
En este artículo voy a hablar de lo que es la genética de poblaciones, en qué se sustenta, los resultados experimentales que ha encontrado y algunas de las implicaciones que tiene para la sociedad en general y para las ideologías feministas en particular.
La genética de poblaciones es la disciplina de la psicología que intenta discernir el efecto de los genes en el comportamiento humano. Hoy en día, en esta disciplina se considera el comportamiento humano está definido por la interacción entre los genes y el entorno al que una persona es sometida durante su vida (educación, socialización, etcétera). Por tanto, ni todas las personas responden por igual a la educación y la socialización -ya que tienen genes diferentes- ni los genes determinan completamente la conducta -ya que las experiencias que haya vivido a una persona también afectan, por supuesto-.
La noción de que los genes influyen en el comportamiento humano choca frontalmente con la idea de que todos los seres humanos nacen iguales, tienen las mismas capacidades y deben obtener los mismos resultados en la vida. Sin embargo, la evidencia de que los genes tienen un fuerte impacto en el comportamiento es cada vez más abundante.
De entrada, tenemos que casi cualquier rasgo físico (altura, color de ojos y de piel, predisposición a la obesidad, etc.) está determinado por los genes y tiene una gran variabilidad. Además, existen trastornos psicológicos como la esquizofrenia que tienen una base genética, resulta difícil justificar cómo el comportamiento humano «sano», que debería ser el producto de la selección natural, no iba a estar sometido a las mismas reglas y mostrar también la misma variabilidad.
Afortunadamente, no hace falta que os quedéis con mi opinión porque lo diga yo. A pesar de la crisis de reproducibilidad que afecta a la ciencia en general y la psicología en particular, los estudios de genética de poblaciones suelen ser los que más frecuentemente se pueden reproducir. Así que cito aquí varios hallazgos de la genética del comportamiento que me parecen especialmente relevantes. Los he sacado de [1], que es un metaanálisis que tiene gran interés y cuya lectura os recomiendo encarecidamente si os interesa el tema.
Con esto creo haber dado suficientes argumentos para explicar por qué la genética tiene que ver con una parte muy sustancial del comportamiento humano. Con esto hecho, es el momento de entrar en materia.
Entre los cometidos de la genética de poblaciones está el de estudiar los distintos grupos humanos y compararlos entre sí: por ejemplo, comparar cómo evolucionan la personalidad y la inteligencia a lo largo del tiempo y cómo se comparan entre sexos. Es en el caso de los sexos en que me quiero centrar.
Me parece oportuno aclarar que dentro del feminismo existe un gran número de posturas distintas; por ejemplo, creo que todos sabréis que existen feministas que están a favor de la prostitución y otras están en contra. Como no podía ser de otra forma, ocurre lo mismo con la equidad y las cuotas: hay posturas dentro del feminismo que defienden que la meta debe ser asegurar la igualdad de oportunidades para todas las personas (que Pinker [2] llama «feminismo de equidad») y otra que busca asegurar la igualdad de resultados («feminismo de género»); es este último el que defiende, por ejemplo, la presencia de paridad y de cuotas de sexos. Los dos feminismos serían intercambiables si las condiciones de partida de ambos sexos fueran idénticas (no hubiera ningún tipo de diferencia tanto a nivel genético como ambiental), ya que entonces, al tener todos las mismas oportunidades, se llegaría a los mismos resultados. Sin embargo, por desgracia los dos sexos no son exactamente iguales; por tanto, dar igualdad de oportunidades a grupos desiguales implica que los resultados de ambos serán desiguales también.
Para bien o para mal, hay extensamente documentados un amplio número de diferencias entre los sexos. (Para las referencias, os remito al capítulo 19 de [2]) Por ejemplo, voy a mencionar algunos casos bien conocidos en los que las medias son diferentes entre sexos:
Todas estas diferencias tienen como consecuencia que es poco probable esperar que si atendemos exclusivamente al rendimiento en distintas tareas, no es razonable esperar que la distribución óptima sea 50-50 entre hombres y mujeres. Habrá tareas en las que, en promedio, será esperable que haya mayor proporción de hombres altamente capaces que de mujeres. Por supuesto. también ocurrirá lo contrario: en ciertas tareas, lo esperable será que haya mayor número de mujeres hábiles que de hombres.
Ahora bien, hay que hacer una aclaración muy importante: estoy hablando exclusivamente de medias. Evidentemente, que las mujeres sean mejores recordando posiciones de objetos no quita que haya hombres que sean realmente buenos en estas tareas ni que haya mujeres a las que no se les den bien, como con cualquier otro de los ejemplos que he mencionado. En psicología, casi cualquier rasgo que midamos tendrá una mayor variabilidad intragrupal que intergrupal, es decir, dentro de un grupo (por ejemplo, hombres o mujeres) la variabilidad es muy superior a la diferencia que hay entre grupos. Si pintásemos en una gráfica las distribuciones de cualquier rasgo psicológico, encontraríamos que el grado de solape entre ambas es muy, muy alto.
Que el solapamiento entre ambos sexos sea muy alto significa que, en la gran mayoría de casos, la proporción esperable de personas hábiles no distará demasiado del 50-50. Sin embargo, en los extremos de las gráficas sí que pueden darse casos más extremos.
Un caso paradigmático de variación muy alta en los extremos de la gráfica es la inteligencia. Sabemos que, en promedio, hombres y mujeres tienen un CI idéntico. Sin embargo, hay una diferencia muy importante: la desviación típica en los hombres es mayor que en las mujeres. Esto significa que hay más hombres extremadamente inteligentes que mujeres extremadamente inteligentes, pero también hay más hombres muy tontos que mujeres muy tontas; esto se compensa con el hecho de que la proporción de mujeres con inteligencia media es superior que la de hombres. Pero esto tiene una implicación importante para trabajos que requieran de una inteligencia alta: si la proporción de hombres muy listos es superior a la de mujeres, entonces, en los trabajos que requieran de una inteligencia por encima de la media, lo esperable sería que, de elegirse exclusivamente en cuanto a capacidades, hubiera más hombres que mujeres en esos puestos. Y esto, como os podéis imaginar, es anatema para las personas que defienden un feminismo de género.
Quizás una de las cosas que mejor ilustra esa diferencia entre capacidades es el resultado de implementar experiencias de currículum ciego. No es infrecuente que al hacer contratación con currículum ciegos, que no muestran el nombre, sexo ni fotografía de la persona, la diferencia entre sexos no disminuya o incluso aumente; [3] muestra un buen ejemplo de ello.
Llegados a este punto, como conclusión, me gustaría hacer un par de aclaraciones:
Y con esto termino. Si queréis referencias adicionales que ilustren los argumentos que he expuesto, estoy a vuestra disposición.
Un saludo a todos y gracias por leer (espero). :-)
[1] Plomin, R. et al.: "Top 10 Replicated Findings from Behavioral Genetics". www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4739500/
[2] Pinker, S.: "The Blank Slate: The Modern Denial of Human Nature". www.amazon.es/Blank-Slate-Modern-Denial-Nature/dp/0142003344 (Basta con poner «the blank slate pdf» en Google para encontrarlo disponible para descarga)
[3] "Blind recruitment trial to boost gender equality making things worse, study reveals": www.abc.net.au/news/2017-06-30/bilnd-recruitment-trial-to-improve-gend
menéame