Es posible que Superman sea uno de los personajes más reconocibles del mundo, pero antes de migrar a Estados Unidos desde República Dominicana, no lo conocía en absoluto. Sin embargo, cuando ya era un niño de 7 años en Nueva Jersey, no podía quitármelo de encima: los dibujos animados de los Super Amigos retumbaban a todo volumen y sus cómics estaban en las estanterías de todas las tiendas de la esquina. Y luego, un par de años más tarde, en 1978 —cuando yo aún batallaba para que mi inglés se aproximara a algo parecido a la fluidez—,