Hace 10 años | Por --100624-- a elmundo.es
Publicado hace 10 años por --100624-- a elmundo.es

Apenas quedaban unos kilómetros para que su última cobertura del conflicto sirio finalizase cuando la suerte se torció de forma drástica. El veterano reportero de El Mundo Javier Espinosa y el reconocido fotógrafo 'freelance' Ricardo García Vilanova fueron secuestrados el pasado 16 de septiembre en el 'checkpoint' de Tal Abyad, en la conflictiva provincia de Raqqa a escasa distancia de territorio turco, cuando trataban de abandonar Siria tras 2 semanas informando sobre las consecuencias de la guerra en los civiles de la provincia de Deir Ezzor.

Comentarios

D

#7 Lo se y tienes razón, pero quería respetar el titular que había en el momento de envío, poner otro para entenderse a primera vista (y que ambos cupieran) y respetar la entradilla.

En el titular de El Mundo en papel viene eso.

ilhun

#5 #3 Pena. Supe de el tras leer esta entrevista en Jotdown, que me impresionó y tengo guardada como oro en paño. Esperemos que todo termine bien.

Javier Espinosa y Enric González o cómo sobrevivir al periodismo de guerra

Javier Espinosa es el corresponsal de guerra español más destacado de su generación. Su cobertura de los bombardeos del ejército sirio sobre Baba Amro, el principal bastión rebelde en Homs, y su azarosa fuga hacia Líbano fueron portada en la prensa internacional. Sólo una pared le salvó de morir junto a los periodistas Marie Colvin y Rémi Ochlik, el pasado 22 de febrero. Esta entrevista se desarrolla en su casa de Beirut, donde vive con la periodista Mónica García Prieto (autora también de excelentes crónicas desde Homs en diciembre) y sus dos hijos.
(...)
¿Qué le veías a la cobertura de conflictos?

Me encanta viajar, conocer otros países, otra gente… Me parece muy interesante algo que ocurre en los conflictos bélicos, y es que las personas se reducen a su estado más puro: la gente que es mala se hace supermala, y la que es buena, superbuena. Te encuentras con alguien que no sabes ni cómo se llama y que te salva la vida, y te encuentras con alguien que no sabes ni cómo se llama y que te quiere cortar la cabeza. Para mí es algo fascinante, es romper la monotonía de que si la hipoteca está cara o si me han hecho un rayón en el coche. Eso es lo que me atrajo desde el principio. Seguí en Época, pese a que lo de estar en plantilla no me gustaba mucho (y sigue sin gustarme) porque te restringe y recibes órdenes, y a mí que me den órdenes me pone de los nervios. Desde mi época en Londres me atraían Suráfrica y el problema del “apartheid”, porque pensaba que eso sólo podía terminar en una guerra civil. En 1990 me lo pensé, pero no me atreví. Cuando ya estaba derrumbándose el sistema racista, hacia 1994, decidí que lo de Época era un rollo patatero porque no iba con mi ideología y tenía que escribir sobre asuntos españoles que no me interesaban, así que lo dejé y me fui a Suráfrica. Durante mis años en Época aprovechaba las vacaciones para irme a la guerra en los Balcanes. Me compraba un Seat 127 de quinta mano, lo arreglaba, me iba con él a Croacia o donde fuera hasta que lo rompía. Fui cuatro o cinco veces a la guerra en un 127. En uno de esos viajes tuve un accidente grave. En otro, se congeló el coche.

¿En serio?

Lo mío era el turismo bélico. Aprovechando vacaciones me hice Bosnia, Angola, Mozambique…

¿Qué es para ti el riesgo?

No me lo planteo, no creo que sea positivo pensar en eso. Si acaso lo pienso luego, ya pasado el peligro, pero en general trato de evitarlo. Cuando empiezo a darle vueltas a esa cuestión, escucho música. No me gusta analizar. Quizá soy un inconsciente. Me parece que es mejor no profundizar en la posibilidad de que te rompan la cabeza.

Si no recuerdo mal, nos vimos por primera vez en Ruanda.

Sí, yo vivía en Suráfrica desde diciembre de 1993, y estuve allí hasta las elecciones de abril de 1994. Creo que Suráfrica ha sido la única historia positiva que he cubierto en toda mi carrera. Fue algo que me impresionó. Nunca he votado, pero si tuviese que votar lo haría por Nelson Mandela. Al acabar las elecciones ya había empezado la guerra civil en Ruanda y me preguntaron en El Mundo, el diario con el que colaboraba, si quería irme allí.

Y fuiste.

Entré tres o cuatro veces a Ruanda. Una de las veces viajé con Joao Silva, el fotógrafo portugués que hace un par de años perdió las piernas por una mina en Afganistán. Vimos cosas atroces. Las bandas de hutus obligaban a los niños a elegir a las víctimas. Iba el niño por la calle, señalando como tutsis a los más altos.

En realidad, había hutus altos y bajos, y tutsis altos y bajos.

Todo era disparatado. Llegué a Kigali, la capital de Ruanda, cuando los tutsis aún no habían entrado, pero el Gobierno ya había caído. Se formó una marea humana de hutus que buscaban refugio, se calcula que un millón de personas. Algo brutal. En Kigali la situación era surrealista. Había tropecientos mil puestos de control establecidos por tipos con pelucas, en pelotas, armados con cuchillos… Recuerdo a un niño que con una mano te pedía algo, y en la otra tenía una granada. Y mientras tanto los Interhamwe, las bandas hutus, seguían masacrando gente a machetazos.

Yo aún tengo pesadillas por todo aquello. Hubo periodistas muy curtidos que después necesitaron tratamiento. ¿A ti no te afectó?

A lo mejor un día me revienta la cabeza. Hace un momento Mónica me comentaba que lo que ocurre en Siria es horrible y supongo que debería afectarme más. Creo que es por lo que te decía antes, que procuro no pensar en ello. Yo miro, tomo notas, escribo una crónica y luego me pongo a leer un libro o a navegar por Internet. Puede que me haya convertido en un cínico y veo las cosas como si no fueran conmigo. Pero no, Ruanda no me impresionó como para tener pesadillas. Aunque, desde luego, aquello es lo más bestia que he visto en mi vida. Porque luego, en la zona tutsi, la venganza también era brutal.

Y, para colmo, hubo la epidemia de cólera entre los refugiados y en Goma, la primera población fronteriza dentro de Congo; se formaron montañas de cadáveres.

El cólera fue como el clímax del desastre. Además las matanzas se cometían de forma muy primitiva, con machetes. Veíamos aquellas caras con la nariz y las orejas cortadas, las cicatrices, las personas a las que cortaban los tendones de los pies para que ya no pudieran huir… Y en medio de esa degollina gigantesca, los blancos podíamos trabajar como si no pasara nada. Llegaba un tipo que acababa de cepillarse a cien y te lo contaba con todo lujo de detalles. Yo hablé con mucha gente que ahora está en prisión de por vida. Si eras blanco te trataban como a un príncipe e intentaban explicarte por qué ocurría aquello. Se cargaban a su gente pero no se les ocurría hacerle nada a un blanco.

Cuando dejaste Ruanda volviste a Suráfrica.

Fue una temporada un poco loca. Pasé por España cuando Estados Unidos invadió Haití; no sé por qué, pero no había nadie disponible y me tocó irme a Haití. Allí conocí a Maruja Torres: la primera vez que la vi estaba dándome gritos y saludándome desde lejos. A finales de ese año, 1994, quedó libre la corresponsalía de El Mundo en América Latina y me propusieron instalarme en México. No me apetecía demasiado, pero acepté.

¿Qué tal lo pasaste?

Me quedé cuatro años, hasta 1999, y pude conocer toda América Latina salvo Costa Rica. Es un continente muy divertido, pero yo echaba en falta las guerras. Había muchas elecciones y cumbres insoportables de la Organización de Estados Americanos. La idea de enviarme a México tuvo que ver con el fenómeno de los zapatistas. El caso es que el zapatismo perdió interés rápidamente. Tenía la guerra de Colombia, ya muy recurrente, y una guerra entre Ecuador y Perú que duró sólo un par de meses. De vacaciones seguía yéndome a algún conflicto por ahí. A Indonesia, por ejemplo. En 1999 me ofrecieron la corresponsalía en Marruecos, para cubrir el continente africano, y eso me pareció muy interesante. Aún no me había instalado en Marruecos cuando me encargaron irme a Sierra Leona para cubrir una guerra que no entendía nadie. Allí me secuestró un grupo de guerrilleros.

¿Cómo se vive un secuestro?

Fue algo muy atípico. Digamos que fue un secuestro relativo. Para empezar, como el agua estaba contaminada y no se podía beber, los guerrilleros habían ocupado una fábrica de cerveza y estábamos todo el día bebiendo y fumando porros. Luego estaba ese factor de África y el respeto al blanquito. Les convencí de que yo había ido allí a entrevistarles, para que el mundo supiera quiénes eran y qué querían, y aunque parezca surrealista con el pedo que llevaba, me permitieron trabajar. Tenían un grupo de gente realmente secuestrada, con tipos armados en las puertas…

¿Secuestrados africanos?

Africanos, indios y de todo.

Pero no blancos.

No, blancos no había ninguno. Durante los tres días que pasé con el grupo no pude irme, pero pude entrevistar, en un tono muy desquiciado, a quien quise: a los jefes, a un belga blanquito que luchaba con ellos… Cuando terminé y no me quedaba nada por hacer, le dije al jefe que me iba. Se montó un buen jaleo sobre si tenían que dejarme libre o no. Les expliqué que si no me iba nadie iba a saber quiénes eran, porque realmente nadie lo sabía. En ese momento había dos movimientos guerrilleros, y el que estaba reivindicando la responsabilidad de haber atacado Freetown, incluso de haberme secuestrado a mí, era el otro movimiento guerrillero. Incluso el Gobierno español estaba, en esos momentos, hablando con el movimiento equivocado, con un tal general Mosquito que no tenía nada que ver con el asunto. Le comenté eso y que, si me dejaban ir, yo publicaría todo lo que sabía y los daría a conocer. Dejaron que me fuera.

Dentro de la categoría de matanzas, la africana suele ser más carnal. Además, hay toda una serie de fetiches: cabezas, manos, penes… se toca más la muerte que en la matanza occidental, ¿no?

Me parece mucho más inhumano todo lo que rodea a la cultura occidental. En África, la muerte es un elemento cotidiano. Los niños no reciben nombre hasta que pasan la varicela o el sarampión a los cinco años, con lo cual no lloras porque se te ha muerto alguien: se te muere todo el mundo. Los africanos llevan siglos de atraso por muchísimas circunstancias, entre ellas el colonialismo. Entonces, la muerte es un elemento más de su vida, lo vivo y lo muerto no tienen tanta diferencia. Y el hecho de cortar una mano no es un elemento de salvajismo, sino que forma parte de un entorno totalmente desquiciado, donde ignoras si vas a vivir o no mañana. Sin embargo, en Europa la muerte se hace a conciencia, se sabe lo que se está haciendo. En Europa se come y se estudia. En Europa y en Oriente Próximo no se hacen las cosas para ver qué pasa, sino que se hacen a conciencia. Se extermina a conciencia, y se hace por una motivación ideológica muy clara. En Áfri

landaburu

#14 perdón por el negatifo, quería leerlo entero, y merecía positifo...

Bayebadetriboga

Mierda, este tío había visto tanta guerra ya (y las ha contado tan bien) que nunca imaginé que le pillaran.

c

El portavoz de las familias es Gervasio Sánchez, otro GRANDE que comparte mis respetos por esta raza especial de reporteros.

A ver si hay suerte y vuelven pronto.

MEV

Puf, he perdido la cuenta de cuantos periodistas hay secuestrados/desaparecidos en Siria.
Espero que todos los secuestros terminen bien.

D

Ya decía yo que hacía tiempo que no tuiteaba...

D

Siempre he pensado que hay que tenerlos muy bien puestos para entrar en un país en guerra para informar al mundo. Esperemos que tengan suerte.

L

Uff, Raqqa es el bastión del yihadismo más brutal y fundamentalista.

Como ya hice en el caso de Marc Marginedas recomiendo el tremendo testimonio de Domenico Quirico, corresponsal de guerra secuestrado durante 152 días por grupos yihadistas:

El corresponsal de guerra Domenico Quirico relata su cautiverio a manos de los rebeldes sirios

Hace 10 años | Por Loda a lastampa.it

El corresponsal de guerra Domenico Quirico relata su cautiverio a manos de los rebeldes sirios
Había llegado el 8 de abril de al-Qusayr para contar un nuevo capítulo en la guerra de Siria (...) En cambio han sido 152 días de cautiverio, combatiendo en pequeñas habitaciones oscuras contra el tiempo, el miedo y las humillaciones, el hambre, la falta de piedad, dos falsas ejecuciones, dos evasiones fracasadas, el silencio; de Dios, de la familia, de los otros, de la vida. Fui rehén en Siria, traicionado por la revolución que ya no es y se ha convertido en fanatismo y trabajo de bandidos.

El rehén llora y aquí todo el mundo se ríe de su dolor, considerado como prueba de debilidad. Siria es el país del Mal, donde el mal triunfa, hace su trabajo, se hace grande como las uvas de vino bajo el sol de Oriente. Se muestra en todos sus estados, la codicia, el odio, la intolerancia, la ausencia de toda misericordia, donde incluso los niños y los viejos se regocijan en la maldad. Mis captores oraban a su Dios a mi lado, un prisionero que sufría. Oraban satisfechos, sin remordimientos y centrados en sus rituales: ¿que le decían a su dios?

...

(...)
...El fundador y líder del grupo que nos retenía era un autoproclamado emir que se hace llamar Abu Omar, un apodo. Formó su brigada contratando a personas de la zona, más bandidos que revolucionarios islámicos. Con esta tapadera Abu Omar da un barniz islamista a sus actividades ilegales, y colabora con el grupo que más tarde se hizo cargo de nostros, Al Faruk. Al Farouk es una brigada conocida de la revolución siria, forma parte del Consejo Nacional de Siria y sus representantes se reúnen con los gobiernos europeos. Fue creada por un general renegado que tiene combatientes alistados entre los más pobres de Homs, unos de los más olvidados por el régimen. Occidente confía en ellos pero también ha aprendido por las malas que este grupo representa un fenómeno nuevo y alarmante de la revolución: el surgimiento de grupos de bandidos islamistas de tipo somalí que se aprovechan del barniz religioso y el contexto de la revolución para controlar una parte del territorio, con el fin de extorsionar a la población, realizar secuestros y llenarse los bolsillos de dinero.

fincher

A ver que hace predojota, suipongo que presionará al gobierno para que haga algo.

Kantinero

#11 Y Yo espero no tener una oposición tan rastrera como tuvo el PSOE con el PP en el caso Alakrana, entorpeciendo las negociaciones y metiendo caña a través de sus medios afines, de heho uno de ellos era el InMundo, poniendo constantemente en peligro la vida de los tripulantes....

D

Pero los secuestradores son de nuestro bando ¿no? de la OTAN contra el régimen dictatorial ¿no? ¿Su secuestro servirá entonces para llevar la democracia occidental a SIria, no?

landaburu

O sea, están secuestrados por el bando bueno. El que apoyamos y casi intervenimos para ayudar acabar con Asad e instaurar la democracia yihadísta y sharia, igual que hicimos en Libia. Ahora en serio, jugando con los animales salvajes pasan estas cosas. Es tan simple como determinar que animal es más salvaje y en eso el occidente no acierta ni una. O no quiere acertar por algunas razones que desconocemos. Suerte a estos periodistas.

Franekr

Si se convierten al Islam no les rebanaran el cuello.

D

No se por que, pero creo que como no se pague rescate o haya concesión de algún tipo se los cepillan.

Esperemos que sean razonables.

j

Espero que no les pase nada y puedan regresar a casa.