Imagine tener que aguantar la respiración mientras nada hasta el supermercado, duerme, da a luz o cría a sus hijos. Un escenario imposible que es la realidad cotidiana de ballenas, delfines, focas y manatíes. Estos mamíferos marinos comparten los rasgos fundamentales de todos los mamíferos –pulmones, sangre caliente, pelo (al menos, en alguna etapa de la vida) y leche para alimentar a sus crías–, pero viven en un mundo donde el oxígeno escasea y cada respiración debe ser gestionada de manera consciente.
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Los peces y los mamíferos comparten un ancestro común que fue un pez de aleta lobulada hace cientos de millones de años.
Este grupo de peces evolucionó para aventurarse en tierra firme, dando origen a los primeros anfibios, y posteriormente a los amniotas (ancestros de reptiles, aves y mamíferos), que desarrollaron huevos que podían sobrevivir fuera del agua. La rama evolutiva que conduce a los mamíferos se separó de la que conduce a los reptiles hace unos 300 millones de años.
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