Una parte del calamar que se vende en España procede de productores nacionales, incluso a pequeña escala, que cumple con las normativas y garantías medioambientales. Pero otra parte procede de una lejana pesquería argentina sin ninguna regulación, totalmente huérfana de normativa, y donde cientos de pesqueros ilegales (mayoritariamente chinos) hacen su agosto a fuerza de esquilmar las poblaciones del llamado calamar argentino o calamar pota, una especie cada vez más acorralada por estas prácticas.
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