Cuando empecé a preparar mi viaje a Navarra tenía claro que ante todo y por encima de todo -y al final hubo bastante- tenía que acercarme hasta Zugarramurdi, a ver la famosa Cueva de las Brujas. No tanto por la película que se ha hecho sobre el tema -la de Pedro Olea de 1984, Akelarre, que se inventa buena parte del tema, rezuma demasiados estereotipos simplones y omite al inquisidor escéptico-, como porque, en mi caso, la Historia suele ser una motivación especial cuando decido conocer otros rincones de España y el mundo.