Llamó a su vecina para enseñarle, orgullosa, el receptor de TDT (Televisión Digital Terrestre) que acababa de comprar «a muy buen precio» gracias a una supuesta subvención que le habían concedido. Cuando la mujer vio el aparato, no tardó en exclamar: «¡Pero si es mi sintonizador!». La estafa quedó al descubierto. El mismo hombre que le había vendido el descodificador en su propia casa haciéndole creer que el que tenía se había quedado obsoleto, unos minutos antes había hecho lo mismo en la de su vecina.
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