Era un impuesto histórico, voluntario, que tuvo su origen en la colecta para la Guerra de Granada y se mantuvo justo hasta hace sesenta años. Desapareció en 1965, tras el Concilio Vaticano II. Fue un sistema recaudatorio lleno de presiones, engaños, corrupción y amenazas de tipo moral; un mercadeo que alejó a católicos de la verdadera fe. Se llegó a vocear contra ella: ¡Muera la Bula, viva la gula! Muy cuestionada por algunos papas, teólogos, intelectuales y hasta por las nuevas generaciones de sacerdotes del franquismo.