Extracto del libro La Cultura: todo lo que hay que Saber del autor Dietrich Schwanitz.
España e Italia
Estos dos países mediterráneos tienen dos cosas fundamentales en común, son países católicos en los que no hubo Reforma y ambos se incorporaron relativamente tarde al proceso de modernización, aunque al comienzo de la Edad Moderna estuvieran a su cabeza. Por este motivo han conservado ciertos rasgos tradicionalistas, lo que resulta especialmente claro en el caso de España.
En España hay que distinguir claramente varias regiones, la región situada entre los Pirineos y el norte de la costa mediterránea se llama Cataluña y su capital es Barcelona. Cataluña tiene una identidad y una lengua propias; desde la transición a la democracia se ha desarrollado en esta región un fuerte movimiento autonomista que ha contribuido a normalizar el uso de esta lengua, el catalán. Se trata de una región mucho más industrializada que el resto de España, y los catalanes se han sentido más fuertemente vinculados a la tradición de la Ilustración europea que el resto de los españoles. Durante la Guerra Civil, Cataluña fue republicana, se vinculó más a Europa e influyó considerablemente en el desarrollo del arte europeo. Barcelona es una de las capitales del modernismo europeo.
Galicia está situada al noroeste de la península, al norte de Portugal, y es una región con una lengua propia llamada gallego. En Vizcaya y Guipúzcoa, en el norte junto a la frontera con Francia, hay un pueblo, el pueblo vasco, que se ha dado a conocer por su peculiar boina y por la organización terrorista ETA, y que habla una lengua que no guarda relación alguna con el resto de lenguas indoeuropeas. Pero el corazón de España es Castilla, la región de los castillos. Desde aquí se extendió la Reconquista, la recuperación del territorio de España por los cristianos en lucha con los musulmanes; su cultura y su lengua han determinado lo que hoy es España.
Pese a esta diversidad, en general podemos afirmar que en España nunca ha habido una burguesía fuerte, y que España expulsó a sus judíos. En este país, más que en cualquier otro, el estilo de vida de la nobleza se impuso, demostrando su superioridad a base de distanciarse profundamente de la actividad económica, del trabajo y del esfuerzo de ganarse el pan de todos los días. La nobleza hizo gala de su ociosidad, de su gusto por la fiesta, la vida social y otros pasatiempos, así era como enseñaba a los demás que era soberana y libre y que no tenía necesidad de someterse al trabajo para asegurarse su existencia material.
Esta actitud ha hallado su expresión en lo que se denomina honor, un concepto de tinte aristocrático que engloba las excelencias masculinas, la soberanía del hombre, su generosidad, su hospitalidad, su valor y su virilidad. La fama de «calzonazos», el rumor de ser un impotente o la posibilidad de convertirse en un cornudo son tan incompatibles con el honor como el miedo a desafiar a quien difunde este tipo de cosas.
Por eso, tanto en España como en Italia, el ciudadano del norte de Europa tiene ocasión de contemplar casi a diario un espectáculo fascinante, por la tarde, siempre después de la siesta, en la piazza o en la plaza mayor de cada ciudad se reúnen parejas de jóvenes y matrimonios con hijos para dar un paseo y dejarse ver, es la hora del paseo, de la passeggiata. Los hombres visten trajes domingueros, y con su jovialidad, su despreocupación y sus ropas elegantes desmienten todos los rumores que circulan sobre su ruina económica, su infelicidad y su crisis familiar. De este modo demuestran a los demás que su honor sigue intacto y sin tacha.
Esta es la razón de que a los países mediterráneos como España e Italia se les haya llamado «sociedades de la vergüenza», por oposición a las sociedades protestantes del norte de Europa que han recibido el nombre de «sociedades de la culpa». En las primeras, el concepto del honor sigue vivo, lo que implica una mayor pervivencia de los roles sexuales tradicionales, pues el honor está ligado a la idea de virilidad. El cuidado de la imagen da un mayor sentido del estilo y explica el hecho de que los españoles y los italianos nunca salgan a pasear vestidos de cualquier forma, por ejemplo con pantalón corto y sandalias u otras prendas de mal gusto, sino siempre vestidos elegantemente.
Si se desea comprender a las gentes de estos dos grandes países católicos hay que tener en cuenta esta estilización aristocrática y masculina, que explica también la despreocupación, sobre todo por parte de los hombres, en relación con el tiempo, el sentido de la puntualidad o el trabajo, esta despreocupación expresa la negativa a que el trabajo o los negocios limiten la libertad. No se está dispuesto a convertirse en esclavo de los programas de trabajo, todo lo contrario, la constante improvisación y la adaptación del trabajo pendiente a las nuevas circunstancias indica que se desea seguir mandando sobre él. ¿Que algo no puede terminarse hoy? No pasa nada, quizá se termine mañana, para eso está el futuro. ¿Para qué está el futuro sino para aplazar todo aquello que impide gozar el presente? Lo único real es el presente, y el futuro es el trastero en el que se guarda todo lo que hoy estorba. «¿Quiere recoger su coche? Es que ayer me encontré con mi amigo Miguel y tuve que enseñarle mi finca. Su coche estará listo mañana».
Probablemente, en Italia esta soberanía aristocrática en relación con el tiempo no está tan generalizada como en España. Pero el concepto del honor también está presente en este país.
De todo esto se sigue la «Quinta regla», no hay que interpretar la despreocupación de españoles e italianos por el tiempo como una especie de déficit, como una falta de formalidad, algo que equivaldría a medir la forma de ser de los mediterráneos con el rasero de las virtudes de los alemanes. Así, por ejemplo, la falta de puntualidad no expresa una falta de sentido del tiempo, sino que es una forma de demostrar que se es libre, que no se está dispuesto a planificar la vida y a arrebatarle toda espontaneidad. Entre los mediterráneos, la virtud suprema no es el cumplimiento servil de un horario o de un plan semanal, sino la demostración de la soberanía, que sólo cabe en la grandezza y en un estilo digno.
Por lo tanto, en el trato con españoles e italianos debería evitarse toda acritud y empecinamiento, pues esto sería signo de que no se es libre. Como el honor tiene que ver con cierta «actitud», nadie aumenta su reputación perdiendo las formas. En este sentido, en España imperan criterios más estrictos que en Italia, en Italia, uno puede acalorarse, pero siempre que dé a su indignación una forma teatral bella y sugerente, capaz de entretener o de conmover a los presentes. En cambio, toda indignación expresada con acritud pero sin fuerza ni convicción, y de la que no se sabe si acabará explotando o no, es sumamente impopular.
Las normas de comportamiento imperantes en Italia son de una teatralidad emocional que recuerda el estilo de la ópera italiana. En España, país más aristocrático, imperan las normas más estrictas de una grandeza contenida, como se pone de manifiesto en el flamenco o en los movimientos del torero en una corrida de toros. En cualquier caso, en ambos países la conducta está regida por un profundo sentido de la forma, siendo ésta una de las razones por la que estos países son tan atractivos para los turistas. Quien desee llegar al corazón de sus gentes, debe darles a entender que admira su elegancia, su grandeza y su generosidad; que le cautivan sus dotes de teatralidad y que se inclina ante su profundo sentido de la forma y ante la soberanía de su gesto.
Comentarios
#1 No es cierto. Me he leído el libro y del mismo modo que atiza a los países latinos, también lo hace con los germánicos. El texto que #0 ha enlazado hay que entenderlo en un contexto en el que se describen las "peculiaridades" de todos los países. UN LIBRO MUY MUY RECOMENDABLE.
#1 Pues mirando, parece que es de 1999.
#2 pues si fue publicado en el 99 significa que sus vivencias fueron durante los "locos locos años 90" en España.
Entonces sí que descoloca, porque si hubiera sido publicado ahora, diría "desacertado" pero si fue publicado en aquella ida de pelota de época, habría que decir "no creo que haya entendido mucho de cómo somos"
Hubiera apostado por su publicación a finales de los 70 o principios de los 80.
Texto escrito por una persona que cree entender España sin llegar a entenderla.
Pero bueno, lo ha intentado, en algunos puntos, incluso se ha acercado.
Ayudaría saber en qué año lo escribió, porque igual si lo hizo hace 40 años, va más encaminado.
Bueno, podía ser peor.
Normalmente es leer algo de como nos ven desde fuera y echarme a llorar.