Traslado lo que pone, por si alguién no puede leerlo:
Empresario de éxito, el contertulio de moda
Yo, el día que friego, no seco porque no me da la vida, a pesar de tener un trabajo corriente y carecer de cargas familiares. Hay semanas que no leo ni una hoja y ya no digo nada de ver un capítulo de alguna serie o una película entera. Sin embargo, los empresarios de éxito, así los presentan, tienen el tiempo por castigo. Enciendo la televisión y ahí está un empresario de éxito pontificando en una tertulia. Una pensaría que tienen una vida plena de preocupaciones, llamadas y reuniones, pero me levanto escuchando a José Elías, desayuno con Marcos de Quinto y ceno atendiendo a Martin Varsavsky sermoneando en Horizonte. Están todos a la vez en todas partes, ni un día de esta semana me he librado de tragarme sus recetas ultraliberales. ¿Cuántos días de asuntos propios tiene esta gente en sus empresas de éxito?
Al empresario de éxito ahora lo pasean por los platós para contar las bondades del trumpismo. Como “amigo de Musk” presentan a Varsavsky, aunque ser colega de Musk en estos momentos debería enorgullecer menos que ser compinche del Sacamantecas. El hispano-argentino sufre por el estado de la democracia española mientras defiende entusiasmado el nuevo rumbo de un país que en la última reunión de la Asamblea General de las Naciones Unidas votó con Rusia y Corea del Norte, los verdaderos adalides de la libertad.
Varsavsky le ha dicho a Ana Rosa que salir a buscar pelea con Trump “daña a los españoles”, o sea, que lo mejor que puede hacer nuestro gobierno es hacerle la ola a los bullies, callar la boquita y aplaudir a los que pretenden convertir la franja de Gaza en un resort, por citar solo un disparate de la nueva administración estadounidense. Si no han visto el vídeo que ha colgado Trump sobre sus planes inmobiliarios para la zona, no saben lo que es el asco.
Como española, me dañaría que mi gobierno se aliase con los matones; si puedo elegir, lo prefiero en el bando de Jane Fonda, que tras recibir el premio a toda su trayectoria por parte del Sindicato de Actores de Hollywood exhortó a sus compañeros a ser conscientes del tiempo en el que viven, uno de esos momentos históricos en los que los derechos sociales están en juego y toca posicionarse, como en Stonewall o durante el Apartheid. “¿Seríamos capaces de aguantar las mangueras, las porras y los perros?”, se preguntaba. Algunos ni siquiera son capaces de aguantar la idea de no ser un euro más ricos.
En la película "El enemigo silencioso" de William Fairchild (Reino Unido, 1958), los españoles no quedamos muy bien retratados (aunque el retrato bien es cierto que es tópico y más parece que somos mexicanos). Está disponible en Filmin y se deja ver, a pesar del relato maquillado de heroicismo de los británicos!
Para chafar a los sensacionalistas de El Economista, con la frase...y el lúgubre futuro que le depara a la economía española...(si. eso dice), aquí una fuente nada sopechosa de rojeras; datosmacro.expansion.com/paises/comparar/rumania/espana
Vamos que la simple opinión interesada de un banquero de ING, da para escribrir un libelo de artículo. No es de extrañar por otra parte, viniendo del medio.
Cuál es la ciudad más cansina, en la que todo se mide en la distancia desde Madrid? ...Madrid!. No sé porque no ha ganado Madrid. Nos tiene tan acostumbrada...que suena hasta raro, que Madrid quedé segunda. Que hartazgo, por dios!
Es bastante erróneo el contenido o irrelevante por cuanto no añade nada (La Paramount no tenía los derechos, ni los vuelve a tener).
Ocurre que, en 1946, el copyright tenía una duración de 28 años, renovables por otros 28 siempre que los legítimos dueños de los derechos hicieran el papeleo correspondiente. Cómo de olvidado está que, cuando llegó 1974, Republic Pictures olvidó renovarla, soltando Qué bello es vivir en el dominio público en el momento justo en el que los canales de televisión empezaban a crecer. La primera en echar la película cada vez que tenía un hueco de programación que llenar en Nochevieja o Acción de Gracias fue la TBS. En menos de dos años ya lo hacían todas las demás.
Lo hacían porque era gratis -el dominio público cinematográfico no tenía muchas películas de calidad- pero no sólo por eso. “Para el asombro de los programadores de televisión -contaba Roger Ebert en 1999- la audiencia creció año tras año, convirtiendo la película en un ritual navideño”. Cuando explotó el mercado del vídeo doméstico en los 80, más de 100 distribuidoras vendían la película en VHS y Betamax.
“Es lo más condenado que he visto en mi vida -le dijo el propio Capra a The Wall Street Journal en 1984-. La película tiene una vida nueva y la puedo ver como si ya nada tuviera que ver conmigo. Soy como unos de esos padres cuyo hijo crece y se convierte en presidente. Estoy orgulloso pero el mérito es todo del niño”. Fue entonces cuando la productora que olvidó renovar sus derechos la quiso recuperar.
En 1993, una sentencia del Tribunal Supremo estableció que los propietarios de copyright de una historia que fuera adaptada al cine adquiría ciertos derechos sobre la película. Y Republic Pictures, que había comprado los derechos de El mayor regalo, la novela original de Philip Van Doren Stern que inspiró a Capra, y los derechos de explotación de su banda sonora, aprovechó el precedente para retirar Qué bello es vivir del dominio público.
El argumento de Republic fue el siguiente: si la película depende de un material que nos pertenece legalmente, entonces nadie debería mostrar la película sin nuestro consentimiento legal. Técnicamente, Qué bello es vivir sigue en el dominio público, pero para poder volver a echarla en televisión habría que cambiarle la banda sonora y cambiar la historia.
Empresario de éxito, el contertulio de moda
Yo, el día que friego, no seco porque no me da la vida, a pesar de tener un trabajo corriente y carecer de cargas familiares. Hay semanas que no leo ni una hoja y ya no digo nada de ver un capítulo de alguna serie o una película entera. Sin embargo, los empresarios de éxito, así los presentan, tienen el tiempo por castigo. Enciendo la televisión y ahí está un empresario de éxito pontificando en una tertulia. Una pensaría que tienen una vida plena de preocupaciones, llamadas y reuniones, pero me levanto escuchando a José Elías, desayuno con Marcos de Quinto y ceno atendiendo a Martin Varsavsky sermoneando en Horizonte. Están todos a la vez en todas partes, ni un día de esta semana me he librado de tragarme sus recetas ultraliberales. ¿Cuántos días de asuntos propios tiene esta gente en sus empresas de éxito?
Al empresario de éxito ahora lo pasean por los platós para contar las bondades del trumpismo. Como “amigo de Musk” presentan a Varsavsky, aunque ser colega de Musk en estos momentos debería enorgullecer menos que ser compinche del Sacamantecas. El hispano-argentino sufre por el estado de la democracia española mientras defiende entusiasmado el nuevo rumbo de un país que en la última reunión de la Asamblea General de las Naciones Unidas votó con Rusia y Corea del Norte, los verdaderos adalides de la libertad.
Varsavsky le ha dicho a Ana Rosa que salir a buscar pelea con Trump “daña a los españoles”, o sea, que lo mejor que puede hacer nuestro gobierno es hacerle la ola a los bullies, callar la boquita y aplaudir a los que pretenden convertir la franja de Gaza en un resort, por citar solo un disparate de la nueva administración estadounidense. Si no han visto el vídeo que ha colgado Trump sobre sus planes inmobiliarios para la zona, no saben lo que es el asco.
Como española, me dañaría que mi gobierno se aliase con los matones; si puedo elegir, lo prefiero en el bando de Jane Fonda, que tras recibir el premio a toda su trayectoria por parte del Sindicato de Actores de Hollywood exhortó a sus compañeros a ser conscientes del tiempo en el que viven, uno de esos momentos históricos en los que los derechos sociales están en juego y toca posicionarse, como en Stonewall o durante el Apartheid. “¿Seríamos capaces de aguantar las mangueras, las porras y los perros?”, se preguntaba. Algunos ni siquiera son capaces de aguantar la idea de no ser un euro más ricos.