La Operación Atila, lanzada por Turquía en julio de 1974, no fue solo una ofensiva militar: fue el terremoto que fracturó Chipre para siempre. En apenas unos días, la isla quedó partida en dos, con cientos de miles de desplazados, pueblos abandonados y una cicatriz en forma de línea verde que aún divide a Nicosia, la última capital separada de Europa. Su eco sigue marcando la política, la identidad y las tensiones del Chipre contemporáneo, donde cada negociación y cada gesto diplomático se entiende todavía bajo la sombra de aquella invasión.