
Losantos publica hoy en El Mundo una columna de título "Ninguna rehén ha vuelto viva" donde se señala que ninguna mujer rehén de Hamas en Gaza ha salido con vida. Esto es un bulo que ha sido rotundamente desmentido: en el último intercambio no había mujeres porque estas fueron liberadas en intercambios anteriores.
x.com/elbarroquista/status/1978075637261717939
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Porque, tal como temía en un primer momento, son daños muy preocupantes y no será ni fácil ni barato revertirlos para garantizar la conservación de la obra.
Aclaración:
- No he visto el cuadro en persona.
- Estoy en conversación con restauradoras, por si se me escapa algo.
- La información que comento la ha dado la técnico del museo Regina Zurdo a Europa Press (vídeo al final).
En un ataque de estas características se pueden producir daños muy diversos. Voy a ordenarlos un poco, desde lo que a mi juicio es "menos grave" a lo que a mi juicio es "más preocupante".
Veréis que el tema es muy delicado.
Intentaré evitar el lenguaje técnico. Es posible que no sea preciso con las palabras, pero pretendo que todo el mundo pueda entender los problemas.
Por supuesto, toda corrección es bienvenida.
Aclaro que el cuadro, como suele ser normal, no tenía cristal de protección.
No es habitual poner cristal. Porque es muy caro. Porque no todos los cuadros lo admiten. Porque perjudica el visionado de la obra. Y por muchas otras razones.
Vamos con los principales daños que ha sufrido la pintura.
1. Como el cuadro del Museo Naval no tiene vidrio protector, el primer daño es superficial.
La propia pintura lanzada, y la primera limpieza rápida de urgencia, han arrastrado suciedad superficial, de manera que ahora el cuadro tiene manchas.
Esto, aunque no hubiese más daños, ya obliga a practicar una limpieza superficial completa al cuadro, más lenta, para igualar toda la superficie.
Esta limpieza lleva días o semanas (si se "complica") y tiene un coste de miles de euros.
2. Pero es que, además, la pintura lanzada ha dañado el barniz (lo ha "pasmado", lo ha vuelto opaco).
Se ven claramente los chorretones por donde la pintura arrojada ha ido modificando el barniz y dejando un rastro fácilmente visible.
Esto afecta seguramente a toda la superficie que entró en contacto con la pintura lanzada.
Obliga, una vez realizada la limpieza anterior, a cambiar el barniz: retirar el que tiene y barnizar de nuevo. Proceso delicado.
Más semanas y miles de euros.
3. Al arrastrarse la pintura que le han lanzado, ha levantado trozos de pintura, restauraciones anteriores y también ha dañado el marco.
Estas manchas no salen con tanta facilidad.
Esto obliga a una limpieza integral. Seguramente haya que reintegrar ("cubrir" las lagunas que han aparecido). El marco hay que restaurarlo.
No hay garantías de que toda la mancha salga y no es recomendable dejarlo como está.
Y esto cuesta mucho dinero.
4. Pero el daño que, personalmente, parece más preocupante es que allí donde había poros o grietas en la pintura y el barniz, la pintura roja que le han lanzado ha penetrado.
Se ve en esta imagen.
Esa pintura llega a la preparación y al soporte. No es bueno que se quede ahí, porque puede provocar problemas serios a futuro.
Y no es sencillo quitarla. Es poco probable que se pueda eliminar totalmente. Requiere de una intervención compleja.
La suma de todos estos problemas (y algunos otros que no sean ahora visibles o que surjan durante la restauración) implica, como dije desde el primer momento, miles de euros. Y peligros para la obra.
Creo que hay que hacer pedagogía con esto. Y creo que no son buenas las noticias (erróneas) de que se arregló el problema "en tiempo récord".
Porque, como veis, no se ha arreglado. Se intervino de urgencia para que no se agravasen estos problemas que he explicado. Porque si la pintura se deja en la superficie, todo esto que hemos visto se agrava.
Pero queda mucho por hacer con ese cuadro.
Antes de acabar, quiero recordar que un ataque similar tuvo lugar en el Prado. Planeaban tirar pintura a un cuadro de Goya. El cuadro no tenía cristal.
De casualidad, al final pintaron la pared. Imaginad por un momento si hubiesen tirado pintura al Goya.
Es absolutamente falso que estos ataques sean inocuos. Da igual el tipo de pintura.
Y la gravedad de los daños, como vemos, no está para nada prevista por los vándalos. Es pura casualidad.
Un poco de rigor al hablar de estas cosas, por favor.
Aquí tenéis el vídeo en el que Regina Zurdo, conservadora restauradora del Museo Naval, explica los principales daños que hemos comentado.
Las imágenes proceden del vídeo.
P.s. Me apunta @LuRicone con toda la razón que este cuadro estaba en muy buen estado y no tendría previsto pasar por conservación en muchos años; pero ahora este cuadro tendrá que ser intervenido. Un gasto imprevisto y un retraso en las intervenciones en otras piezas.
En los últimos meses se ven noticias como que España es un hub cientifico lider en ensayos clinicos y que ya supera a Alemania(1)(2)(3). Este éxito es un motivo de orgullo, pero no estaría completo sin abordar la parte oscura y negativa que arrastra la ya conocida "Marca España" de la investigación: las malas condiciones laborales que, irónicamente, son el principal motor económico para que las farmacéuticas inviertan tan rentablemente en nuestro país.
La clave de la inversión y la alta concentración geográfica de los ensayos se sitúa principalmente en Madrid y Barcelona. Esta centralización provoca una doble desigualdad:
Actualmente, esta concentración es crítica, ya que solo Madrid y Cataluña acaparan el 56% de los hospitales que participan en ensayos clínicos oncológicos en marcha. Esta descompensación se traduce en enormes diferencias en las tasas de reclutamiento de pacientes entre Comunidades Autónomas. Sin embargo, promover la descentralización no solo busca la equidad del paciente, sino también la mejor calidad científica de los datos, ya que permite incluir una población más diversa de todo el territorio nacional, tal como se apunta desde el sector.
Como comenta Amelia Martín Uranga, directora de Investigación Clínica y Traslacional de Farmaindustria, “Es fundamental trabajar en ensayos clínicos descentralizados por el bien de los pacientes españoles independientemente de donde vivan” (4).
El factor decisivo para la rentabilidad de España es el coste del talento. Para trabajar en esta área es imprescindible disponer de una carrera relacionada con las ciencias (Biología, Medicina, Enfermería, Farmacia, etc.) y un Máster de Coordinación de Ensayos Clínicos (5), una formación de alta especialización.
A pesar de esta alta cualificación, los sueldos en Fundaciones asociadas a hospitales públicos, especialmente en Madrid, no se corresponden con el coste de vida. El salario neto de un coordinador de ensayos clínicos o similar se sitúa aproximadamente en 1.500€ netos al mes, y ahora indefinidos, pero hasta el cambio de modelo de contratos del Ministerio de Trabajo de Yolanda Díaz, con contratos por Obra y Servicio renovados anualmente, a donde desean volver muchas de las direcciones de estas fundaciones y la Comunidad de Madrid.
Este bajo sueldo se agrava por la rigidez en la conciliación. Aunque estos puestos implican en muchos roles una labor de gestión y documentación 100% teletrabajable o en otros roles al menos un 90% remoto, el teletrabajo está sistemáticamente negado por las Direcciones de estas Fundaciones, Hospitales y por la propias comunidades autonomas, en especial la Comunidad de Madrid.
La justificación que impera es la de la equidad negativa: si algunos empleados no pueden teletrabajar, entonces nadie debe hacerlo, incluso si funcionalmente el puesto es remoto.
Esta situación, combinada con un salario que no permite afrontar el alto coste de la vivienda en Madrid o Barcelona, obliga a estos profesionales a tomar decisiones de vida insostenibles: o bien compartir piso con otras personas, o bien trasladar su residencia a la periferia o a municipios muy alejados del área metropolitana. El resultado directo de esta elección es que el trabajador debe asumir un coste altísimo en forma de largos desplazamientos diarios (que pueden superar las dos horas al día). De este modo, la falta de teletrabajo se convierte en un impuesto invisible sobre el tiempo y la calidad de vida que el profesional cualificado debe pagar para subvencionar la rigidez y el bajo coste laboral del sistema.
Este veto al teletrabajo ancla a profesionales de alto valor a vivir en la zona de Madrid o Barcelona, forzándolos a competir en el mercado inmobiliario más caro de España con un salario que es inferior al salario mínimo bruto de otros países europeos (Francia: 1.800€ brutos/mes (6), aproximadamente 1400€ netos/mes, Alemania: 2.161€ brutos/mes (7), aproximadamente 1500€ netos/mes) para un puesto de alta cualificación.
El sistema se sostiene sobre dos pilares insostenibles:
Mientras este modelo persista, España será atractiva para la inversión extranjera, pero insostenible para el profesional. El sistema actual está abocado al colapso funcional por la imposibilidad de contratar y retener talento que se pueda permitir vivir en la zona con esos salarios y sin flexibilidad laboral.
Bibliografía:
(1) elpais.com/extra/eventos/2025-03-02/espana-lider-en-ensayos-clinicos.h
(2) elglobalfarma.com/industria/europa-situa-a-espana-como-pais-lider-en-e
(3) www.farmaindustria.es/web/reportaje/estas-son-las-10-razones-por-las-q
(4) www.farmaindustria.es/web/otra-noticia/es-fundamental-trabajar-en-ensa
(5) www.esame.org/cecicbarcelona
En ingeniería de software se le llama refactorizar al proceso de mejorar el código existente simplificándolo. Esto a menudo implica borrar líneas que, aunque parezca contraintuitivo, hacen el programa más robusto. El mismo concepto se puede aplicar a cualquier país democrático, especialmente a España.
Noam Chomsky escribió:
En cada estadio de la historia, nuestro propósito debería ser erradicar aquellas formas de autoridad y opresión que, si bien en su momento pudieron tener una justificación por motivos de seguridad o desarrollo, hoy agudizan la miseria material y cultural
Traducido a la jerga del desarrollador: hay que identificar el código muerto y eliminarlo antes de que produzca fallos en cascada.
Tomemos algunos code smells institucionales.
Cada caso cumple la definición de legacy code: mantiene el sistema, pero a costa de complejidad y deuda técnica.
Refactorizar es eliminar lo que sobra para que lo esencial funcione. Tal vez ha llegado el momento de aplicar esa lógica al Estado: depurar el código institucional, borrar dependencias inútiles y reescribir aquellas estructuras que solo introducen errores. Porque, igual que en software, no hacer mantenimiento no preserva el sistema: lo vuelve obsoleto.
El otro día, mientras los niños jugaban en el parque, comentaba con nostalgia mis primeras andaduras digitales de mi juventud con otro padre. Con un brillo en los ojos, ambos recordamos esa ilusión por todo aquello nuevo por probar, aprender y compartir.
Cada vez más enfrascados en nuestra conversación, el parque iba disolviéndose y volvimos a tener 15 años. Como aquella primera vez que vimos una SNES o la Megadrive en casa de un amigo, cuando su madre, enloquecida, cortaba la luz para que cada niño se fuese a su casa. O cuando tiramos un cable de red entre casas para jugar en red al StarCraft. La constante búsqueda del mejor y más barato cyber para jugar al Age of Empires, al Quake 3 Arena o al Day of Defeat. Noches enteras donde los ojos se cerraban entre el humo del tabaco y el brillo de los monitores CRT.
Recordé entonces recorrer España para ir a las LAN parties. Toda la gente que conocí con mi torre a cuestas. Todo lo que aprendí y lo mal que dormí en fríos pabellones sobre un colchón hinchable. Jóvenes, idealistas, el movimiento hacker, David Bravo y el copyleft, la alegría de conectar tu disco duro lleno de gigabytes de información a la red P2P para que cualquiera pudiera hacer uso de ello.
De repente despertamos de nuestra ensoñación: los niños nos estaban diciendo algo. Volvía a tener casi cuarenta años. De golpe fui consciente de que, pese a estar más interconectados que nunca, estamos mucho más aislados que antes. La red ha cambiado: ya no hay necesidad de llevarte tu ordenador para jugar con tus amigos; ahora solo hay desconocidos con los que jugar, cada uno en su silo, como preparacionistas esperando el fin del mundo.
¿Es el mundo el que ha cambiado o simplemente nos hemos hecho mayores? ¿Puede volver el espíritu de la LAN party?
Suena el despertador. Como otros días. O al menos como cinco de los siete días de la semana. Hoy era lunes y es este el momento del día en el que uno más se arrepiente de no haber aprovechado el tiempo durante el fin de semana o de no haber dormido lo suficiente. Y eso es lo que piensa, en este instante, Susana.
Se levanta, se ducha a treinta grados, se cepilla los dientes, se viste y mira el reloj. Aún quedan veinte minutos antes de salir camino al trabajo, diez más de los habituales ¿de dónde ha podido sacar tanta energía esa mañana? No importa, eso no quita que en este momento toca desayunar, mejor no saltarse este paso. Así que se hace un bocadillo de mortadela con mantequilla mientras ve las noticias de Antena 3. ¡Ding, dong! ¿Qué es eso? Desde luego un sonido inhabitual a estas horas.
"¿Quién es?", dice Susana, pero no obtiene respuesta; "¿Quién me mandaría a tener una puerta sin mirilla? De hoy no pasa", se recuerda Susana. Finalmente se levanta y abre la puerta.
Fin.
Hubo un tiempo en que el comercio se regía por reglas claras. Las disputas comerciales se resolvían en el marco de la Organización Mundial del Comercio (OMC), y sus decisiones, aunque discutidas, eran respetadas. La geopolítica siempre estuvo ahí, pero en un segundo plano.
Hoy, ese orden ha cambiado. El comercio internacional se ha convertido en un tablero de juego geopolítico, donde las decisiones económicas responden más a intereses estratégicos que a acuerdos multilaterales. Aranceles, sanciones, restricciones y bloques comerciales ya no son herramientas técnicas, sino armas en una disputa de poder.
Esta nueva realidad exige a los exportadores estar mejor informados, anticipar riesgos y adaptarse rápidamente a los cambios globales. Porque entender la política internacional ya no es opcional: es parte del negocio.
El comercio internacional se ha convertido en una herramienta más de la geoestrategia, y los recientes cambios en las políticas comerciales así lo demuestran. Tras un sólido desempeño en 2024, la OMC proyecta una caída del 0,2 % en el volumen del comercio mundial de mercancías para 2025, frente a lo que habría ocurrido sin las nuevas medidas arancelarias y la creciente incertidumbre.
Este panorama podría empeorar si Estados Unidos reactiva los aranceles recíprocos, actualmente suspendidos. Esta medida, junto a una mayor incertidumbre global, podría provocar una caída total del 1,5 % en el comercio mundial de mercancías en 2025.
En paralelo, el comercio de servicios también se ve afectado, especialmente en sectores como transporte, logística, viajes e inversión. Aunque no están sujetos a aranceles, dependen directamente del movimiento de mercancías. El crecimiento del comercio de servicios se reducirá a 4,0 % en 2025 y 4,1 % en 2026, por debajo de las proyecciones iniciales.
El mensaje es claro: el comercio internacional ya no solo responde a la lógica del mercado, sino a intereses estratégicos. La capacidad de adaptación será clave para exportadores, consultores y tomadores de decisiones.
Aquí te dejamos los artículos más leídos y útiles de esta semana en el Diario del Exportador:
menéame