
Llamas en mis palabras
para cuando los dolores de alegría
impulsaban corazones y olores
atenazados y clavados
en corolas que parecen flores.
Instintos de luces ardiendo
en inquietos deseos infinitos
de ojos amargos,
de tierras masticadas,
de sombras de lapislázuli,
de nieblas polisémicas.
Mientras, jugamos con barro rojo y nardos de cristal.
(ContinuumST - 2011)
Si cuarenta mil niños sucumben diariamente
en el purgatorio del hambre y de la sed
si la tortura de los pobres cuerpos
envilece una a una a las almas
y si el poder se ufana de sus cuarentenas
o si los pobres de solemnidad
son cada vez menos solemnes y más pobres
ya es bastante grave
que un solo hombre
o una sola mujer
contemplen distraídos el horizonte neutro
pero en cambio es atroz
sencillamente atroz
si es la humanidad la que se encoge de hombros.
Nos contamos chistes viejos
de perfecta urbanidad,
tú en tu esquina,
yo en la mía,
en el ring de los veranos
liofilizados de sombras,
haciendo de cada ocasión
un cuadrilátero
de centenares de esquinas:
portento de geometría.
Los dos, pero uno a uno,
sopesamos el deseo de marcharnos,
de abandonar la pelea
y ensayar por una vez
la vida sin andanadas,
cada uno por su lado,
cada uno por su filo
mellado de impertinencias.
Sin embargo, nos quedamos,
para hacernos aún más daño,
para callar más silencios
y bostezar otros tedios
desconocidos aún;
nos quedamos,
enredados en agravios
devanados y tejidos
por la Penélope loca
que ya no piensa en Ulises
sino para reprocharle
lo que ha tardado en volver,
y repasamos ahora
los años que nos odiamos
contando el chiste más viejo
que parió la Humanidad:
el de la gente que vive
sin saber lo que desea
ni lo que puede ofrecer
y que pasa por el mundo
anegada en frustración,
exportando cataratas
de arenosa
polvorienta
herrumbrosa
decepción.
menéame