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Comiéndole la polla a un usuario de Menéame

Lo conocí en una discusión sobre física cuántica y feminismo en un hilo que iba, en teoría, sobre el nuevo rediseño de la web. Su nick era algo entre un chiste informático y una referencia a Blade Runner. Me habló primero en privado para corregirme una errata —claro— y acabamos chateando semanas enteras sobre cosas que no contaré aquí porque quiero que sigáis teniendo erecciones cuando penséis en él.

Nos vimos en una quedada improbable, entre birras calientes y camisetas negras con frases sarcásticas. Era feo con encanto, como si la inteligencia mal gestionada se le hubiera quedado atrapada en las cejas. No tenía cara de malo pero me miraba de una forma... como si estuviera escaneando algo más que mi escote. Nos caímos bien, raro en estos tiempos. Raro en Menéame.

Esa noche me llevó a su casa y, antes de cerrar la puerta, me dijo: «Me calientas como un bug en producción». Me reí. A carcajadas. Y me lo follé. Bueno, más bien, me lo fui comiendo. Era mi plan: quería devolverle el favor de haberme hecho sentir lista y deseada a la vez.

Pero pronto algo cambió. La forma en que me sujetó la cabeza. El gesto rápido, seco, como quien configura una variable sin preguntar. No me dolió al principio. Lo tomé como entusiasmo, como nervios. Pero cuando la mano se volvió ancla y la polla se quiso volver puño, entendí lo que pasaba. No quería placer. Quería poder.

Me quité, lo miré y le dije, no sin ternura: «No es lo mismo saborear un coño como si fuera un poema de Kavafis que metérsela a alguien en la tráquea como si quisieras borrar el silencio». Él se rió, incómodo. Me preguntó si no me gustaba el sexo duro. Y le contesté, con la garganta aún ardiendo: «Lo que no me gusta es que creas que follar es algo que se hace contra alguien».

No hubo bronca. Tampoco segunda parte. Se quedó pensativo, como si acabara de entender que los puntos negativos no solo se votan, también se sienten.

Me fui, deseándole sinceramente que algún día alguien le comiera el alma con la boca, no con los dientes. Porque el erotismo no está en la fuerza, sino en el temblor. Y eso, amigo meneante, no se aprende en los comentarios destacados.

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Kale borroka

Pongo la tele y veo lo que pasa en Torre Pacheco:

grupos organizados armados con cuchillos, palos y barras de hierro

población aterrorizada

destrucción de mobiliario urbano

grupos atacando a la policía con piedras, cohetes y botellas

una ideología política respaldando y animando a la violencia

y me digo ya está aquí la kale borroka otra vez, el terrorismo de baja intensidad que tan duramente fue perseguido por el estado cuando afectaba a otro tiempo y a otro lugar, a otra situación política.

Desde que la revolución francesa entronizo a la diosa razón, el estado democrático se ha esforzado en presentarse como el mejor de los sistemas políticos posibles, como un remanso de ecuanimidad, de proporcionalidad y de juego limpio.

Pero es un espejismo, una visión idílica creada por la propaganda, porque en realidad todo se basa en la arbitrariedad mas palmaria, a poco que rasques en la superficie aparecen las desigualdades, a poco que apliques el análisis comparativo aparecen las diferencias de trato según sean los protagonistas de los hechos comparados, lo que en un caso es terrorismo, el máximo delito, en otros se trata de incidentes lamentables.

Mientras en unos casos la condena es total y sin matices por parte de los medios y de los políticos. de todos, en otros la cosa tiene muchos ingredientes complejos y hay que dar la voz a todas las partes.

menéame