El asesinato de Charlie Kirk ha levantado un vendaval mediático. Portadas, horas de tertulias, políticos rasgándose las vestiduras. Mientras tanto, en 2024 hubo 39 tiroteos en escuelas K-12 con 69 muertos y 194 heridos. En lo que llevamos de 2025, ya van 9 tiroteos, con 4 niños muertos y 35 heridos.
Esos niños no ocupan el prime time. No hay especiales ni despliegue internacional. Son tratados como una estadística más, un ruido de fondo.
La diferencia es sencilla: cuando la víctima es alguien del poder, alguien de su mismo círculo, los medios y la política tiemblan. Porque de repente sienten que puede pasarles a ellos. Entonces todo se vuelve urgente, todo se dramatiza.
Pero cuando las víctimas son niños, familias corrientes, ciudadanos sin micrófono… silencio. Un par de titulares y a otra cosa. Como si la vida de los hijos de nadie valiera menos que la de un político.
Esto no es casualidad, es sistema: perro no muerde a perro (o perro defiende a perro). Mientras sigamos aceptando que la vida de unos cuenta más que la de otros, la injusticia seguirá siendo noticia solo cuando toca a los de arriba.