Es lunes de Pentecostés del años 1841, mientras la gente regresaba de la romería del Carmen de Extramuros, la torre de la catedral de Valladolid -a la que los ciudadanos llamaban con orgullo la Buena Moza- se vino al suelo con gran estrépito arrastrando en su caída a Valeriana, la mujer del campanero.
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