Lo pone fácil George W. Bush. Sólo a semejante insensato prepotente se le ocurriría calificar a Cuba de gulag tropical, manteniendo allí un chupadero llamado Guantánamo. Es como nombrar la soga en casa del ahorcado. Cuanto se había desvelado sobre torturas, condiciones de internamiento, interrogatorios o traslado de detenidos se queda pequeño a la luz de los datos desvelados por el periodista Antonio Caño en su recorrido por la muy justamente definida como “prisión de la vergüenza”, en reportaje publicado por El País el pasado domingo.
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