Cuando se fue la electricidad, dejaron de funcionar las cámaras de vigilancia. Los drones de la policía aterrizaron a toda prisa, buscando cobijo en sus oscuros hangares.
Los programas de reconocimiento facial y asignación de puntos de ciudadanía tuvieron que detenerse. Los delitos aumentaron sólo un tres por ciento, pero la gente se lanzó al intolerable vicio de beber y bailar en las calles.
Los más sorprendidos, fueron los niños.
—¿Que es eso que hay en el cielo, papá? Parecen ojos.
—Son estrellas.
— ¿Las estrella son eso?
—Sí. Son tan grandes como el sol, pero están muy muy lejos.
—Pero parpadean...
—Bueno, pues a lo mejor son ojos... —respondió el padre, saludando con la mano hacia el cielo.
En un día así, cualquier cosa era posible.