La profecía

La Sibila de Cumas, Apolo mediante, lo vaticinó días antes, el dios no pretendía daño alguno para sus amados humanos y por eso les previno, por ello la sibilina profecía, con una visión del futuro nada halagüeña:

-¡Oh, Curios, así ocurrirá, las señales lo indican, los dioses lo avisan y yo os lo transmito, para que, en vuestra sabiduría, sepáis prevenir el daño que se avecina!

Pero, era vox populi, la diligencia no era una de las virtudes de la Curia: entre debates y porfías, no hicieron más que demorar la urgencia, postergar las medidas. Llegó la tardía hora décima cuando se convocó la crucial reunión:

-Avisad al Cónsul Malleus, debe tomar la decisión.

Pero el Cónsul no aparecía…

-¿Habéis mirado en la hostería de Eolo? Allí suele ventilar sus asuntos…

Cuando finalmente el Cónsul arribó a la reunión, su presencia era ya vana, inútil, pues todo había ya acontecido.