El otro día, mientras estaba sentada en un conocido bar madrileño, tomándome unas cañas con mi novio, comenzó a llamarme la atención un señor que cruzaba la calle. Me paré en observar que el hombre, después de cruzar, se dirigía en dirección a nosotros. Justo a nuestro lado, casi al pasar por donde estábamos sentados, se para, y se queda observando el suelo: en el suelo hay una cucaracha agazapada moviendo sus antenitas. De repente, el hombre la pisa inmisericordemente. La mata. La espachurra. Y el …