La respuesta es elemental. Las costas tanto de Tenerife como de Gran Canaria están saturadas de construcciones, ya no hay sitio ni para levantar una caseta de perro (como ocurre, por otra parte en todo el litoral gestionado por administraciones locales del Partido Popular, de Castellón a Huelva más los archipiélagos balear y canario). La especulación urbanística en esas dos islas ya sólo puede crecer hacia el interior, y es por eso que arden los bosques.
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