Millones de seres humanos fueron secuestrados en África y enviados como esclavos a América. Los mercaderes que organizaron ese vil comercio desde Gran Bretaña, Francia, Holanda, Portugal, España, se enriquecieron durante generaciones. La hipocresía con la que actuaron fue tan feroz que, aunque en 1820 esa trata fue prohibida, los gobiernos la permitieron, para seguir disponiendo de esclavos en las plantaciones e ingenios, en el tendido de ferrocarriles y en el servicio doméstico.