Mata a tus ídolos

Plantean una reflexión en Jotdown, quizás no en los términos más acertados, pero apuntando a un tema que vale la pena tratar:

www.jotdown.es/2025/11/la-sociedad-narcisista-todos-escriben-nadie-lee

En comentarios se ofrece otro punto de vista que complementa la cuestión:

meneame.net/story/sociedad-narcisista-todos-escriben-nadie-lee/c04#c-4

Y aún con todo creo que vale a pena darle una vuelta más:

El artículo original pone el foco casi apuntando a una situación absurda: "todos escriben, nadie lee". Dicho así suena a distopía paroxista. A hecatombe, a expulsión del jardín del Edén y cataclismo en alguna arcadia feliz.

Parte de la pegajosa sensación de que las cosas deben ser como han sido y es en esa falta de cuestionamiento donde su perspectiva queda sesgada. El comentario viene a enmendarlo en parte pero no acaba de dar con la perspectiva que yo quiero subrayar (supongo que por eso se escribe).

Para el artículo que, a la postre está señalando una tendencia cierta, parece que lo normal es que unos pocos escriban y los muchos lean. Y ciertamente, por una mera cuestión de alfabetización, ese ha sido por mucho el equilibrio. Además de la cuestión práctica de que, para que algo sea leído, primero debe ser escrito.

Tal noción dibuja indefectiblemente la silueta de una suerte de "élite" que habla mientras los demás escuchan. Es eso, y de similares coordenadas vienen los términos dictador y dictadura. Ése es para mí el punto importante, porque en realidad no hablamos de escritura, lo cual no es más que una forma coyuntural de comunicación. Hablamos de atención, de ese "hacedme casito" que tan bien se ridiculiza.

"Hacedme casito" debería ir impreso junto a cualquier anuncio publicitario, industria que mueve miles de millones. 766.000 millones, dice Alexa. La hostia en barca, vamos.

Y hablando de números seguramente empecemos a centrar el tema donde lo quiero centrar. Porque al final esa atención que mencionaba y que la publicidad busca de manera desesperada y furibunda ("hacedme casito") se capitaliza.

"Nadie compra lo que no conoce" se podría decir que es la primera ley del marketing. Atención, la atención del público, la audiencia. Da igual que sea un libro, un show de televisión, un refresco (coca cola: hacedme casito) o una freidora si aceite (oiga, eso no puede ser freir).

Y el problema ya está dicho, partimos de una situación de enorme verticalidad en todos los ámbitos, que no es más que un reflejo de la verticalidad en la estructura económica. Los medios de producción, que decía Marx. Eso diferencia una clase de otra y por eso unos pueden HACER y otros tienen que OBEDECER.

Incluso dentro del contexto de un análisis marxista del escenario actual se puede caer en la tentación de pensar que los medios de producción se han "democratizado". Cualquiera puede grabar, por ejemplo, un video desde su teléfono móvil, cosas casi impensable una o dos generaciones atrás.

Pero estaríamos perdiendo la perspectiva, al final esos "medios de producción" son la diferencia en capacidades materiales. Cualquiera puede grabar un video con el móvil y subirlo a la red pero, seguramente, quien además de grabar el video lo lleva a un estudio de edición profesional y paga una campaña de publicidad, tenga mejores resultados. Desde ese punto de vista, y contemplando que siempre habrá honrosas excepciones a la norma, los medios de producción son el factor diferencial entre capacidades materiales y no un elemento material en sí, a tenor del progreso tecnológico. Marx planteaba una fotografía fija a la que corresponde seguir añadiendo frames.

Si todo el mundo puede hacerlo, por más que sea un "medio de producción" no supone un factor material diferencial, (que a la postre se resume en dinero, capital). Luego, no cambia la diferencia relativa, sóló sube el piso para todos.

Ahora todo el mundo puede escribir. De hecho siempre ha sido así. La primera criba es disponer del tiempo para hacerlo, cosa que menciona el artículo, y es igual con cualquier actividad, insisto. Puede que a nosotros nos parezca "normal" que en la televisión estuvieran dos señores hablando mientras dos millones miran, pero eso tiene poco de normal en términos antropológicos y es sólo a merced de la tecnología que se consiguen tales palancas.

En los parlamentos, que no es más que elevar en uno o dos órdenes de magnitud lo que sucedía dentro de una tienda de indios cheroki o navajos, etc, hay turno de palabra. Alguno puede pensar que esto nada tiene que ver con la política, pero está muy equivocado. Al final de las primeras cosas que se aprende en comunicación es que cuando uno habla, el resto han de callar. Y a la inversa. Es una cuestión biológica, no damos para más. Luego, al final hablamos de un asunto de poder. Más aún en un escenario en que siempre hablan los mismos, pocos, y siempre han de callar los más.

El turno de palabra en las democracias occidentales se compra y se vende, quien habla pues es el dinero. Y no sólo en los parlamentos si no a todas horas y en cada esquina: la publicidad nos persigue en el transporte, la televisión, en la red. Pagarán por ponerla allí donde quieran escapar los ojos. Hacedme casito. Si es deplorable ver mendigar a un pobre, cuánto más deplorable y lastimero puede ser ver mendigar a un rico.

La solución es fácil. Es esto, la tienes delante. Comunidades más pequeñas donde se da y se recibe, donde se lee y se escribe, donde hay derecho a réplica, donde aún queda un "turno de palabra" que no quede al mero arbitrio del dinero. De lo contrario no vale la pena escuchar.

Pensar en el lector y en el escritor como personas diferentes es un marco mental erróneo. Es un fotografía de un momento que no abarca la dinámica completa. Sucede que nos han educado bajo la creencia de que escribir es un privilegio de unos pocos elegidos. El turno de palabra, el poder expresarse, incluso el derecho a réplica. Nos han educado, no para hacer, si no para obedecer. Nos han educado sin voz, para ser mudos.

Y qué desastre, parece que la tecnología permite a la gente hacer un molesto ruido: todos escriben, nadie lee. Nadie ve el show de TV. Todos quieren ser el presentador. O el invitado, por supuesto. Del mismo modo que cada uno vota por sí mismo.

Igual lo que sucede en realidad es que esa palanca que permite a las élites ser élites, por más que cada día se alargue, como aumentan las diferencias entre clases, estaría encontrando mal apoyo en ciertos desarrollos tecnológicos.

A veces pasa, mira la música: llegó el mp3, llegó napster, llegó internet... y tres en raya, la tormenta perfecta. Ahora se editan los discos casi por una suerte de nostalgia. Y entonces, ¿se ha democratizado la música? Pues no, ni mucho menos. Se ha devaluado, eso sí: todo al alcance de un click. Pero el tema nunca es sólo con la materia prima (cualquiera puede hacer una canción), el tema es con los canales de distribución. Olvídate de la meritocracia, nunca jamás existió, más que relegada a otras 4, 5, 6... o 10 prioridades distintas.

Así que, aunque a muchos les parezca esto una merienda de negros donde todo el mundo grita con las manos en los oídos, es bastante más halagüeño que las marchas en silencio al son del discurso del pensamiento único.

Me hace gracia la parte del comentario donde se cuestiona la calidad de ese cierto amateurismo, cosa que en el porno raramente fue un problema. Más teniendo en cuenta que los profesionales... bueno, supongo que basta con ver el panorama del cine en los últimos años. Y se gastan millones, no un par de tardes muertas. En breve va a poder hacer "cine" bastante más gente que antes.

El resultado, por más que sigamos enquistados en la deforme estructura económica que conocemos como normalidad, debería ser algo un poquito más horizontal, sin concentraciones de la atención de la audiencia en unos pocos, "los 40 principales", tan exacerbadas que consiguen de facto arrebatarnos nuestro legítimo turno de palabra, robarnos la atención y por supuesto la cartera, perpetuando la situación ad infinitum.

Para mí, aunque seguramente me equivoque, es lo que quería decir aquella camiseta de Axel Rose (¿o era Cobain? Será el efecto Mandela...o la edad) con el "kill your idols". Porque cuando se producen ese tipo de concentraciones, económicas, de la atención, etc, tan exacerbadas termina emergiendo una jerarquía, ése es el origen de las clases, las aristocracias, oligarquías, etc, etc, etc.

Y el problema es que cuando la comunicación no se produce entre dos iguales, y en la adolescencia la tarima del maestro sólo se hizo más alta al pasar al concierto de rock o a la cabina del DJ en el club, no es comunicación en su sentido genuino, bidireccional. Acaba siendo una herramienta de control social. Yo creo que al artículo de Jotdown sólo le falta condensar en unas pocas palabras la frustración de unas élites tan alejadas del mérito: ¿Por qué no te callas? Y vaya si lo callaron. Precisamente por eso también conviene diversificar, la mitomanía no es sana en ninguno de los dos lados.

Sin embargo vivimos en los tiempos de la idolatría, precisamente al becerro de oro, ese que está retratado en Wall Street en una eterna embestida. Siempre tomando y olvidando dar, que no es otra cosa que devolver. Es el retrato de una sociedad enferma. En lo más profundo porque, en términos de desigualdad, se diluye el más fundamental respeto. ¡A la mierda!, gritaba Fernán Gómez, acusado precisamente de falta de educación. Ése es el tipo de dinámicas que se crea. La palabra fan, abreviatura de fanático, cuenta la historia por sí misma.

Y dicen que fue un fan el que disparó a Lennon. Sea como fuera, yo creo que ese kill your idols tiene una lectura más allá de la literal, es un poco ese "ser el cambio que quieres ver en el mundo" de Gandhi. La imagen del cristo le da un algo de humor negro pero yo diría que la cosa va más contra la idolatría que a favor de la crucifixión.

Quizás algún día el mundo se mueva más hacia una conversación entre iguales, sin tanta estrella del cine y del rock. O tan poca. Seguramente las estrellas no brillarán tanto, pero sin duda habrá muchas más, un panorama tal vez más "normal". Aunque nuestra atención seguirá siendo todo lo limitada que es y el tiempo tan poco.

La manera de matar a los ídolos es dejar de idolatrarlos, romper el círculo vicioso de indefensión aprendida, complejos y miedos que se promueve para dejarnos mudos. Sin voz, aislados. Divide et impera. Es muy viejo ya. Aunque también se comprenden algunas impresiones que los cambios producen en los nostálgicos, ante los cambios sobrevenidos e inesperados, en los diversos aspectos de la creatividad. Para muestra un botón:

www.youtube.com/watch?v=MNWIoCYJRu8

Pero para mayor ridículo el de la IA, panacea de nuestro tiempo, cuando se le pregunta el nombre de la obra en el enlace de arriba:

"La obra de teatro que interpreta el vecino del Nota en "El gran Lebowski" se llama "Barton Fink". El vecino, interpretado por Jack Kehler, es Marty y es quien se frustra con El Nota porque no quiere firmar un formulario para el alquiler del edificio, diciendo que el Nota debe firmarlo porque es un "residente". Marty quiere que El Nota "persista" (abide) en su apartamento y no lo firme en lugar de ceder ante el deseo de su casero de tener una respuesta, algo que la película toma como una referencia a la película de los hermanos Coen de 1991, "Barton Fink". 

Dicen que dios hizo al hombre a su imagen y semejanza, y errare humanum est. Luego, qué se puede esperar de la IA. Bromas aparte, igual va un poco de eso, de ser tu propio ídolo: