De alguna manera, todos damos por supuesto que el ejercicio de la política está relacionado con algún grado de corrupción, porque los grandes partidos políticos son enormes maquinarias financieras (y a la vez colosales agencias de empleo), de modo que es muy difícil que se mantengan libres de conductas deshonestas o cuando menos dudosas. Y no hablo de sus líderes, sino de los militantes que se mueven en los escalafones más bajos, como demuestra la trama del caso Gürtel: esos subalternos que organizan los mítines y contratan los autobuses...
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