Los Juegos Olímpicos transformaron Pekín hace un año en una de las ciudades más futuristas e impresionantes del planeta, pero las promesas de mejora del medio ambiente y de los derechos humanos por parte del Gobierno siguen sin cumplirse.Los chinos reaccionan todavía con rechazo a las críticas foráneas contra la represión de las revueltas en el Tíbet, la detención de activistas, el conflicto étnico de julio en Xinjiang, y aún más a la comparación de sus JJOO con los de la Alemania nazi de Berlín 1936.
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