Un ejemplar que se cría en Alaska debe recorrer el estrecho de Bering, las estepas de Siberia y Mongolia, las tierras de Asia Menor, el desierto del Sáhara y acceder, tras una singladura próxima a los treinta mil kilómetros, a las sabanas de Sudán.
La collalba gris es capaz de cruzar continentes, atravesar cordilleras y mares gracias a un complejo sistema GPS que se nutre de información que le llega de la posición solar, de las estrellas y del campo magnético terrestre.