Polvo de guerra

El niño hundió la mano en la tierra oscura. Era fría, rugosa, con destellos metálicos bajo la luz fría del sol. La dejó escurrir entre sus dedos, viendo cómo los pequeños granos caían.

Su abuelo le había contado historias. De cuando los países peleaban por esas piedras extrañas. Le hablaba de máquinas que las usaban, de armas, de ciudades que brillaban. Pero el niño solo veía ruinas y polvo.

-¿Por esto destruyeron el mundo? susurró, dejando caer el último grano.

El viento que soplaba entre los escombros llevaba consigo el olor a metal oxidado y carne quemada. A lo lejos, el sonido de los martillos sobre los restos de los edificios caídos era el único sonido que quedaba. El niño se quedó unos segundos más, mirando el horizonte vacío, antes de levantarse y dejar atrás la tierra que había devorado a todos los que alguna vez lucharon por ella.