Entonces Becker tuvo una idea: ¿por qué no colocar una vela de fortuna y así amumentar la velocidad?. Ni corto ni perezoso aparejó una vela hecha con varios coyes y lonas con un par de bicheros. Lo sorprendente fue que la cosa funcionaba, pero lo mejor fue el positivo efecto moral que tuvo tal ocurrencia, puesto que varios marineros decidieron armar unos improvisados remos. La odisea del UB2.
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