero estaba claro que no lo estaba. Tampoco podía deducir que en mi momento final hubieran encontrado la manera de alargarme la vida, aunque se parecía mucho, ese no era mi mundo. No solo era la línea costera o el skyline lo que había cambiado, no había barcos ni gente en la playa y unas aves enormes surcaban los cielos en bandadas. ¡Joder! Es que eran pterosaurios. ¿Será que al final sí existe el cielo y resulta ser un lugar mucho más surrealista de lo que jamás ningún gurú pudo imaginar?

Me giré hacia el hombre y pregunté:

—¿Dónde estoy? ¿Estoy vivo?

—Estás en la Tierra; y sí, estás vivo —me puso una mano sobre el antebrazo con cariño y prosiguió—. No te apresures queriendo entender, con cuidado te lo iremos explicando todo, si eres el Vicens que hemos conocido no te costará comprenderlo y aceptarlo.

Levanté mi brazo esquelético y lo moví por delante de mi rostro. Me sentía cansado, pero no sentí ni una pizca de dolor. Mi capacidad para hablar sin esfuerzo y moverme sin que me doliera ya era de por sí extraña y, pese a lo irreal que parecía todo, era indudable que yo pensaba, yo hablaba y me movía. ¡Yo existía! Así que decidí darle una oportunidad a ese misterio.

—¿Y no me puedes dar una pista? Prometo no desmayarme ni ponerme a gritar.

El hombre soltó una pequeña carcajadita y dijo:

—Indudablemente eres tú. A ver, ¿cómo lo resumo? Llevas muerto más de diez mil años y has sido resucitado con éxito. Eres el primero, detrás de ti vendrán todos los demás. Al menos quienes lo merezcan.

—¿Como en mi libro?

—No exactamente, pero casi. Tú popularizaste el concepto. Esa fue una época muy peligrosa, sobre todo los doscientos años siguientes a tu muerte. La humanidad estuvo al borde de desaparecer y son muchos los que creen que, si no hubiera sido por la esperanza que le diste a la gente, nunca se hubiera superado esa etapa.

—Pero yo solo escribí un pequeño relato de ciencia ficción...

El hombre rio.

—Ja, ja, la historia se ha movido siempre a caballo de relatos que alguien escribió.

Han pasado dos años desde ese día y ya entiendo bastante bien todo lo sucedido. Estoy un poco nervioso, en un rato van a resucitar a mi madre. Ella murió mientras dormía así que va a ser un poco chocante despertarse en este mundo. En ese momento yo tenía cincuenta años, así que creo que de entrada no le diré que el viejo que la acompaña es su hijo. Pero como queda un poco de tiempo voy a aprovechar para contaros un poco todo lo que he averiguado hasta ahora.

Estamos en el año 12 348 después de Cristo; y sí, pese a que ahora sabemos con seguridad que ese Cristo del que nos hablaron nunca existió, seguimos contando los años igual por pura tradición. En los últimos dos años se han resucitado en la Tierra a veintidós personas. No son muchas, el sistema todavía se está puliendo, pero el plan es resucitarlas a todas, bueno, a casi todas. Hay gente en la historia a la que nadie quiere resucitada. Pero mejor empiezo por el principio.

Julio de 2021. Ya en los suburbios de la pandemia de covid-19 que asoló el mundo por esa época. Una llamada de madrugada, una carrera al hospital, nervios, miedo y, al final, muerte. Nada por lo que no hayan pasado millones antes que yo, pero no por eso menos duro. Mi madre se había ido y yo maldecía mi inteligencia que me impedía creer en ninguno de esos relatos absurdos llenos de incongruencias y agujeros de guion a los que llaman religiones y que dan esperanza a la gente en una vida después de la muerte.

Pese a haberme criado en colegios de curas siempre fui ateo. Me siento cómodo navegando en un mar de dudas y normalmente no tengo la necesidad de una instancia superior a la que implorar ayuda en momentos duros. La existencia de dios siempre me pareció irrelevante, si hubiera un dios creador Mínimamente justo ahí arriba nunca podría juzgarme por ser de la manera en la que me ha creado. Pero la muerte siempre fue una espinita clavada en mi corazón.

Me encanta la vida y aun siendo el hombre más viejo de mi tiempo seguía pareciéndome extremadamente corta. El dolor que me producía la muerte de la gente querida era muy grande. Mientras caminaba arriba y abajo de la habitación donde mi madre lentamente se apagaba, pensaba que debía haber un relato coherente que me diera la esperanza de volverla a ver.

Pensé en que lo mismo que sentía yo ese momento lo debía sentir cada ser humano con un mínimo de corazón, al menos unas cuantas veces a lo largo de su vida. La muerte al fin y al cabo siempre fue el gran enemigo a batir. Esa guerra en la que superamos batalla tras batalla y victoria tras victoria al final perdemos. Todos. Siempre.

Necesitaba un relato diferente, algo que me pudiera creer y que me diera una esperanza en la vida eterna. Tenía que construir una historia creíble que me abriera la posibilidad de volver a ver a mi madre y a todas esas personas que he amado y se han ido, o se irán. La esperanza de ser eterno, de vivir hasta cansarme.

Debía ser creíble y, para ser creíble, debía ser posible. Y entonces me di cuenta de que todo estaba ahí. Al contrario de las gentes de otras épocas que nacieron y murieron en un mundo muy parecido, a mí y a mis contemporáneos nos pasó lo contrario. A mis cincuenta años, edad en la que escribí el libro, ya el mundo no se parecía en nada al de mi infancia. Eso me daba una sensación de vivir en un mundo en progreso constante que, al igual que en el mundo de la Reina Roja de Alicia en el país de las maravillas, tenías que correr para quedarte en el mismo sitio.

Éramos una civilización con ínfulas de hiperevolucionada. Mirábamos orgullosos a esos hombres y mujeres de hace apenas un par de siglos y nos sentíamos la hostia solo porque podíamos surcar los cielos en un avión o conectarnos a un streaming japonés a través de nuestro portátil. Estábamos tan orgullosos que no nos dábamos cuenta de que en términos de civilización éramos en realidad un niño de dos años que se siente muy mayor al mirar a esos bebés de meses que apenas gatean.

Nuestra civilización estaba en pañales. Pese a que los humanos llevaban más de cincuenta mil años sobre la Tierra, la era de la ciencia apenas contaba con cinco siglos de vida. Esa era científica había hecho que en menos de quinientos años pasáramos de ver las lunas de Júpiter a través de un telescopio a posar sondas en ellas. Si habíamos recorrido todo ese camino en tan poco tiempo, ¿cómo sería el mundo dentro de medio milenio más? ¿Y en mil años más? ¿Y en diez mil años más?

Si cogiéramos una línea recta que partiera del renacimiento, pasara por el aterrizaje de las primeras sondas en marte y la proyectáramos hacia el futuro, el progreso sería brutal, pero la experiencia hasta ahora nos ha demostrado que el crecimiento suele ser exponencial. En ese momento tenía claro que si no nos aniquilábamos a nosotros mismos, los humanos llegaríamos a conquistar todo el conocimiento conquistable. En algún momento llegaríamos a la omnisciencia.

En ese camino hacia la omnisciencia habría algunos hitos por los que pasaríamos irremediablemente, siempre y cuando, repito, no nos autoextinguiéramos. Todo el avance de la humanidad sucede principalmente en dos campos: comunicación y, sobretodo, salud. Lo demás es decoración. A quien crea lo contrario le bastará con un buen dolor de muelas para que cambie de opinión.

Ya cuando era joven se hablaba de que la ciencia estaba a punto de parar el envejecimiento y convertirnos en seres amortales, es decir, que no moriríamos de forma natural. Pero cuando morí con 124 años esa utopía parecía tan lejana como la primera vez que oí hablar de ella a finales del siglo XX. La cosa no iría tan deprisa como me hubiera gustado, pero era indudable que ese hito iba a superarse en los próximos quinientos años.

Pese a ser amortales, de vez en cuando moriría alguien. En un mundo amortal la muerte se viviría como la más grande de las tragedias. El siguiente gran hito, por tanto, sería resucitar a los muertos. Obviamente esto sería mucho más difícil de conseguir. No sería una cuestión de siglos, sino de milenios. Si no nos autoextinguiéramos o nos extinguiera otra raza que evolucionara antes que nosotros, ese hito, por cojones, tendría que llegar.

Unos años antes, para Historias de Lantana escribí sobre una religión llamada homodeuxismo. Sus feligreses creían que los humanos crecerían y se extenderían por el universo formando una red de comunicación e inteligencia tan vasta que un día cobraría consciencia de sí misma. Esa inteligencia se daría cuenta de que el universo en el que existía no era posible sin la intervención de una voluntad, viajaría en el tiempo hasta el principio del universo y haría lo necesario para que exista un universo donde la humanidad nazca, se expanda y culmine dándose a luz a sí misma.

Con todo esto me senté a escribir un relato en el que, conmigo como protagonista, exploraba un futuro en el que todos los humanos eran resucitados. Hay que decir que en su momento no tuvo mucho éxito. Tampoco acerté demasiado en el transcurso de las cosas ni en la forma. En mi disculpa reivindico que los escritores de ciencia ficción no somos futurólogos. Nuestra misión no es predecir el futuro, y cuando lo hacemos es pura casualidad. Nosotros exploramos las posibilidades científicas y tecnológicas, no solo en el futuro sino en el pasado o en otras distopías. No elegimos una u otra porque nos parezca más probable. Nuestro objetivo es explorar el alma humana en otras realidades que estén dentro de lo científicamente posible y, sobre todo, escribir una buena historia. Y sí, haciendo esto a veces aciertas cositas.

En mi caso acerté en que, una vez que la humanidad superara la vejez y la muerte, la resurrección se convertiría en el gran objetivo. En todo lo demás fallé. Ni se me hubiera pasado por la cabeza que Yang Lu, cincuenta años después de mi muerte, con una túnica amarillo pálido se sentaría en una granja a las afueras de Yzaj en Uzbekistán, encendería su streaming y, con mi pequeño libro en una mano, formularía su famosa pregunta: ¿A quién resucitaremos primero y a quién no? He aquí lo que hemos de decidir.

Esa primera emisión fue seguida por veintidós personas, pero años más tarde muy poca gente en el mundo no la había visto. Yang Lu creía que no debíamos dejar que esa decisión fuera tomada en el futuro con criterios del futuro, sino que debía ser tomada con criterios actuales. Según su creencia los preceptos morales de una época eran el resultado de toda una línea de tiempo y que, así como nosotros juzgamos el mundo influidos por nuestros pasados religiosos que no habían entrado en contradicción con la actualidad, el futuro lo haría basado en los preceptos que nosotros decidiéramos. Si elaborábamos hoy unos criterios de selección que se ajustaran al mundo por venir, serían respetados por nuestros descendientes.

Yang Lu usaba muchas frases de mi libro y adoptaba totalmente mi tesis de que la futura resurrección era un hecho inevitable siempre y cuando la humanidad siguiera existiendo y evolucionando. La verdad es que, pese a que en su momento me tomé muy en serio esta hipótesis, luego prácticamente me olvidé de ella y solo la recuperé durante un tiempo cada vez que se moría alguien cercano. Con la edad fui dándole menos importancia, hasta tal punto que cuando yo mismo me apagué ni siquiera pensé en ello.

Pero para Lu no fue una simple hipótesis. Ella no creía que la humanidad fuera una hoja bajando por un torrente un día de lluvia. Decía que nosotros éramos los dueños de nuestro destino y que el futuro se desarrollaría en función de las acciones que tomáramos en nuestro tiempo. No valía sentarse a esperar una futura resurrección. Que esta fuera posible o no, aunque fuera dentro de miles de años, iba a depender de lo que hiciéramos hoy.

Y cuando la resurrección llegara, quienes habían hecho más para hacerla posible serían los primeros en resucitar. Por contra, quienes hubieran ido contra el progreso, las malas personas o los que hubieran atentado contra la naturaleza que nos sostiene nunca lo harían.

El problema es que esta premisa, en principio simple, se llenaba de conflictos, paradojas y complicaciones cuando se la desarrollaba en profundidad. Por otro lado, Lu tenía claro que la lucha por esa futura resurrección resultaría infructuosa si no se contaba con una comunidad fuerte y cohesionada. Una de las cosas que decía en mi libro era que, contrariamente al pensamiento ateísta general, el problema del mundo moderno no eran las religiones. Las religiones han estado presentes en todas las culturas de la Tierra desde que surgió el pensamiento abstracto. Son una necesidad humana y nunca desaparecerán, el problema no es propiamente que exista la religión, el problema viene de que en pleno siglo XXI seguíamos funcionando con religiones de la Edad Media. Necesitábamos una religión moderna que encajara en un mundo donde los milagros y las respuestas vienen de la ciencia, del esfuerzo de investigadores y científicos. Donde la verdad es una dirección y no un lugar.

En mi relato este punto solo aparece en una reflexión del personaje principal, pero Lu lo hace suyo y basa en ese párrafo la mayoría de su esfuerzo. Ella se da cuenta de que si no logra una comunidad cohesionada que convierta la idea de resurrección en su corpus, todos sus esfuerzos se acabarán desvaneciendo de la misma manera que, pese a haber sido el instigador, la idea se desvaneció en mí con el tiempo al no tener una comunidad que la respaldara. Para ser claros, la intención de Lu era crear una religión moderna que cumpliera con todas las necesidades de una religión, pero sin chocar con el conocimiento y la filosofía de su tiempo.

En esa primera emisión, en la que se planteó lo que luego se conocería como la gran cuestión, toda la puesta en escena estuvo muy pensada. Unos meses más tarde ya eran doce personas las que se juntaban en el exterior de la granja con sus túnicas amarillas. Se sentaron en círculo y recitaron por primera vez las sesenta y dos falacias lógicas y los veintidós sesgos que debían ser evitados. Cuando los escuchabas era como una oración en la que no se rendía pleitesía a nadie, sino que se identificaban los obstáculos que debían salvarse para avanzar hacia el futuro. Esas doce personas fueron conocidas como los primeros debatientes.

Al cabo de un tiempo, otras comunidades debatientes fueron surgiendo por el mundo hasta que después de unos años se publicó el catecismo de la vida eterna. En él se concretaban todos los rituales, preceptos, creencias y dogmas que debían marcar la vida de los creyentes en pos de la futura resurrección. Muchos lo criticaron, pero desde el tiempo en que ahora me encuentro se ve ese catecismo como la razón por la que la humanidad sobrevivió a su adolescencia tecnológica. Los dogmas para la conservación del medio ambiente y la naturaleza, los preceptos de resurrección, no los recuerdo todos, pero a grandes rasgos se basaban en ser una buena persona, cuidar del medioambiente y trabajar para el progreso de la humanidad.

A finales del siglo XXII, el que ya era conocido como lumanismo, con sus diferentes versiones y escisiones, fue la primera religión en el mundo. En ese momento ya había colonias en la Luna, en Marte, en la órbita de Venus y se estaba construyendo una en Titán, Júpiter, pero la población exterior apenas llegaba a las 20 000 personas y era totalmente dependiente de la Tierra. Uno de los preceptos del lumanismo era: “Cuida de tu hogar y de tu gente”. En ese momento en el planeta había dos mundos. En mi tiempo también era así. Estaban los del mundo rico y los del mundo pobre. El clima era muy cambiante y extremo, cosa que —traducida al mundo pobre— significaba desertización, hambre y desgracia. Regenerar espacios naturales o mejorar la vida de ese mundo pobre para que dejara de ser pobre eran, según el lumanismo, las formas más eficaces de avanzar puestos en el orden de resurrección. Ya no valía solo con la bondad cercana, tus decisiones en lo social ahora eran tan importantes como en lo personal.

Las personas realmente creyeron que alguien desde un futuro observaría sus acciones y decidiría si resucitarlos o no en función de su comportamiento. La humanidad se volcó como nunca antes hacia la recuperación del medio ambiente para asegurar condiciones de vida dignas para todos. La mejora de las condiciones de vida de la gente ya no era una cuestión altruista ni de justicia, era una cuestión de progreso. Cuanta más gente obtuviera una vida digna, más gente tendría acceso a estudios y más rápido evolucionaría la sociedad o, dicho de otra manera, llegaría antes a la resurrección.

En esa idea de progreso del lumanismo la expansión por el universo era fundamental. Así que también se invirtió mucho esfuerzo en colonizar todo lo colonizable en el Sistema Solar. Poco a poco, como Lu predijo, los preceptos del catecismo de la vida eterna fueron permeando a la humanidad e integrándose en la moral pública más allá de la religión. Y hay que decirlo, por lo poco que he podido conocer de este mundo en los dos años que llevo resucitado, todavía siguen aquí y realmente están decidiendo el orden de resurrección.

Doscientos años después de la muerte de Yang Lu, fue el primer año en la historia en que no murió nadie por muerte natural, es decir, ni de vejez ni de enfermedad. Esa estadística se repitió los años siguientes solo perturbada por el aumento de la tasa de suicidios. A partir de ese momento la sociedad se volvió muy conservadora en lo que respecta a la seguridad. Cada muerte significaba un titular en un periódico. Ahí se dio la paradoja de que, pese a que la creencia en la resurrección se volvió hegemónica, el miedo a la muerte aumentó tanto que supuso una deceleración de la exploración espacial. Se impusieron leyes muy restrictivas que prohibían cualquier actividad peligrosa. A ese siglo se lo llama ahora la Edad de Barro. El progreso se frenó y, a pesar de su persecución, el suicidio se convirtió en la principal causa de muerte, muy por encima de los accidentes.

Afortunadamente, a partir de ahí se estableció el derecho a la propia vida y la libertad individual se convirtió en el derecho más fundamental, dejando la seguridad en segundo plano. Después de vivir doscientos años, una vida sin riesgos se hacía insoportable. Desde ese momento la exploración espacial se reanudó con mucha más intensidad que antes.

Por otro lado llegaron las impresoras de materia. Fue una evolución de las impresoras 3D. Ya no se construía —como antes— con una serie de materiales que servían de base, sino que se podía modificar la estructura molecular de un material para convertirlo en otro, y a partir de ahí se imprimía.

Al principio eran muy rudimentarias, y la cantidad de materiales que podían transformar y su precisión dejaban mucho que desear, pero un par de siglos más tarde ya podían reproducir moléculas complejas indiferenciables del material biológico. Para el cuarto milenio ya se había conseguido reproducir un pollo a la perfección. Sin embargo, aunque nada diferenciaba ese pollo impreso de su original, la copia nacía muerta y cuando la resucitaban el pollo era una carcasa vacía sin instintos que se dejaba morir por pura desidia. Cada célula, cada molécula de su organismo estaba haciendo algo antes de ser copiada, tenía un vector de movimiento. Pero la copia, pese a contener exactamente la misma materia en la misma posición, no tenía esos vectores de movimiento. Para explicarme, podíamos copiar el hardware pero no el software. El nuevo ser vivo era físicamente igual que el otro, pero sin el sistema operativo instalado.

Este problema tardó todavía un milenio en solucionarse. Las nuevas impresoras podían copiar no solo la materia hasta niveles cuánticos sino también sus vectores de movimiento. Esta vez el pollo estaba vivo y se comportaba exactamente igual que el original. No tardaron en clonarse humanos. Aunque no era habitual, muchas personas se dividieron. El nuevo clon era tan indiferenciable de uno mismo que no se podía considerar ni un original ni una copia. Ambos obtenían estatus de ciudadanos por igual, por eso se consideraba una división. Sin embargo, a la mayoría de la gente no le hacía demasiada gracia la idea de un clon de ellos mismos corriendo por el mundo.

En esa época comenzó la colonización de planetas fuera del Sistema Solar, pero el viaje duraba décadas y muy pocos estaban dispuestos a emprenderlo. Las nuevas impresoras se revelaron como la posible solución. La materia podía tardar décadas en cruzar distancias interestelares, sin embargo la información se transmitía instantáneamente saltándose los límites espaciales. Si se cogía la información de clonado y se la enviaba al lugar más lejano del universo donde hubiera llegado una impresora de materia era posible imprimir ahí una persona. Para esta persona la sensación sería la de haberse teletransportado.

Por otro lado, la gente solía guardar respaldos de su cuerpo en momentos determinados, es decir, se guardaba la información de clonado. Si después de eso ocurría una muerte inesperada era posible resucitar a un ser humano a partir de esa información. Las personas sentían lo mismo que sentí yo cuando fui resucitado. Había una ligera sensación de desvanecimiento momentáneo, casi como cuando tienes un déjà vu, y cuando salían de la sala de respaldos descubrían que en ese pequeño desvanecimiento habían pasado meses, incluso años. Esto supuso la segunda gran victoria contra la muerte. Después de la amortalidad, había llegado la inmortalidad. Si una persona creaba respaldos cada cierto tiempo, aunque se lanzara de cabeza al corazón de una estrella, sería resucitada en el último guardado.

La gente seguía temiendo a la muerte, puesto que por mucho que la resucitaran y no recordara nada, morir se sentiría de la misma manera. Sin embargo, el miedo al teletransporte desapareció. Hoy la Tierra es una especie de santuario para la galaxia, un parque temático del pasado y un gran campus científico al mismo tiempo. No está permitido permanecer aquí mucho tiempo, salvo que estés trabajando en alguno de los cientos de programas de recuperación de vida antigua que hay o en la recepción de turistas. Así que una vez resucitado mi entorno cercano, todos deberemos emigrar a otro rincón de la galaxia.

La idea me aterroriza. El método de transporte es teleportación, y aunque aquí todo el mundo parece muy tranquilo con esto... yo no lo veo nada claro. Desde mi punto de vista, lo que hacen es desintegrarte y resucitarte en otra parte, y aunque ya haya pasado por eso y haya comprobado de primera mano que la continuidad de consciencia es absoluta, sigue impresionándome bastante.

Por otra parte estaba la arqueología espaciotemporal. Nuestra vida es un viaje en el tiempo en el que solo podemos caminar en una dirección, el futuro, pero aunque no podamos retroceder nunca sí podemos mirar hacia atrás. Bueno, en realidad caminamos de espaldas. No es que podamos ver el pasado, es que solo podemos ver el pasado. Por muy cerca que esté alguien y por muy rápida que sea la luz cuando vemos algo ese algo ya ha sucedido.

En su momento predije que no habría viajes al pasado. Sabía de forma segura que nadie del futuro iba a viajar hasta mi presente a sentarse delante de mí a tomar una cerveza mientras escribía ese relato porque no había nadie del futuro frente a mí bebiéndose una cerveza mientras lo escribía. Si en un futuro fuera posible viajar al pasado sería una de esas pocas cosas que de seguro sabríamos.

Lo que sí podía asegurar es que podríamos mirar hacia atrás en el tiempo. Ya en mi época lo hacíamos, y no me refiero a las estrellas de las que observamos el pasado, a veces miles de años atrás en el tiempo, hablo de historia y arqueología. Desde siempre hemos tenido una gran curiosidad por tiempos anteriores y hemos buscado la manera de conocerlos mejor. A partir del tercer milenio apareció la arqueología espaciotemporal.

Aquí no os voy a poder dar muchos detalles. En mi época me consideraba una persona más o menos culta, podía entender los principales conceptos científicos de mi tiempo, al menos superficialmente, pero cuando intento entender la ciencia actual me siento como un mono intentando entender la ley de la relatividad general. Parece que aunque nuestra percepción se mueve en tres dimensiones la realidad es demasiado compleja como para ser reducida a una cuestión dimensional.

Os lo voy a contar como me lo explicaron a mí, que es más o menos como yo le hubiera explicado la cuántica a un niño de tres años. Parece que el tiempo es algo que sucede en una especie de río de espacio multidimensional que fluye desde cada punto en todas direcciones a una velocidad de trescientos mil kilómetros por segundo, la velocidad de la luz, que es en realidad la velocidad del tiempo. Ese río en su fluir hace girar esos puntos como norias. Esas vueltas de noria son nuestra percepción del tiempo. Por eso, cuando aceleramos, el tiempo fluye más despacio para nosotros. Es como si montáramos una noria sobre un coche y aceleráramos río abajo, la velocidad del coche debería restarse de la velocidad del río para saber a qué velocidad gira la noria. ¿Qué? ¿Habéis entendido algo? No, claro, yo tampoco, pero tengo que reconocer que tampoco es que entendiera demasiado cuando me decían que la luz de una linterna iba a la misma velocidad para dos objetos que se estaban moviendo a diferentes velocidades respecto a esta.

Bueno, la cuestión es que cada noria que penetra el flujo del espaciotiempo deja una huella en él, que se puede medir en el futuro. O, dicho de otra manera, permite a los arqueólogos espaciotemporales ver el pasado. Esta tecnología lleva ya unos cuantos milenios evolucionando y ha permitido a la gente de esta época ver perfectamente el pasado. Sí, amigos, siento deciros que esos momentos de intimidad con vuestro ordenador en los que creíais que nadie os veía son fácilmente visibles desde esta época. Tranquilos, no os asustéis y corráis a borrar vuestros archivos secretos y a cerrar “esas” páginas, aunque es fácil verlo todo desde esta época, una IA interpreta vuestra moral y pensamiento y censura todas esas imágenes que la IA cree que no os gustaría que fueran vistas. Y hay que decirlo, al menos en mi caso funcionó bastante bien.

El hecho es que hace dos años esta tecnología alcanzó el nivel suficiente como para poder copiar toda la información de clonado del pasado a nivel cuántico y con todos sus vectores, como si fuera un respaldo, es decir, la capacidad de resucitar a cualquier persona o ser vivo que haya vivido a lo largo de la historia de la Tierra. Y con esto, por fin, la muerte fue del todo derrotada por la humanidad.

Por ahora solo somos veintidós resucitados. La tecnología todavía es muy reciente y hace falta mejorarla bastante para que se pueda resucitar a grandes masas. Se calcula que se tardará entre doscientos y quinientos años en resucitar a todos los humanos que han existido desde que se desarrolló el pensamiento abstracto. También hay planes de recuperación para épocas anteriores, pero se considera vida animal y, por tanto, se preparará un hábitat con encaje ecológico al que se adapten y se les permitirá permanecer en la Tierra.

Pienso que es curioso que, pese a llevar ya dos años en este mundo, todavía estoy contando esto a personas de mi tiempo, como si pudieran leerlo. Me gustaría acceder a mi imaginación en ese agosto de 2021 para explicarme todo lo que sucederá realmente. Bueno, al fin y al cabo todo ha salido bastante bien, yo he sido resucitado y todos vosotros, al menos los que encajéis en los preceptos lumanistas, seréis resucitados en este mundo donde viviréis hasta hartaros, sin guerras, sin enfermedades, sin tener que trabajar y con una tecnología que, de verdad, hace la vida muy interesante.

Cuando a principios del siglo XXI escribí mi texto prediciendo la resurrección ni si quiera podía imaginar la tecnología que la haría posible. Cuando imaginamos el futuro solo podemos estirar la tecnología ya existente, así en el siglo XVIII Bergerac imaginaba un viaje a la Luna en un barco que surcaba los cielos sostenido por globos y en el XIX Verne nos colocaba dentro de la bala de un gran cañón que nos dispararía contra la Luna. Ninguno de ellos acertó en el método, pero de la misma manera que para ellos era indudable que un día los humanos pisarían la Luna aunque no supieran cómo lo harían, estaba igual de claro para mí, cuando escribí ese texto, que un día todos seríamos resucitados aunque no supiera como iban a hacerlo.

Hoy he estado comiendo con Yang Lu, la segunda persona resucitada después de mí. Ella tenía mucha más fe en mis predicciones que yo. Ha sido una conversación muy interesante. Discrepamos en el orden de resurrección. Yo no creo que mereciera ser el primero, pero no me voy a quejar demasiado.

El cuerpo de mi madre se está imprimiendo en la habitación de al lado y el contador de tiempo ya me da solo dos minutos. Estoy nervioso. Tengo ciento veintiséis años y el aspecto de cuando tenía noventa. Estoy en proceso de rejuvenecimiento. En aproximadamente cuatro o cinco años tendré el aspecto que tenía a los cuarenta. Creo que me plantaré un tiempo ahí. Si quisiera, podría seguir rejuveneciendo hasta los catorce. Ir más atrás podría romper mi continuidad de consciencia. No está prohibido, pero se corre el riesgo de dejar de ser uno mismo.

Madria, la líder de recuperación de la humanidad, como la llaman ellos, me hace pasar a la habitación y mi corazón da un vuelco. Ella está como dormida, del mismo modo que estaba en la habitación donde la vi con vida por última vez, estaba estirada y parecía tan dormida como lo había parecido en las últimas horas, pero en ese momento todos los monitores estaban apagados y pensé que nunca la volvería a ver. Hoy, al igual que en ese momento, estoy llorando, pero hoy lloro de alegría.

Me siento y le cojo la mano. Está fría y siento cómo va recuperando su calidez lentamente. De repente en una convulsión que le arquea la espalda, abre la boca y toma una gran bocanada de aire. Queda inconsciente sobre la butaca otra vez, pero esta vez su pecho se hincha y deshincha con suavidad. Abre sus ojos desconcertada. Y yo, aunque me había prometido no hacerlo, me seco las lágrimas y le digo: “Hola, mama”.

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El absurdo de los envíos de las compras por Internet

Soy usuario de Amazon Prime, lo admito. Principalmente, porque me gusta su plataforma de entretenimiento. Secundariamente, por tener los envíos Prime de los productos que adquiero por Amazon. Sin gastos de envío. Realmente, hasta hace poco, apenas compraba por Amazon, pero he intensificado su uso desde que parece que ciertos productos han dejado, sorpresivamente y según las tiendas físicas de la ciudad y pueblo donde suelo residir, de ser comunes, haber stock o estar catalogados. Léase, por poner algunos ejemplos, cuchillas de afeitar para una maquinilla no eléctrica pleistocénica pero extremadamente eficaz que uso para no parecer Eduard Punset, o mejunjes supuestamente "raros" que uso para mis manualidades.

Al final, siempre pico y acabo revisando algo que quiero comprar o que necesito: un regalo de cumpleaños para una sobrina, una funda para los asientos del coche, alguna "pijada" para mis aficiones...

Y es aquí donde llega el problema. Envío "Prime", sin gastos de envío. Dos tienen entrega al día siguiente, otro en tres días. De los dos que tienen entrega al día siguiente, uno es repartido por una compañía y, el otro, por otra compañía diferente.

Y no puedes modificar ni día ni hora, porque el beneficio de la ausencia de gastos de envío se esfuma.

Y mi pensamiento es: a ver, no me corre ni prisa ni urgencia; de forma egoista, no estoy tanto tiempo en casa como para esperar varios paquetes; ¿no se está derrochando mano de obra y combustible para traerme, en tres días y con tres compañías diferentes, una caja de cartón que no pesa ni dos kilos? Me siento un nuevo rico, movilizando personal, contaminando el planeta, haciendo perder el tiempo de forma absurda (y con los peligros que contrae) a los repartidores. Y todo por un pedido de, digamos, 30 euros.

Existe una página web muy conocida para todos los que tenemos aficiones musicales, y que incluso usan los profesionales de la música, que no creo que haga falta que mencione. Los gastos de envío son gratuitos a partir de cierto gasto. Pero lo que más me gusta es que, independientemente de tu pedido, y de lo que avise la página sobre el stock y los períodos de entrega, es que todo viene empaquetado en una sola caja, entregado por una misma compañía y en un mismo día, siempre en la fecha que indica el producto con día de entrega más alejado en el tiempo. Hace que me sienta mejor, que se hayan usado menos materiales para embalar el pedido; que el repartidor sólo haya tenido que hacer un sólo viaje, y se haya ahorrado mucho combustible por el camino; que estos trabajadores se hayan tenido que ahorrar parte del sufrimiento, la tensión y los problemas logísticos y de salud derivados de su trabajo.

Creo que, con los tiempos que corren, y aunque no corrieran estos tiempos, este inmenso derroche que supone el sistema de "entregar cualquier pedido al día siguiente, sea como sea", es una estupidez, un gasto innecesario, una dilapidación ilógica de recursos, un peligro para los trabajadores del sector, y hasta una molestia para los usuarios. Al menos, para el que tenga un poco más de visión que el tener el capricho o necesidad no urgente de turno en la puerta de su casa al día siguiente.

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Curso de escritura creativa con Lucia Etxebarría

Curso de escritura creativa con Lucia Etxebarría

-Hola, soy Lucía Etxebarría y quiero daros la bienvenida a este curso de literatura creativa en tiempo real. A ver, tenéis muchos sueños, pero la fama cuesta. Pues aquí es dónde vais a empezar a pagar con sudor...quiero veros sudar y cuanto mejor lo hagáis...

-Oiga, ¿eso no es de Fama? ¿Y por qué está usted en tetas?

-Desnudaros todos. Quiero veros DESNUDOS.

-Yo no quiero desnudarme.

-¡DESNUDOS TODOS O ME CAGO EN DIOS! Así me gusta. A ver, liberados de vuestros convencionalismos, ahora somos todos iguales...disfrutad de la belleza de lo no normativo. Sí, esos cuerpos obesos, cuánta belleza hay en la celulitis, en la grasa, en la curva...quiero que ese chico rubio me envíe una captura de su cuerpo por email. ¿Estamos? Sí, tú...el de los biceps. Además, un punto más para la evaluación final por fotopolla. ¿Ok? Bueno, ahora podemos empezar, hagamos el primer ejercicio de escritura creativa... tenéis 15 minutos para definir la estructura de un relato disruptivo, original, ÚNICO. ¿Lo tenemos? Vamos a leer el mío...

-Pero si no han pasado ni 15 segundos.

-¡Silencio, gordo! Como mi abuela me dijo en su lecho de muerte en aquella mágica Noche de San Juan: nadie es más arrogante, violento, agresivo y desdeñoso contra las mujeres que un hombre inseguro de su propia virilidad.

-¿Su abuela? ¿Pero eso no es de Simone de Beauvoir?

-¡HE DICHO SILENCIO! Y ahora escuchen la CREATIVIDAD EN MOVIMIENTO FLUIR POR MIS SENSUALES LABIOS: "Las rosas son rojas, las violetas azules..."

-¿Está de broma?

-Vaya con la abuelita, que le gusta interrumpir a todo un Premio Planeta, ¿cuál es su nombre?

-Hortensia...

-A ver, Hortensia, ¿quiere compartir con toda la clase la puta mierda de jubilada suburbana que ha pensado para su relato?

-Bueno, influenciada por H. G. Wells he preparado un relato que parte de...

-Influencidi por achi gi wils...venga, váyase a la mierda.

-Pero oiga...

-Que se vaya a la mierda. Apague el ordenador, señora. ¡YA! Su lugar está en la cocina, haga unas croquetas para sus nietos prediabéticos, siga hundiéndose en ese cenagal patriarcal en el que ha logrado flotar toda su vida...

-He pagado por adelantado...

-¡Apague el ordenador, vejestorio! ¡No lo vuelvo a repetir! Sigamos con MI RELATO y aquí nadie habla hasta que yo lo diga.

-Lucia, pero, ¿está usted cagando?

-Dios Santo, ¡sí! ¡Estoy cagando! ¿Nunca ha visto a una mujer cagar? Pero, con esos prejuicios tan banales, ¿qué coño queréis escribir? ¿A qué aspiráis?

-Bueno, pero al menos suba un poco la pantalla, que es que se le ve todo...y además usa usted toallitas, eso es fatal para el medioamb...

-¿NOS PODEMOS CENTRAR EN MI RELATO, HE DICHO?

-Es que se oyen los pedos, Lucía. Es un poco desagradable, ¿puede bajar el audio?

-¡Silencio, calvo! A ver, improvisación, creatividad...ni tan siquiera tengo que escribir, lo recito. DISFRUTAD DEL TALENTO Y APRENDED...

-¿Empieza ya? Queremos leer los nuestros...

-¿¡QUERÉIS CALLAROS!? ¡ESTOY PENSANDO, CREANDO, CONSTRUYENDO UN UNIVERSO AL QUE VOSOTROS, POBRES SACOS DE INMUNDICIA E INDIGENCIA INTELECTUAL, JAMÁS PODRÉIS NI ACERCAROS! Venga, allá va: "Qué es Hemoal y para qué se utiliza. Es un anestésico local por la acción de la benzocaína y un vasoconstrictor..."

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MALEMÁTICAS CV: ni el gráfico ni los datos

MALEMÁTICAS CV: ni el gráfico ni los datos

Este gráfico de ABC sobre el SMI aúna el haber truncado el eje para exagerar las diferencias el tener datos erróneos. El SMI que se indica para 2009 es en realidad de 2008, lo que hace que los datos hasta 2013 estén mal, al corresponder al año anterior. Por otro lado, el SMI estuvo congelado en 2012 y 2014 con el gobierno del PP.

El gráfico correcto, quedaría así:

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Desde que se inventó la imprenta, la "libertad de prensa" es la voluntad del dueño de la imprenta

Desde que se inventó la imprenta, la "libertad de prensa" es la voluntad del dueño de la imprenta

Extracto de mi conversación de ayer con el chat de Bing que utiliza GPT-4 (traducción en primer comentario)

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MALEMÁTICAS CXL: gráfico manipulado en la cloaca de Inda

MALEMÁTICAS CXL: gráfico manipulado en la cloaca de Inda

Publica la cloaca de Inda un artículo (me niego a enlazar) sobre subvenciones a sindicatos que incluye un gráfico claramente manipulado: 8,88 es más de la mitad de 17 pero en el gráfico parece que sea la quinta o sexta parte.

El gráfico con las proporciones correctas:

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MALEMÁTICAS CXLIV: un mono borracho asignando colores

MALEMÁTICAS CXLIV: un mono borracho asignando colores

Publica El Mundo un artículo sobre el IRPF que se paga en las distintas CCAA en que se incluye un mapa donde estas se colorean con cinco tonos distintos de color según el impuesto a pagar. No están indicados los intervalos para cada tono, pero se observan cosas extrañas: Galicia está coloreada dos tonos por encima que Valencia cuando se paga menos que en esta; y La Rioja y Navarra deberían estar en el mismo tono que Andalucía.

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MALEMÁTICAS CXCI: nadie revisa nada

MALEMÁTICAS CXCI: nadie revisa nada

El Mundo es un periódico en que nadie comprueba nada y los errores son constantes. Hoy publican que la renta per cápita de España es de 14.636 euros y la comparan con las de Polonia y Ucrania. En realidad, los últimos datos de renta per cápita según Eurostat son de 24.910 euros para España y 14.620 euros para Polonia. El dato de 4.835 para Ucrania es el que da el FMI en 2021, pero son dólares, no euros. Por otro lado, el dato de 43,79 millones de habitantes de Ucrania tampoco es correcto. El gobierno ucraniano daba en 2021 una población de 41,17 millones, pero actualmente se estima que está entre 32-36 millones por efecto de la guerra.

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Los toros y las manipulaciones de Telemadrid

Los toros y las manipulaciones de Telemadrid

Emitió Telemadrid una información sobre los festejos taurinos en España donde se hacía eco de las estadísticas publicadas por ANOET, pero las manipulaba para indicar que la comparativa era respecto al año anterior, cuando en realidad era respecto a 2019. Así, cuando decía que en 2023 había habido 159 festejos taurinos más que en 2022, en realidad había habido 43 menos.

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¿Se abusa de La suspensión de la incredulidad?

Escribo esto más por leer los comentarios que por contar mis experiencias.

Para los que no estén familiarizados con el término pongo un par de enlaces:

www.espinof.com/diccionario-cine-television/la-suspension-de-la-incred

es.wikipedia.org/wiki/Suspensión_de_la_incredulidad

Acabo de ver la enésima escena donde electrocutan a alguien con un suelo (bañera, fregadero, etc) mojado y un cable vivo en el líquido.

He sido electricista antes de informático y me revienta ver algo que sería imposible en cualquier instalación donde haya un diferencial. Y estamos hartos de ver tostadoras matando a alguien en una bañera, lo puedo aceptar en pelis de los 40 o así pero me ofenden ese tipo de escenas en películas del siglo XXI.

No me cuesta creerme la chalaura de la araña radiactiva de Spiderman o las garras de adamantium the Wolverine, es simple ficción y listo.

Bueno, solo una reflexión de una noche de insomnio.

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The Objective

PORTADAS DE LA MAÑANA // 2 OCTUBRE 2028:

The Times: "La IA destruye 1300 millones de empleos en el último mes"

The Independent: "El hombre llega a marte"

The Telegraph: "Israel descarga 100 bombas nucleares sobre La Meca"

The Post: "Hallada la cura total para el cáncer"

The Sun: "La NASA confirma oficialmente contactos con una civilización extraterrestre"

The Economist: "Putin ordena la invasión de Europa"

The Guardian: ""El colisionador de hadrones detecta pruebas concluyentes de la existencia de universos paralelos"

The Objective: "La concuñada del podólogo de Begoña Gómez eructa en una comunión laica"

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La estafa de la dana

La dana va a suponer un trasvase (apropiación) de dinero público a manos privadas.

Ya pasó con la crisis financiera donde los tejemanejes, corruptelas y malas gestiones de las élites políticas y financieras los acabamos pagando todos los españoles, recordemos que el entonces presidente M. Rajoy dijo que no costaría ni un euro a los contribuyentes, (y su partido es hoy en día el que tiene mayor intención de voto según todas las encuestas!).

Con la dana pasará tres cuartos de lo mismo porque la tragedia no ha pasado por que si sino que ha sido por una mala planificación urbanística construyendo casas y servicios en zonas que tarde o temprano ocuparan las aguas de lluvias torrenciales.

La mayoría de gente no vive donde quiere sino donde puede, donde le permite su dinero, y es el precio de la vivienda lo que determina que muchos tengan que vivir en zonas donde no se debería.

Son los políticos los que tienen que planificar las zonas habitables para garantizar la seguridad de la gente, también deberían garantizar que todos tengan una casa donde vivir, como dice la constitución, sin tener que gastar casi todo su sueldo en ella.

Pero lo que pasa es que los políticos han promocionado al sector privado empresarial permitiendo y favoreciendo la construcción por sobre de todo, alguien habrá ganado mucho dinero construyendo edificaciones por doquier sin importarle lo que pudiera pasar en el futuro, y este alguien no se responsabilizará de las consecuencias, la ley no le obligará.

Ahora cuando sobreviene la tragedia el estado, todos los ciudadanos, tendrá que poner el dinero público para ayudar a los damnificados, pero este dinero no tendrá que asumirlo el que se benefició de crear la situación que ha hecho necesaria la ayuda. Es decir el estado pondrá un dinero que debería ponerlo el empresario que se benefició de la permisividad administrativa. Este dinero de alguna manera es un beneficio extra que ni siquiera estará sujeto a fiscalidad alguna, vamos un chollo.

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Publicidad de Altri en prensa, hoy

Publicidad de Altri en prensa, hoy

Galicia está luchando por su futuro económico y ambiental y ello pasa por evitar la gran fábrica de Altri en Palas de Rei. Ayer hubo una gran manifestación en Santiago www.meneame.net/story/marcha-multitudinaria-recorre-calles-santiago-co que, como siempre, no gustó nada en San Caetano, sede de la Xunta de Galicia www.meneame.net/story/pp-marcha-contra-altri-fue-manifestacion-organiz administración que desde el comienzo muestra un gran interés en esa instalación a pesar de que puede afectar a los negocios de la zona e incluso al marisco de la Ría de Arousa.

Altri, además de usar a la Xunta de Galicia como promotora desarrolla una importante labor de relaciones públicas publicando vídeos www.youtube.com/watch?v=F7icVVsmei4 además de publicidad en Youtube y periódicos. De cuatro periódicos revisados esta mañana, en tres ("La Voz de Galicia", "Faro de Vgo" y "Atlántico Diario") había publicidad de Altri, aunque en Atántico Diario no había referencia a que fuera publicidad (en los otros podía verse "Contenido ofrecido por Greenfiber" o "Greenfiber informa"), pudiendo pensarse que es información del diario. El contenido publicitario cambia según el día, hablando de la ecología de la planta, sin emisión de dioxinas y falta de afectación al medio ambiente, lo cual es poco creíble.

La imagen de la planta industrial muestra mucho espacio libre, el cual seguramente sea ocupado en posteriores ampliaciones. Es la única explicación a que ocupe tanto espacio, que nadie compra o expropia una superficie tan grande si después no la usará.

Aquí las imágenes de los anuncios:

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MALEMÁTICAS CCLXV: como no operar con variaciones porcentuales sucesivas

MALEMÁTICAS CCLXV: como no operar con variaciones porcentuales sucesivas

Se podría incluir también en esos titulares tramposos que utilizan cualquier dato para atizar a Cataluña, ya que inducen a pensar que se trata del PIB per cápita, cuando en realidad se refieren a su variación en los últimos años, pero me voy a centrar en analizar como se han operado esas variaciones anuales al margen de la veracidad de los datos (no se sido capaz de encontrar esas variaciones en el INE y resulta sospechoso que el dato de Andalucía sea idéntico al de España).

En la tabla que se adjunta en el artículo dicen que están las variaciones porcentuales que ha sufrido el PIB per cápita durante 2020, 2021 y 2022 en las distintas CCAA y en una última columna, la variación total en esos años. Es ahí donde está el problema, ya que directamente han sumado las variaciones porcentuales anuales (con su signo) para hallar la variación total, cuando eso es incorrecto. Se puede ver con un ejemplo sencillo: si un año algo baja un 20% y al siguiente sube un 20%, la variación total no es 20%-20%=0%, sería 0,80*1,20=0,96, es decir, una bajada del 4%. Así, para los datos de Madrid (-10,98%, +6,22% y 5,72%) el total no sería -10,98+6,22+5,72=0,96%, habría que hacerlo así: 0,8902*1,0622*1,0572=0,9997, equivalente a -0,03%.

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Mi abuelo bolchevique, yo ultra derecha

Nota: Este será mi último artículo en mucho tiempo. Voy a contar mi historia desde niño en la URSS hasta la "modernidad". Algunos detalles seguramente no los recuerde con exactitud y puede que mezcle recuerdos con lo que me contaron. Pero bueno, lo importante es que refleje lo que vivimos, ¿no? Hay partes que me saltaré por no ser relevantes y no me meteré mucho en lo que hice en los últimos años.

De Galicia a la Unión Soviética

Mi abuelo nació en una aldea perdida de Galicia a principios del siglo XX. No sé exactamente cuándo, él nunca hablaba mucho de fechas, pero creo que fue por 1905 o así. Galicia en aquella época era un sitio muy rural donde apenas llegaban las ideas políticas modernas. Bueno, según parece ser excepto en Coruña y Santiago, donde ya había grupos de trabajadores que hablaban de aquella Revolución. Qué irónico pensar que aquel acontecimiento que mi abuelo veía como la aurora de un mundo nuevo acabaría siendo para mí el símbolo de uno de los mayores errores de la historia.

Mi abuelo era carpintero, y bastante bueno según contaba mi padre. Parece ser que metió en la CNT porque en aquellos tiempos si eras obrero o estabas con los sindicatos o la cosa estaba difícil. A través de esto, durante la República se involucró en huelgas y manifestaciones y evidentemente le traería consecuencias. Mi abuelo nunca entraba en detalle sobre su juventud, así que no hay muchos datos al respecto.

Cuando estalló la Guerra Civil, mi abuelo sabía que era buena hora de marcharse. No recuerdo bien cómo me contaba que huyó, pero sé que fue de los pocos que consiguieron plaza en unos barcos soviéticos que salieron de Gijón hacia Leningrado. Él siempre decía que "tuvo suerte" porque la mayoría acabaron en campos de concentración. Aunque visto lo que le esperaba en la URSS, a veces me pregunto si realmente tuvo tanta suerte.

La otra punta del mundo: Khabarovsk

Lo mandaron a Khabarovsk, casi en China. Un gallego que apenas había salido de su comarca, de repente en el fin del mundo soviético. Siempre se reía cuando contaba cómo los rusos no entendían su acento cuando intentaba hablar ruso. En esa ciudad trabajó de carpintero en las fábricas que estaban construyendo como locos durante los planes quinquenales de Stalin. Recuerdo que no hablaba mucho de Stalin pero una noche, ya muy mayor y en confidencia, me confesó que había visto cómo se llevaban a compañeros suyos, otros españoles, acusados de "trotskistas" o "saboteadores". Nunca volvió a verlos. Aquello le hizo darse cuenta de que el paraíso obrero no era lo que le habían prometido, pero ya era demasiado tarde para volver. Aún así nunca llegó a desengañarse del todo.

Conoció a mi abuela Masha dando clases de español a un grupo de maestros(si soy sincero, nunca entendí muy bien esto). Era maestra de primaria, mitad rusa mitad ucraniana, y poco más conozco de ella. Se casaron justo antes de que Hitler invadiera la URSS, pero no tengo fecha exacta. Mi abuela contaba que durante la guerra pasaron tanta hambre que llegaron a hacer pan mezclando harina con serrín.

Mi padre, el ingeniero que acabó en Corea

Mi padre nació en plenas purgas de Stalin. Menos mal que estaban en el culo del mundo. Creció hablando ruso con todo el mundo y español solo con mi abuelo y conmigo que tenía muy metido eso de mantener el idioma. "La lengua es lo único que no te pueden quitar", decía. Curiosamente lo decía en español y no en gallego. 

Mi padre era muy bueno con los números (o de eso presumía). Se formó como ingeniero en el Instituto Politécnico y luego lo mandaron a Corea del Norte a trabajar en unas centrales hidroeléctricas. Estuvieron reconstruyendo ese país después de la guerra. Ahí conoció a mi madre, que era traductora. Ella hablaba coreano, ruso y algo de español que había aprendido porque habían llegado algunos cubanos. Se supone que eran asesores o consultores, pero el dato me extraña para la época. Se casaron en Pyongyang, pero aparte de esto no tengo mucha información sobre el evento.

Y entonces aparecí yo...

Nací en Khabarovsk durante el discurso de Jruschov denunciando a Stalin.

No sé si podéis imaginaros mi casa: mi abuelo empeñado en hablarme en español, mi madre mezclando ruso y coreano, y mi padre intentando poner orden en aquel caos lingüístico. Ahora me río, pero de niño me liaba muchísimo y nunca llegué a dominar del todo el ruso y el coreano hasta hace unos años lo hablaba con un acento "sospechoso" para los del sur.

Lo bueno es que aprendí tres idiomas casi sin darme cuenta. Lo malo es que a veces mezclaba palabras o construía frases con una gramática imposible que hacía que mis profesores me miraran regular.

Nuestra casa era un pequeño apartamento en un bloque de esos horribles que construyeron durante la época de Jruschov. Los llamábamos "jrushchobas", un juego de palabras entre Jruschov y "trushchoba" (tugurio). Eran enanos, con techos tan bajos que mi padre, que no era especialmente alto, tenía que agacharse en algunas zonas. Las paredes eran tan finas que escuchábamos hasta los ronquidos del vecino. Recuerdo que en invierno, cuando la temperatura bajaba a -30°C, se formaba hielo por dentro en las esquinas de las ventanas y mi madre ponía trapos para absorber la humedad. El baño lo compartíamos con otra familia, y teníamos turnos estrictos para usarlo. Pero bueno, era nuestro hogar, y comparado con la mayoría, teníamos suerte de tener ese espacio. Al menos eso nos decían, y nosotros nos lo creíamos... hasta que empecé a ver cómo vivía la gente en otros países capitalistas.

Creciendo entre líneas

Ya desde niño notaba que había cosas "raras" en casa. Por ejemplo, mi abuelo guardaba un par de libros como si fueran tesoros. Un día le pregunté por qué los escondía detrás del armario, y me dijo algo así como: "Porque algunos libros son peligrosos para quien no sabe leerlos". No entendí nada entonces, claro.

Recuerdo perfectamente cuando las tropas soviéticas entraron en Checoslovaquia. Yo tendría unos 10 u 11 años. En la escuela nos explicaron que habíamos ido a "ayudar a nuestros hermanos checos contra los imperialistas". Pero esa noche escuché a mis padres discutir en voz baja en la cocina. Mi padre decía algo como: "Es lo mismo de siempre, no han aprendido nada". Mi madre le reñía para que bajara la voz. A la mañana siguiente, mi padre ya no estaba y nunca más supimos de él. Dos meses después mi madre murió de depresión.

La universidad y mi primer despertar

A los 17 conseguí entrar en la Universidad Estatal del Extremo Oriente, en Vladivostok. Estudié economía política, que era la versión marxista-leninista de la economía. Aburrido como solo podía serlo memorizar las teorías del valor-trabajo de Marx hora tras hora.

La suerte fue que, con mis tres idiomas, me metieron en un programa especial para formar "expertos para el comercio exterior". Básicamente, necesitaban gente que pudiera hablar con extranjeros sin meter la pata.

En Vladivostok había más libertad, se respiraba otro aire. Era puerto y tenía ese "nosequé" de las ciudades portuarias. Contrabando, historias de marineros, pequeñas transgresiones... Me asignaron como intérprete para algunas delegaciones comerciales. Y ahí empezó mi verdadera educación.

Recuerdo a un marinero cubano, no diré su nombre (aunque han pasado más de 40 o 50 años y supongo que ya no importa). Me pasaba ejemplares de revistas “imperialistas” cuando nadie miraba. Las escondía en mi habitación de la residencia, debajo del colchón como un adolescente con revistas porno. Pero en vez de chicas desnudas, lo que escondía eran noticias sobre la muerte de Franco y la transición española.

Mi aventura cubana y el principio del cambio

Me eligieron para ir con una delegación a Cuba durante tres meses. El paraíso socialista del Caribe… o eso nos decían. La verdad es que La Habana me impactó muchísimo. Era socialismo, sí, pero con una alegría caribeña que nada tenía que ver con la seriedad soviética. Y también con esa misma miseria que ya conocía bien, solo que con palmeras y sol.

Recuerdo especialmente a unos comerciantes chinos con los que tuve que negociar en representación de nuestra delegación. Me sorprendió que todos tenían nombres españoles: Francisco Wong, Antonio Chen, Miguel Liu... Me explicaron que sus familias habían llegado a Cuba hacía generaciones para trabajar en las plantaciones de azúcar y habían adoptado nombres cristianos. Era fascinante ver estos rostros asiáticos presentándose con nombres tan españoles y hablando con acento caribeño. Uno de ellos, José Huang (que yo al principio entendí como José Juan y así le llamé hasta hace relativamente poco) se convirtió en mi guía no oficial por el "otro lado" de La Habana, el que no mostraban a las delegaciones oficiales.

Los cubanos eran mucho más relajados con el tema ideológico, o al menos eso me pareció. Había más contacto con ideas del exterior. José me llevó a una librería de segunda mano de esas medio clandestinas que había en un callejón cerca del malecón, donde encontré varios libros prohibidos en la URSS. Entre ellos, uno que cambiaría mi forma de pensar: un viejo ejemplar de "La acción humana" de Ludwig von Mises, en una traducción española bastante deteriorada escrita a mano y con notitas. Recuerdo que lo leí a escondidas, por las noches, con una mezcla de fascinación y miedo. Era como si alguien hubiera puesto en palabras todo lo que yo había estado observando durante años: la imposibilidad del cálculo económico bajo el socialismo, la inevitable ineficiencia de la planificación centralizada, la superioridad del mercado como mecanismo de información... Fue como si se encendiera una luz en mi cabeza.

Volví a Vladivostok transformado. No es que me hubiera convertido en un disidente abierto, porque no me apetecía morir todavía, pero internamente ya no creía en el sistema. La pobreza que había visto tanto en la URSS como en Cuba no era accidental, era sistémica, inevitable bajo el modelo colectivista. Empecé a reunirme con unos compañeros de confianza para discutir "temas alternativos". Éramos extremadamente cuidadosos. Nos llamábamos en broma "el círculo de estudios comparativos", lo cual sonaba lo suficientemente aburrido como para que nadie sospechara que estábamos cuestionando los fundamentos mismos del sistema soviético y socialista.

Mi carrera y la vida adulta en la URSS

Me gradué y me asignaron al Departamento de Comercio Exterior en Vladivostok. Era un buen trabajo, de los mejores que podías conseguir en la época. La era de Brezhnev fue rara... todo el mundo sabía que la economía iba cada vez peor, pero nadie decía nada. Era como un pacto de silencio. Tú fingías trabajar, y el Estado fingía pagarte, como decíamos en aquella época.

Mi conocimiento de idiomas me convertía en alguien útil. Servía de intérprete cuando venían delegaciones extranjeras. Tenía acceso a información que la mayoría no tenía, y eso me daba perspectiva. Veía las diferencias entre lo que nos contaban y la realidad.

Más adelante me enviaron a La Habana con una misión comercial por un año entero. Parecía un cangrejo con tanto sol ya que mi piel siberiana no estaba hecha para aquel clima. Mi español mejoró muchísimo, claro, ya que lo utilizaba a diario. Pero lo más importante fue que hice amigos españoles que estaban allí por negocios. Recuerdo largas noches hablando de política, literatura, y Julio Iglesias. Fueron conversaciones que me abrieron los ojos a muchas realidades que el sistema soviético nos ocultaba.

Moscú, Gorbachov y mi viaje a España

Me trasladaron a Moscú. Fue el año en que Gorbachov empezó con la famosa perestroika. De repente, se podía criticar cosas, proponer cambios... dentro de unos límites, claro. Trabajaba en el ministerio, en un edificio gris y deprimente de la Avenida Kalinin.

Pero lo mejor llegó en 1989. Me seleccionaron para una misión comercial en España. La tierra de mi abuelo. Recuerdo que cuando se lo dije, se emocionó. Tenía ya más de 80 años y sabía que nunca regresaría. Me dio una carta para su hermana, por si seguía viva, y una pequeña medalla de plata de la Virgen del Carmen que había conservado todo aquel tiempo.

España me dejó alucinado. Era como si todo lo que me habían contado sobre el "fascismo franquista" se hubiera esfumado. Veía un país moderno, vibrante, con gente que hablaba sin miedo. En Madrid me sentí extrañamente en casa, a pesar de no haber estado nunca allí. Y cuando visité Galicia... madre mía, no tengo palabras. Olía igual que en las historias de mi abuelo. El verde, la lluvia, el mar...

Lamentablemente, no encontré a la hermana de mi abuelo. Me dijeron que había muerto unos años antes. Pero conocí a unos primos segundos que me acogieron como si fuera familia cercana. Tenían fotos de mi abuelo de joven que yo nunca había visto. Fue desgarrador y en aquel momento me prometí no volver jamás a Rusia, no hablar jamás ruso, e intentar borrar por completo el error que había cometido mi abuelo.

El fin de la URSS y mi nueva vida

Sin embargo, sí que volví una vez más. Volví a Moscú justo cuando todo se derrumbaba. El Muro de Berlín había caído, y con él, todas nuestras certezas. 1990 y 1991 fueron años frenéticos. Aproveché mis contactos para montar una pequeña consultora que ayudaba a empresas extranjeras a navegar el caos de las nuevas repúblicas post-soviéticas. Literalmente, las leyes cambiaban cada semana. Era el Salvaje Este, como lo llamábamos nosotros.

Después del golpe fallido contra Gorbachov y la disolución final de la URSS en diciembre del 91, todo fue un caos. La "terapia de choque" económica nos dejó a todos en el limbo. Mi abuelo había muerto y la gente hacía cola durante horas para comprar pan, igual que mis padres habían hecho durante la guerra. La diferencia es que ahora tenían dinero, pero no había nada que comprar. Una locura.

Mi empresa sobrevivió a duras penas. Había tanto potencial y tanta corrupción. Cada negocio requería sobornos, y aparecieron esos "nuevos rusos" con sus Mercedes y sus trajes brillantes, muchos eran ex-KGB o ex-funcionarios del partido que se habían apoderado de empresas estatales por cuatro rublos. Era la confirmación viviente de lo que había leído en Mises: sin propiedad privada legítima, sin estado de derecho, lo que emerges no es un "mercado libre" sino un capitalismo de camaradas, un sistema donde el poder político simplemente se transforma en poder económico.

En 1994 participé en una feria comercial en Barcelona y entre una cosa y otra acabé viviendo en Madrid y más adelante me instalaría ya definitivamente en Hong Kong, pero eso es otra historia.

Es fascinante cómo la vida da vueltas.Mi abuelo huyó de España buscando el paraíso comunista, y yo huí de ese "paraíso" de vuelta a España. Él murió creyendo en un ideal que nunca se materializó. Yo he vivido lo suficiente para ver el colapso de ese ideal y buscar respuestas en otro lugar. No en otro colectivismo, sino en la libertad individual y la cooperación voluntaria.

Con los años, he evolucionado desde un simple escepticismo hacia el socialismo hasta convertirme en un convencido defensor del anarcocapitalismo. No es una posición popular, y menos a mi edad, pero es el resultado de décadas de reflexión y experiencia directa. He visto los dos sistemas: el colectivismo llevado al extremo en la URSS y el intervencionismo estatal (ya no tan) moderado en Occidente. Y mi conclusión es que el problema no está en el grado de control estatal, sino en su misma existencia. La planificación central no falla por mala implementación sino que falla porque es imposible que funcione, porque ningún comité central puede procesar la información dispersa que el mercado coordina de forma espontánea.

A veces pienso qué diría mi abuelo si levantara la cabeza y viera dónde he acabado y lo que pienso ahora. Probablemente me llamaría "burgués reaccionario" o alguna de esas expresiones que usaban en su época. Pero luego, quiero creer, reflexionaría sobre su propia experiencia en la URSS, sobre cómo aquel sueño se convirtió en pesadilla, y quizás entendería. Al fin y al cabo, él también fue una víctima del colectivismo, aunque nunca lo admitiera.

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Sindicalista por accidente

Tras leer hoy esta increíble gilipollez: www.meneame.net/story/elon-musk-dueno-google-quieren-todos-trabajen-si

No he podido evitar acordarme de una chorrada que me pasó hace años. Estaba trabajando en una empresa pequeña de una ciudad pequeña de España, que tenía la organización ligeramente más desorganizada de lo habitual para una pyme.

Un día, durante el desayuno, me asaltó una comercial y me preguntó si “¿se puede hacer esto?”, y me contó una idea vaga que podría encajar con la línea de trabajo principal de la empresa. Yo le contesté que sí y le dibujé un proceso nuevo en una servilleta.

Ella cogió la servilleta y, al día siguiente, a espaldas de casi todo el mundo, vendió la idea a un cliente enorme. La servilleta se había transformado en una presentación de 25 páginas a todo color. Más tarde discutió con la dirección y se fue.

Ocho meses más tarde, el cliente nos dijo: “Oye, ¿el servicio tan guay que he contratado y que empieza el mes que viene cómo va? Es que no me habéis dicho nada en siete meses. ¿Todo listo para empezar?” Así que hubo que pedirle al cliente la presentación y el contrato para averiguar qué puñetas le habíamos vendido.

Se dieron cuenta de que había que reprogramar el 25 % o más de la aplicación principal de la empresa, y que tenía que estar lista en 15 días. Así que nos reunieron a todos los informáticos y nos dijeron: “Os tenéis que esforzar al máximo, necesitamos un nivel de compromiso absoluto y total y hacer lo que sea necesario, se tarde lo que se tarde” o algo así era la frase, tampoco la recuerdo exactamente.

Y yo, como soy bastante más despistado que la media, entendí que teníamos que seguir haciendo lo de siempre, ya que yo empezaba a trabajar, rendía al máximo y paraba de trabajar a las 17:30, la hora de salida estándar. Así que seguí haciendo exactamente lo mismo que hacía siempre.

Lo que se tenía que entregar en 15 días se entregó 15 meses más tarde, y a pesar de todo, fue un éxito total.

Por otro lado, unos 25 meses más tarde, me enteré de que la dirección de la empresa estaba cabreadísima conmigo, ya que estaba dando un ejemplo espantoso al resto de los trabajadores al salir todos los días a mi hora, como siempre. Parece ser que algunos compañeros empezaron a dejar de trabajar un poco más pronto siguiendo mi estela. Según me contaron, la dirección se planteó despedirme de manera fulminante, aunque no se atrevieron, ya que quitar a un programador veterano cuando tienes un marrón enorme es una idea terriblemente estúpida.

Y así es como resistí una orden indirecta según la cual había que echar horas extras gratis: sin darme cuenta, con toda la tranquilidad del mundo, sin estrés alguno.

La moraleja de esto se puede resumir en:

A) Las cosas salen bien si no tienes a la gente quemada.

B) Nunca hay que hacer horas extras que no te paguen.

C) Las amenazas de despido se pueden contestar con un “no hay huevos” pasivo-agresivo. (Yo lo hice por accidente, pero conscientemente habría hecho lo mismo).

D) Cuando me fui de esa empresa voluntariamente, un poco más tarde encontré un empleo mucho mejor, así que probablemente, si me hubieran echado, incluso habría empezado a cobrar más mucho antes.

E) Nunca confies en un comercial, ni siquiera los de tu propia empresa.

D) Nunca cumplas una orden que no te den por escrito.

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Reflexiones sobre dos siniestreces propias de la dark web encontradas con mi buscador

Ambas son virales porque sus protagonistas así lo han decidido. Ambas nos plantean interesantes preguntas ético-jurídicas. Ambas son oro para los guionistas de black mirror (de hecho, una coincide al dedillo con uno de sus últimos capítulos). Vamos con ellas.

PRIMERA. Una auxiliar de geriatría de una residencia debe dar de comer a una anciana que, según afirma la auxiliar, está "más muerta que viva". Por eso decide grabarla y subirlo a tiktok, realizando continuos comentaros humillantes hacia la anciana, que se da cuenta de todo y la mira desde su cama (está tumbada y cubierta por una manta) cuando le graba con el móvil. No voy a subir el enlace, entre otras cosas porque es ilegal, ya que difunde la imagen de la víctima sin su consentimiento, en un contexto que además es absolutamente vejatorio para ella. Pero se ha viralizado en twitter y otras redes, si alguien quiere "deleitarse" no le costará encontrarlo.

SEGUNDA. Un influencer de la órbita ultraneoliberal-cryptobro se vuelve adicto a las drogas, y cada vez consume más. Empieza a tener problemas económicos y necesita costearse sus vicios. Por eso empieza a hacer directos drogándose en vivo y hablando bajo los efectos de drogas duras (basuco). La "gracia" de sus streams consiste exactamente en eso: verle drogarse, verle desvariar...y pagarle para que lo siga haciendo. En efecto, sus seguidores le dan dinero para drogas y él, a cambio, se droga en directo con ese dinero para regocijo del público. Su deterioro físico y mental es absoluto, y ése es uno de los grandes incentivos del espectáculo: ver cuánto aguanta antes de morir, ver cómo lentamente se convierte en un cadáver viviente.

Al igual que en el supuesto anterior, no le publicitaré, en este caso para no ayudarle a seguirse matando (tampoco le hace falta, pues sólo en twitter hay un montón de extractos de sus vídeos). Pero los seguidores de black mirror podéis imaginaros el capítulo del streamer que bebía su propia orina y se hacía todo tipo de perrerías a cambio de propinas...multiplicado por mil en cuanto a sordidez.

Que los contenidos propios de la dark web empiecen a colonizar el internet visible, nos dice bastantes cosas. Comenzando por la auxiliar de geriatría, el primer dato destacable es que hay gente tan descerebrada, analfabeta funcional e inhumana como para considerar algo gracioso humillar a una anciana indefensa y compartirlo con el mundo. Y gente tan embrutecida que lo disfruta y le ríe las gracias. Se supone que esta chica tiene estudios de FP, y que en dicha formación le enseñaron los derechos del paciente, el respeto que debe guardarle y las obligaciones que la ley le impone respecto a él ¿Cómo pudo titularse semejante cacho carne con ojos? No es sólo una cuestión de absoluta insensibilidad, cuando no sadismo. Es ignorancia supina ¿Cómo puede haber obtenido el título sin saber que grabar a la anciana y subirlo a las redes sin su consentimiento, y encima vejándola de la peor forma, puede constituir un delito contra su intimidad, aparte de su despido fulminante?

Siempre digo que las peores películas de terror son los dramas que reflejan manicomios o residencias de ancianos o niños anteriores a (como mínimo) la segunda mitad del siglo XX. Porque los internos no eran nada, no tenían derechos en la práctica. Una persona cuerda de quien sus familiares se querían librar podía ser internada de por vida, pues su mera catalogación como demente por parte del director del centro le privaba de cualquier posibilidad de escape. Un anciano o un niño sin recursos eran esclavos del personal del centro, estando absolutamente en sus manos, a merced del hambre, la suciedad o el maltrato a que quisiesen someterles.

Se supone que en el siglo XXI hemos superado esa dinámica, y que existen inspecciones, controles y garantías jurídicas para proteger a los internos. Se supone que sólo el personal ética y técnicamente formado puede cuidar ancianos, enfermos mentales o niños internos en una residencia. Se supone que ese personal es suficiente, que los medios materiales son bastantes y que el Estado se asegura de que así sea. La realidad nos muestra que muchas veces sucede todo lo contrario. No sólo por la falta de personal, de aire acondicionado en verano o de comida en buenas condiciones que, mes tras mes, la prensa nos muestra que degradan inhumanamente las condiciones de vida de los internos en tal o cual residencia pública o privada. Es que hemos llegado al nivel de que la educación superior deja pasar a auténticas bestezuelas como la protagonista del vídeo.

Entremos ahora en el streamer que se mata en vivo a cambio de dinero para drogas ¿Debería ser legal que una empresa, en este caso la web de streams que usa para sus espectáculos, aloje semejante contenido? Ciertamente es extranjera, pero ¿no debería el Estado caparla como hace con dontorrent cada dos por tres? Habrá quien diga que el streamer está haciendo un legítimo uso de su libertad, que ofrece su salud y su dignidad para ganar dinero. Pero entonces ¿Por qué no legalizar la venta de órganos? ¿Y los combates de gladiadores a muerte? Desde mi perspectiva, es deber del Estado prohibir aquellos negocios que impliquen el comercio con bienes esenciales del ser humano, como su salud, su vida o su dignidad más elemental. Porque los derechos humanos son irrenunciables. Y no sólo por su valor intrínseco respecto de su titular. También porque son pilares irremplazables de todo orden social elementalmente justo.

Porque si permitimos que una persona renuncie a sus derechos humanos por dinero, los poderes económicos se las apañarán para crear las condiciones que obliguen a una masa de individuos a hacer lo mismo. Si asumimos que yo puedo vender mi riñón o dejar que una masa me apalee a cambio de unas monedas, acabará interiorizándose que ésa es una forma lícita de ganarse la vida. Y cuando alguien esté en el paro sin un duro, el Estado le dirá "no pidas una prestación por desempleo...vende el hígado. Si no lo haces es porque eres un parásito que pretende vivir de los demás en lugar de buscarse la vida". Y, evidentemente, en ese contexto la renuncia no es libre.

Todo ello aparte del problema central: la educación. Un sistema educativo que nos enseñe a respetarnos y respetar, que nos invite a cultivar la mente y el espíritu, que nos forme en el conocimiento y la defensa a ultranza de nuestros derechos y los del prójimo, que son los mismos. Un sistema educativo muy poco atractivo para quienes desean degradarnos a la condición de ganado, pero imprescindible para evitar que la caza al moro, el tirar monedas al yonki para que se pinche o el considerar basura a todo aquel que no puede valerse por sí mismo y no es de nuestra familia (y a veces ni eso) acaben convirtiéndonos en bestias de corral.

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¿Bulo? de Irene Montero contra Gabriel Rufián (y su contexto)

¿Bulo? de Irene Montero contra Gabriel Rufián (y su contexto)

Nuestra historia comienza con este tweet de Irene Montero x.com/IreneMontero/status/1954875112634868196

Cuando lo leí, creí que lo entrecomillado eran palabras textuales de Rufián. Y creo que cualquiera pensaría lo mismo. Si pones una cita al lado de la cara de un personaje, cualquiera piensa que es su autor. Luego, si lees el artículo de Diario Red que enlaza, te enteras de que las palabras entrecomilladas son de Echenique satirizando a Rufián. Lo malo es que, como buena parte del público es poco propenso a leer el texto del artículo cuando le ofrecen un titular que lo resume, mucha gente acabó creyendo que Rufián era el autor de las palabras. Por suerte, alguien añadió una nota correctora al tweet para aclararlo:

¿Fue un error involuntario o manifiesta mala leche lo que llevó a Irene a actuar así? En principio podría parecer lo primero, pues Rufián ha dicho incontables veces que le encanta Irene, que es fan suyo y que debería ser la próxima presidenta del gobierno. Sin embargo, yo creo que obró con mala intención. Basta comprobar la retahíla de altos cargos de Podemos, comenzando por Pablo Iglesias, que retuitearon el mismo artículo atacando a Rufián, al más puro estilo #asinoinigo . Pero ¿por qué ahora Rufián es el enemigo?

El motivo es su iniciativa de organizar una coalición electoral que agrupe a todos los partidos de izquierdas, incluidos los soberanistas www.infobae.com/espana/2025/07/22/en-que-consiste-la-coalicion-de-izqu A Podemos le ha sentado como un tiro (el mejor resumen está en estas declaraciones de Iglesias www.youtube.com/watch?v=gnTh72qm2u8 ) y, a partir de entonces, su trato hacia Rufián ha cambiado diametralmente, de la complicidad al ataque abierto ¿Por qué? No pocos analistas sostienen que el partido ya ha decidido acudir en solitario a las generales. El sentir de sus tuiteros es unánime, como podemos ver en las respuestas a este tweet de Sánchez Mato x.com/carlossmato/status/1955058674805641443

Todos sabemos que el sistema electoral español penaliza a los partidos que no alcanzan en torno al 15% de los votos, y penaliza brutalmente a los que no llegan al 10%. La mezcla de Ley D´Hont y circunscripciones provinciales con pocos diputados en juego provoca el desastroso efecto de que un partido con el 8% de los votos repartidos por todo el país, acabe teniendo el 2% de los escaños, mientras que un partido con el 30% disfruta del 40% de éstos. Y, como digo, un partido con el 15-16% suele obtener una representación equivalente, sin penalización ni privilegio.

Todas las encuestas dan a Podemos entre el 4 y el 7% de los votos, y a Sumar un poquito más, pero en esencia lo mismo. Es obvio, por ende, que si ambas formaciones van por separado perderán numerosos escaños que irán a parar a PPVox. El 13-15% de gente que apoya a la ultraderecha no tendrá ese problema, pues van todos juntos con Vox. En un contexto donde la izquierda lo tiene extremadamente difícil para revalidar el gobierno, la ausencia de una coalición entre ambos partidos (mas IU y otros minoritarios, evidentemente) implica regalar el gobierno a Abascal y Feijoo con toda certeza. Pablo Iglesias lo sabe mejor que nadie.

¿Por qué pretenden concurrir solos, entonces? Se dice que Iglesias cree que, con PPVox en el gobierno, Podemos (y sobre todo Canal Red) pueden capitalizar el descontento popular fruto de la represión y los recortes sociales. Muchos suscriptores nuevos para el canal y nuevos militantes para el partido. Sacrificar un país para obtener réditos económicos y políticos sería ciertamente mezquino, aparte de inútil, pues las viejas caras de Podemos están más que amortizadas, empezando por la de Irene Montero. Rufián me resulta mucho más simpático, entre otras cosas porque no destila prepotencia ni te habla con una permanente mueca de enfado, se abre a dialogar con quienes no piensan exactamente como él, no los sataniza en cuanto discrepan lo más mínimo y (lo que es aún más importante) se centra en los problemas reales del ciudadano, que no son el "todes" sino la cesta de la compra. Ojalá haya coalición de izquierdas y la lidere alguien con su talante. De lo contrario, estamos muertos.

(Una última apostilla. Vito Quiles persigue a Rufián y a los dirigentes de Podemos. Los dirigentes de Podemos le tiran el micrófono, mientras que Rufián le contesta con inteligencia y le deja en ridículo. Vito Quiles llama a Ndongo para que se acerque a los dirigentes de Podemos y les rete a tirarle el micrófono. No lo hacen porque es muy fuerte físicamente. Quedan doblemente mal: por responder a una pregunta, por burda y maliciosa que sea, con un acto de fuerza física contra un tirillas, y por no atreverse a hacer lo mismo con el fortachón africano. Rufián, por el contrario, derrota a Quiles con sus propias armas. Ahí está el camino).

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¿Es razonable forzar a "niñes" de 13-15 años a ducharse juntos? Sobre el udaleku de Bernedo (Álava)

Esta mañana, leyendo el twitter de Barbijaputa, encontré el siguiente artículo que, debido a su rápida viralizacion, ahora mismo no es accesible al haber petado el servidor que lo alojaba, y que por tal causa paso a copiaros aquí para, seguidamente, plantear algunas reflexiones personales:

LA PESADILLA DE UN CAMPAMENTO DE VERANO (Fuente elcomun.es/2025/09/05/la-pesadilla-de-un-campamento-de-verano/ ):

Creo que casi todos estaréis de acuerdo conmigo en tener un buen recuerdo de las colonias, campamentos de verano o udalekus, como los llamamos en Euskadi. Dos semanas en un entorno nuevo, conociendo nuevos amigos, soltándonos por primera vez de la mano de nuestros padres y viviendo aventuras de las que hablaríamos el resto del año. Y es por esa razón que animamos a nuestras hijas e hijos a ir, y les apuntamos con toda la ilusión.

Con toda la ilusión y una punzada de miedo en el estómago, los dejamos en manos de desconocidos durante muchos días, pero también recordamos que hay instituciones detrás, la experiencia de muchos años, y las nuestras propias que fueron buenas. Y normalmente sale bien y nuestros hijos disfrutan.

Pero este verano algo ha ido terriblemente mal en el udaleku de Bernedo (Álava) del 8 al 23 de agosto. Hace una semana se puso en contacto conmigo la madre de una niña que estuvo allí, a la que llamaré aquí Ane. Era el turno de los menores de 13 a 15 años, y lo que empezó a contarle su hija de 15 años según se bajó del autobús el 23 de agosto hizo que se pusiera inmediatamente en acción para denunciarlo, y nosotras estamos aquí para darle voz.

Unas 80 niñas y niños, divididos en dos habitaciones grupales y dos baños grandes con duchas abiertas. No solo las habitaciones eran mixtas, también lo eran los baños y por ende, las duchas. Les obligaban a ducharse en grupos mixtos y desnudos, palabras textuales “porque podía haber alguna persona trans que se sintiera categorizade”. No valieron de nada las protestas de muchas niñas y también algunos niños ni las peticiones de ducharse en bañador (antihigiénico). Les dijeron que “bastante tenían con que los váteres tuvieran puerta”. Tampoco les dejaban ducharse en los vestuarios de las piscinas del pueblo cuando iban allí, que según las niñas eran los únicos momentos en los que podían ir al baño tranquilas. Los espejos estaban inutilizados, habían pintado encima porque les tenía que dar igual el aspecto que tuvieran, y en uno de ellos había pintada una mujer abierta de piernas con el texto “On Egin”, “que aproveche”.

Pero eso no es todo. En ningún momento les dejaron contactar con sus padres. La hija de Ane tuvo unos mareos y ni los monitores contactaron con Ane ni la llevaron a una revisión médica. Como tampoco lo hicieron con otra niña que se hizo un esguince. Y para rematar, una niña sufrió acoso sexual por parte otro niño y nadie hizo absolutamente nada, salvo obligarla a ducharse desnuda con él.

Por supuesto, tanto Ane como otras madres y padres se han puesto en contacto con los responsables, y a continuación copio, con su permiso, extractos de las respuestas que han recibido:

“Para poder entender el funcionamiento del campamento es importante tener el conocimiento de cómo son las instalaciones: disponemos de dos habitaciones grandes y dos baños grandes con 6 duchas no individuales. Para facilitar el funcionamiento del campamento nos organizamos en los llamados grupos naturales. Estos grupos se mantienen durante todo el campamento para que les jóvenes tengan sus monitores de referencia para hacer cualquier tipo de actividad, entre ellas las duchas. En las habitaciones también duermen por grupos y sin separar por sexo o género como se hace en la gran mayoría de los campamentos.

No creemos en la división por géneros, ya que creemos en una educación feminista e igualitaria y esta división deja fuera a varios cuerpos e identidades. Es por ello que en las duchas y en las habitaciones aplicamos la misma filosofía. Entendemos que esta propuesta pueda generar incomodidad entre les jóvenes y es por eso que nunca les obligamos a desnudarse. Es verdad que se les propone quitarse los bañadores una vez entran a la ducha, como medida para garantizar una mayor higiene.”

Respecto al caso de acoso sexual, la respuesta ha sido la siguiente:

“Sentimos profundamente lo ocurrido en los udalekus y todo el dolor que esto ha causado. Estamos realmente preocupades y dispuestes a hablar en torno a lo sucedido y nuestras maneras de gestionar las diferentes situaciones. En todo caso, debemos recalcar que somos un grupo grande de gente voluntaria que funciona de manera asamblearia y, por lo tanto, necesitamos tiempo para poder tomar decisiones consensuadas y contrastadas.

Queremos hacerte saber que en el momento en el que recibimos tu mensaje activamos el protocolo del que disponemos contra las agresiones.”

Desde El Común hemos intentado contactar con los responsables de este campamento para informarles de que íbamos a publicar lo sucedido y que nos pudieran dar su versión. Nadie ha contestado a nuestras llamadas y nuestro correo electrónico tampoco ha recibido respuesta.

Una vez expuestos los hechos, permitidme que os diga que yo también estoy indignada. Y desde aquí interpelo a las tres diputaciones vascas, las responsables últimas de estos udalekus, a que asuman responsabilidades y tomen cartas en el asunto para que no vuelva a suceder. Es que ni haciéndolo a propósito se encuentra un grupo de monitores (qué bien que ahí tienen la letra “e” incorporada) tan irresponsables, inútiles y dañinos. Han obligado a 80 niñas y niños (no olvidemos, de una generación mediatizada ya a su edad por la pornografía), a ducharse juntos y desnudos en una etapa de cambios en el cuerpo, primeras menstruaciones, etc., todo en aras de supuestas incomodidades trans que ni estaban ni se les esperaba. No han visto un caso de acoso sexual delante de sus narices y dicen que activan el protocolo ¡dos semanas después!. Han dejado desatendidos problemas médicos y les han tenido aislados de sus padres.

Ignoro qué formación se les da a estes persones voluntaries, pero parece evidente que es totalmente insuficiente. Hablar con la “e” y creer que el feminismo y el progreso es obligar a niñas y niños a ducharse juntos y desnudos mientras les hablan de cuerpos equivocados no les capacita sino todo lo contrario.

Y por culpa de estes modernes inútiles, hay un montón de niños que han pasado unos días para olvidar, en lugar de haber disfrutado libremente, que era lo que les correspondía.

Y ahora unas cuantas reflexiones para que debatamos. Cuando el pensamiento dogmático sustituye al análisis racional de la realidad, nacen los monstruos y las situaciones abyectas. Cualquier persona con los pies en la tierra sabe que los adolescentes tienen las hormonas por las nubes. A los 13 años, es difícil evitar comerte con los ojos a tus compañeros/as más atractivos, y mucho más difícil resulta no pajearte pensando en ellos/as. A los 15 años no pocos chavales ya han perdido la virginidad. Y, precisamente por ello, muchos/as perciben como una experiencia absolutamente traumática que les obliguen a desnudarse (pues les forzaban a quitarse el bañador durante la ducha) junto al zanguango/a que se pasa el día mirándoles el culo con la lengua fuera. Traumática y vulneradora de sus DERECHOS HUMANOS, entre los cuales está la libertad e indemnidad sexual que, como es obvio, abarca el derecho a mantener un ámbito de intimidad tan elemental como el de proteger tu desnudez de los ojos de aquellos con quienes no deseas compartirla por pudor y por conciencia de que despertará deseos y situaciones violentas, denigrantes y dolorosas para ti.

Si esto se hiciese con adultos (por ejemplo obligar a empleados y empleadas a ducharse juntos en aquellas empresas donde es preciso durante la jornada laboral), todo el mundo pondría el grito en el cielo y los tribunales empapelarían al responsable. Pero es que hacerlo con adolescentes es aun peor. Porque están más salidos y, a la vez, poseen menos madurez y autocontrol que cualquier adulto, lo cual dispara las situaciones de peligro. Obligar a 100 críos a someterse a semejante despropósito obviando el ataque contra su dignidad y el riesgo de abusos sexuales que implica (de hecho, una chica los denunció), es una locura. Incluso si hubiese alguna persona trans entre ellos (que por lo visto ni siquiera es seguro que la hubiese, pues las duchas colectivas y obligatorias eran la política de la casa). Si hubiere algún campista trans y ello quedase debidamente acreditado, veo razonable que, si se define como mujer, se le permitiese usar los baños de las chicas (respetándose el derecho de aquellas que así lo solicitasen de ducharse en un horario diferente). Pero forzar a todos los campistas, heterosexuales en su inmensa mayoría y con las hormonas desatadas, a compartir duchas, constituye un ataque contra sus derechos humanos y su dignidad personal que solamente desde el fanatismo más irracional y alejado de la realidad puede justificarse. Avanzar en derechos es bueno, pero siempre que no se pisoteen con ello derechos universales que desde el siglo XVIII parecían estar claros.

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Un suicida en el hostal

Llegué a Barcelona una tarde de noviembre, con el fastidio de saber que no podría disfrutar de la ciudad porque mi estancia tenía un fin muy concreto y determinado en el tiempo. Llegar, dormir, leer mi ponencia en aquel congreso y coger el tren para volver a mi tierra. Siempre es irritante pasar como una hoja muerta de un día de otoño por un lugar tan lleno de riqueza y diversidad, sin poder disfrutar de ellas.

Entré en el humilde hostal que me había buscado para pernoctar (una noche se pasa en cualquier sitio) y el encargado me indicó que mi habitación era la 25. Cogí las llaves y me dirigí a ella. Encontré la puerta entreabierta. La traspasé y encontré la luz del baño encendida. Alguien trasteaba dentro. Me asomé para advertirle de que esa habitación era mía y debía abandonarla...y me encontré a un hombre de unos 40 años mirándose al espejo y con una pistola apuntando a su sien. No pude evitar un grito semiahogado, lo cual provocó que pusiese sus ojos sobre mí y me apuntase con el arma.

-¿Qué haces aquí? He pagado por esta habitación hasta mañana a las 12- Me preguntó con una voz incomprensiblemente calmada.

-Le pido mil disculpas, abajo me dijeron que mi habitación era la 25...

-Pues se equivocaron. Ahora tendrás que quedarte hasta que termine lo que debo hacer. No quiero que armes un lío y acabes atrayendo público.

-¿Va a...suicidarse?

- Voy a morir, igual que tú. Simplemente yo he decidido hacerlo un poco antes.

-¿¿Quiere decir que va a matarme??

-No seas idiota, he dicho que voy a morir un poco antes que tú. Si ya estoy muerto no puedo matarte.

-Claro...¿Pero por qué quiere hacerlo?

-Porque el mundo me pesa demasiado. Nací enmedio de arenas movedizas y no moví un dedo para salir de ellas. Ahora estoy hundido hasta las cejas.

-Pero usted es joven, seguramente le queda más de la mitad de la vida y con ese tiempo...

-Yo soy como soy, y siempre seré así, sea joven o viejo. Soy un engendro con ojos pero sin manos. Con hambre y sed, pero sin boca para saciarlas. Cuando era joven pude haber intentado abrirme a cuchillo una boca en mi cara deforme. Pero dolía demasiado y no me atreví. Y ahora los recuerdos son demasiado insoportables.

-¿Qué recuerdos?

-¿De dónde nace la melancolía? ¿Cuál es el origen de la insoportable sensación de pérdida que termina matando en vida?

-Supongo que el origen está en aquello que tuvimos y perdimos.

-Y en lo que nunca tuvimos pero siempre deseamos. Se puede vivir o se puede sobrevivir. Yo siempre me he limitado a sobrevivir. He anhelado muchísimas cosas. He amado con toda el alma. Pero nunca he podido pelear por lo que quería. No tenía las armas, no nací con ellas. Por eso he vivido intentando olvidarlas. Pero es imposible.

-Ninguno tenemos la vida perfecta, pero ésa no es razón para matarse...

-Renuncia, silencio e impotencia. Esas tres palabras resumen mi vida. No pienses que soy un mendigo, a día de hoy tengo un trabajo que me permite vivir. No es el que me gustaba, pero las circunstancias me lo pusieron delante y no tuve el coraje de perseguir mis sueños, entre otras cosas porque no tengo el talento necesario. Ni siquiera lo tengo para este trabajo, pero hay mucha mediocridad en quienes lo realizan, y la mía no se nota en exceso.

Mira, se puede disfrutar con un solo de violín sin saber tocarlo, simplemente escuchándolo. Pero no se puede disfrutar un abrazo sin compartirlo con alguien. Las cosas más esenciales de la vida requieren que seas su protagonista, y no un mero espectador. Yo he sido estatua de piedra condenada a observar aquellos rayos de luz que, si no puedes tocarlos, se clavan como puñales en tus ojos.

He sido una sombra hecha de miedo. No he besado por miedo al rechazo. No he tomado mi camino por miedo a que sus piedras me hiciesen detenerme con los pies destrozados a su mitad. No he pensado por miedo a descubrir mi estupidez. He sido un hombre que soñaba con ser filósofo pero sufría cada vez que su mente le pedía pensar, pues era consciente de su incapacidad.

-Aun si todo eso fuera cierto, creo en la posibilidad de ser felices con los recursos que tenemos, la clave está en explotarlos al máximo.

-Demasiado tarde. No puedo olvidar a la mujer a quien más amé, que ahora está casada con otro. No puedo olvidar las décadas perdidas, en las que me he limitado a vegetar, a vivir como un gusano, a agujerear la tierra para buscar sucio alimento. Y lo peor de todo es que no puedo olvidar al hombre que provocó todo eso. Soy yo, y sigo siendo el mismo. Mi cerebro sigue estando igual de atrofiado, porque nació así. Mi corazón sigue siendo igual de cobarde, porque nunca me atreví a pelear para curtirme. Es mi naturaleza, cobarde e impotente...y a la vez tan sedienta del agua que nunca podré beber.

-Lo cobarde es dejar el mundo.

-Te equivocas, estoy haciendo acopio de los posos de valentía que quedan en mí para tomar esta decisión. Alcanzar una conclusión como la que acabo de contarte y seguir viviendo, conlleva una vida miserable. Una muerte lenta y gradual que termina haciendo polvo cualquier resto de nobleza y dignidad. He vivido como un cobarde, pero he decidido morir como un valiente.

-Pero...

-Aquí concluye esta conversación. Sólo me permitiré darte un consejo: cuida tu tiempo para no llegar al punto de que la desolación anide tan fuertemente en tu ser que termine presentándote como imposible cualquier salida. Vive todo lo que yo desconozco, todo aquello cuya lejanía ha vuelto insoportable mi vida. Y no abandones este mundo con la mochila vacía. En el fondo, los recuerdos son lo que te vuelve inmortal. Por eso estoy muerto.

Me miró a los ojos con una triste sonrisa y apretó el gatillo.

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La conexión cerebral Rivera-Rajoy

Ayer me impresionaba la estupidez de Rajoy al enviar un operativo policial claramente insuficiente a usar la violencia para impedir votar a millones de ciudadanos. Hoy Rivera la ha igualado, y además con un razonamiento tremendamente similar al suyo.

Pretende Rivera disolver el Parlamento catalán por la fuerza para convocar elecciones. Sin duda los ciudadanos sometidos a semejante atropello le recibirán con los brazos abiertos y usarán su voto para agradecérselo. Y desde luego que nadie votará a los partidos independentistas movido por la rebeldía y la indignación.

Es infame disolver un parlamento porque su composición choca con los intereses de ciertos partidos. Pero es de idiotas pensar que, la misma población humillada por tal atrocidad, votará a sus promotores semanas después de ejecutarse. La misma estupidez que movió a Rajoy a pensar que los votantes del referéndum huirían ante la mera visión de unos cuantos antidisturbios.

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La razón de la fuerza y el gobierno de los penúltimos

Sólo hay una cosa más humillante para los catalanes que la suspensión del autogobierno en sí. Y es que van a ser gobernados por el penúltimo partido del parlamento en numero de votos.

Luego está lo de intervenir TV3. Tal vez piensen que poniendo un Urdaci al frente, lograrán generar un volumen de propaganda suficiente para que Arrimadas sea presidenta. Es una idea tan ingenua como mezquina.

Tener al frente de las instituciones a trileros que tapan sus miserias con banderas, lleva a desastre como este. Cataluña ha estado gobernada en los últimos años por un partido genuinamente corrupto. España también. Cataluña ha sufrido los mismos males que el resto del país por parte de quienes la gobernaban. Pujol y su delfín Más, Aznar y su delfín Rajoy, expoliaban sus respectivos territorios tras compartir comilonas con el Borbon padre. 

Si fuesen los pueblos, y no la morralla que los dirige, quienes se hablasen de tú a tú, lograrían encontrar juntos las soluciones a sus problemas comunes y, a la vez, construir un sistema de convivencia donde todos cupiesen. Pero, desde siempre, los malos gobiernos se han sentido encantados cuando los ciudadanos percibían como amenazas o enemigos a personas igual que ellos. Mientras esto sucede, no se dan cuenta de quienes son sus auténticos verdugos.

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Lo que hay que saber... Y lo que no. (Un relato demasiado sincero)

Ya lo decía el viejo Quohelet, aquel agorero que se regodeaba en recordar que todos los ríos van al mar pero el mar nunca se llena. Ya lo decía Quohelet: donde hay mucho conocimiento hay mucho dolor. Donde hay mucha ciencia, hay mucho sufrimiento. 

Y donde no, también. Eso olvidó añadir.

Dicen que la ignorancia nos iguala a los animales, y que volver la espalda a la realidad nos convierte en esclavos, porque esclavo es el que no es dueño de su vida sino que pertenece a un amo que piensa y decide por él. Dicen que no hay nada peor que ir a la cárcel sin conocer el plazo, o esperar la ejecución sin saber a ciencia cierta en qué fecha vendrá el verdugo a convertir un corredor en laberinto. 

Puede ser.

Pero dicen también que sólo lo inesperado puede contener algún mensaje, porque lo sabido es mudo. Y dicen que de toda prisión se puede escapar mejor que de la cárcel de uno mismo. Y dicen que a los cíclopes se les dio a conocer la fecha de su muerte y por eso perdieron toda alegría. Y un ojo.

¿Es mejor saber o no saber?

Es mejor saber lo que hay que saber. 

Esa es la respuesta. La única buena.

Saber, por ejemplo, que nuestro hijo tiene dos años, que está cada día más guapo y que ya dice algunas palabras. Saber que de pronto empieza a comer peor que de costumbre y que parece que se ha puesto enfermo. Eso es saber algo importante. 

Saber que después de recorrer centros y hospitales, de hacer análisis y más análisis, de ponerle todas las vacunas contra los virus infantiles de guardería, y de probar todos los remedios modernos y caseros de que nos han hablado, sigue enfermo.

Saber que hay que alegrarse cuando el pediatra decide al fin examinarlo a fondo, porque parece que no es una de esas enfermedades sin importancia que contraen los niños. Deberías irritarte porque no lo hubiera hecho antes. Deberías agarrarlo por las solapas de la bata y decirle cuatro palabras, después de las semanas que has pasado, pero te alegras porque sabes cómo es el mundo y sabes que tienes que alegrarte. Lo sabes y te alegras de que lo hayan examinado ahora en lugar del mes que viene.

Saber llorar cuando te dice el médico que el niño tiene una cardiopatía congénita. Te lo explican con media docena de tecnicismos que no entiendes, y hasta te muestran unos cuantos dibujos que no te dicen nada, porque eres incapaz de imaginar a tu hijo como algo más que su carita sonriente. Pero es igual. Sabes que es grave. Sabes que puede ser incluso muy grave y palideces como si la piel fuese alérgica ala sangre.

Saber llorar y saber tener esperanza. Porque hay esperanza y hay que saber creer en ella, aunque sea escasa. Aprender a creer en algo: eso sí que es tarea difícil. Pero lo necesitas a toda costa y aprendes. Y al final sabes creer en esa esperanza. Y crees con la furia de los conversos, con el fervor de los alcanzados por el rayo.

Saber que no responde al tratamiento. Que la enfermedad es grave, que el médico tuerce el gesto cuando revisa la analítica y la radióloga mira a otro lado cuando buscas su mirada, que el niño se seguirá apagando hasta encontrarlo frío un día en la cuna. Hay que saber eso.

Saberlo de veras es asumirlo. Tener conocimiento de una cosa no es saberla. Hay que saberla por dentro, no por fuera. Saber es interiorizar, poner dentro lo que está fuera. Pero poner dentro algo así es como tragarse una granada de mano después de quitarle la anilla. Y sonriendo, además, porque no quieres que el niño te note nada. Te tragas la granada y dices “mira qué rica la golosina que se ha comido papá”.

Y finalmente lo sabes. Te ha costado, pero al fin lo sabes. Juegas con él sabiendo que cada día puede ser el último, y te desesperas imaginando un ataúd blanco. Y lo abrazas más de la cuenta, como si lo quisieras más porque se vaya a morir que si estuviera sano. Sabes que es una tontería, pero lo sigues abrazando. ¿Desde cuando los abrazos saben lógica?, ¿desde cuando tienen miedo a surgir de tonterías?

Y te dicen que existe aún una esperanza.

Y entonces cambias el saber por el esperar. Si saber ya era difícil, esperar es tarea de héroes. 

Porque se trata de esperar. Esperar que muera algún niño de su edad. De otro mal cualquiera. En un accidente de tráfico. En un accidente doméstico. De uno de esos tumores infantiles que se disgregan y subdividen a dos veces la velocidad de la luz. Lo que sea. Da igual.

Y te conviertes en un buitre esperando que se muera el hijo de otro y te quiera ceder un corazón. Y sabes que lo deseas. Te lo niegas. Pero sabes que es así. 

Lo deseas. 

Entonces es cuando sabes demasiado y quisieras ser un ignorante. 

Tratas de no pensar en ello y el deseo de apartarlo de tu mente te hace tenerlo presente a todas horas.

Pero pasa el tiempo y el corazón no llega. Maldices entre dientes y entre lágrimas. Maldices en voz baja porque no te atreves a quejarte de que no se muera otro niño. A falta de mejor remedio se te ocurrió rezar y te sentiste un blasfemo. Ya ni a rezar te atreves: Dios no es para ti, porque pides un mal; el diablo no es para ti, porque lo pides para un bien. Mejor dejarlo.

Y entonces un día te enteras de que quizá no sea preciso esperar. Alguien te informa de un par de cosas que no deberías saber y te pones al corriente. Quisieras no saberlo, pero preguntas, y haces unas cuantas llamadas. No quieres saberlo pero crece la avidez de conocimiento. 

Y sabes al fin que en algún lugar de Centroamérica te venden un corazón. Te horroriza pensar que se puedan vender esas cosas. Te parece espantoso mientras preguntas el precio aunque no lo quieres saber. Te dicen cuanto costaría con absoluta frialdad. Y lo puedes pagar.

Y sabes que los corazones de niños de dos años no crecen en los árboles como las manzanas. Ni son bulbos como las cebollas. Ni tubérculos como las patatas. Los corazones de niños de dos años crecen en niños de dos años, por supuesto, pero esa es una evidencia a la que no eres capaz de llegar. Lo intentas pero no puedes. No consigues saberlo.

Prefieres ser ignorante. Y creer que lo sacarán de la tierra con una azada. Llegas a creerlo. Lo crees de veras, con toda el alma. A veces incluso lo imaginas: un corazón palpitante saliendo de la tierra y un campesino moreno que te lo ofrece con una sonrisa reluciente.

Y compras el billete de avión convencido de que así es: saldrá de la tierra y lo sacarán con una azada. No puede ser de otro modo. Es impensable que sea de otro modo. No sería lógico.

Y pagas. 

Y le hacen el trasplante a tu hijo en una clínica privada, aparentemente imposible en un sitio así. Una clínica moderna y reluciente con médicos de peinado impecable y enfermeras sonrientes. No puede existir tal cosa en semejante sitio, pero sí que es posible. Y sabes por qué es posible. Y prefieres no saberlo, pero pagas, y lo sabes.

Y estás un mes allí, casi dos. Y no miras a la gente. Y te dices que el menor de doce hermanos ha salvado del hambre a los otros once, pocos segundos antes de que se lo llevase el tifus. Un minuto antes de que lo atropellara un autobús. Justo cuando iba a destrozarlo un meteorito. Cualquier cosa te vale. Te vale lo que sea.

Y te dices que has hecho un bien. Y sabes que te lo has hecho. No cabe duda de que es un bien.

Y tu hijo te sonríe cuando vuelves a casa. Y con el ronroneo de los motores del avión se queda dormido. No puedes apartar los ojos de él mientras duerme.

Y sabes que has hecho lo que tenías que hacer.

Tu hijo está contigo y te sonríe: sabes lo que tienes que saber. Y te gustaría no saber más.

Sólo falta encontrar a quien te venda la ignorancia. 

Sólo eso.

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Si no recuerdo mal, escribí este relato en 2011. Lo comparto con vosotros para cumplir mi promesa de dejar de escribir relatos chorras, y por aquello de poner un ejemplo de cambio de registro para todos los colegas con los que he estado hablando estos días de eso.

Normalmente tengo más éxito como humorista o satírico. Pero me pasa, me temo, como a los grandes del Heavy: que al final se les recuerda por las baladas.

Qué le vamos a hacer.

;-)

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Juan Carlos Yoldi y Puigdemont. De bombas, votos y delitos graves

Juan Carlos Yoldi fue condenado a 25 años de cárcel por integración en banda armada, depósito de armas de guerra y estragos con resultado de lesiones graves. Era miembro de un comando de ETA en la zona de Guipuzcoa y, con sus propias manos, colocó bombas que provocaron graves heridas a personas inocentes.

HB lo integró en sus listas al Parlamento vasco y, tras ser elegido parlamentario, le presentó como candidato a Lehendakari. Pidió a la Justicia que le dejase acudir a la sesión de investidura. El Tribunal Supremo le autorizó a ello. Yoldi acudió y sólo obtuvo los votos de HB. Eran los años 80, con el 23-F muy reciente, atentados de ETA diarios y las reminiscencias del franquismo muy vivas, dada su proximidad temporal.

Carlos Puigdemont convocó un referendum y declaró la independencia de Cataluña mediante un acto simbólico que no tuvo efectos jurídicos algunos (sus propios promotores lo concibieron como mero brindis al sol, hasta el punto de que ni siquiera se atrevieron a retirar la bandera española del Palacio de la Generalitat pese a las peticiones de miles de manifestantes concentrados frente a ella). Ha pedido al juez que le permita acudir a la sesión de investidura, aún a sabiendas de que, en cuanto lo haga, será inmediatamente detenido. Solamente le pide ese pequeño paréntesis de libertad. Cabe destacar que Pugdemont cuenta con la mayoría del Parlament a su favor, y que estamos en el siglo XXI, muy lejos de los años de plomo donde ETA mataba cada semana. También cabe resaltar que ni Puigdemont ni los independentistas apoyan o han ejercido la violencia.

Si en el citado contexto el juez le deniega el permiso, y con ello impide a la mayoría parlamentaria (sostenida por millones de votos) elegir al candidato que quieren, podremos afirmar sin género de duda que nos encontramos más cerca del franquismo de lo que lo estábamos en los 80. Negar un permiso de unas horas cuyo fin es que el derecho de participación política de millones de personas no se vea malogrado, es propio de una dictadura. El Tribunal Supremo lo sabía en la época de Tejero. Veremos si lo sigue recordando en la época de Rajoy y Rivera.

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Los urbanitas y el precio de la vivienda

Llevo un tiempo repitiéndolo en los comentarios, y quiero tomarme este espacio para explicarlo con mayor profundidad: vivir en las grandes ciudades tiene un coste, aunque sólo sea por competir con el resto de personas que demandan tal privilegio, y no estoy dispuesto a que me vendan la moto de que la vivienda es cara sólo porque en Madrid o Barcelona sea cara.

Sé de sobra que hay mucha gente que no tiene más remedio que vivir en una gran ciudad porque es el único sitio donde puede encontrar trabajo en lo suyo. Sé muy bien que otros viven en grandes ciudades porque eso mismo le pasa a su pareja, o porque necesitan algo, un tratamiento, por ejemplo, que no se ofrece en otro lado. Ok. Nada que decir contra las necesidades de cada cual.

Pero me consta, personalmente y en general, que hay muchas personas que quieren vivir en grandes urbes porque les mola, porque las encuentran más ricas, más variadas, y con más oportunidades de todo tipo. Tampoco tengo nada que oponer, ¿pero de qué coño se extrañan cuando ven que los precios de la vivienda se suben a las nubes? Si compras un teléfono con más opciones, lo pagas. Si compras un coche con más prestaciones, lo pagas. Si quieres ventajas, las pagas. ¿Por qué eso es extraño, o lo parece, con la vivienda?

Cuando se habla de viviendas desocupadas, se da una cifra en bruto, olvidando, como ya dije, que las viviendas desocupadas están en Zamora y la demanda en Madrid. Puede que haya también muchas vacías en Madrid, no lo niego, pero si están vacías es porque nadie ha incentivado, realmente, que se ocupen.

Algunos urbanitas parecen pensar que su derecho a la vivienda lleva tatuado un código postal. Y no es así: en León te encuentras buena vivienda por 400€, y en la montaña, ya lo he dicho, una casa con jardín te puede costar 120€ al mes. Pero todos se acogen, de inmediato, a la falta de trabajo. Muy bien. ¿Pero de veras no hay jubilados en Madrid de alquiler? ¿Son todos propietarios? ¿No les vale más la pena alquilar su casa y marcharse a un pueblo de Segovia para alquilar su domicilio habitual y engordar así su pensión? No quieren. Ok. Cojonudo. Que lo paguen.

¿No hay camareros en Barcelona que podrían seguir siendo camareros en Falset, Tarragona, por un alquiler tres veces menor? Pero les mola más Barcelona que Falset o Sant Carles de la Rapita. Bueno, pues que lo paguen.

¿No hay taxistas en Madrid? ¿No hay mecánicos y guardias civiles?, ¿No hay profesores de instituto, comerciales, y oficinistas? ¿no hay dependientes de comercio que han emigrado de su pueblo para malvivir en un zulo de mierda? Sarna con gusto no pica, chavales, porque puestos como esos los había y los hay también en Pontevedra, en Jaén y en Huesca.

No nos contemos chorradas: los que viven en una gran ciudad por imperativo vital no pasan del 20%. El resto están allí por elección propia. Y las elecciones tiene un coste. Cada cual tome sus decisiones y las pague. En responsabilidad y libertad. Pero sin cuentos, por favor, que ya estamos mayores.

menéame