La Revolución del Micelio

El otro día escribía sobre los escenarios posibles que se nos presentan ante la cuádruple crisis climática, de biodiversidad, de recursos y de desigualdad social a la que nos enfrentamos en la actualidad.

Uno de esos escenarios, el que desde mi punto de vista sería el mejor para el conjunto de la población, aunque en estos momentos no parece el más probable, es el de un escenario en el que el sistema económico se transformase hacia un modelo similar al de la "economía de la rosquilla", en el que se establece un límite de suficiencia para la cobertura de las necesidades básicas por debajo del cual ninguna persona debe encontrarse, y un límite de responsabilidad ecológica por encima del cual tampoco puede actuar nadie. Una idea simple pero enormemente eficaz y de la cual disponemos ya herramientas, estudios y tecnología suficiente para poder implantarla.

Siguiendo con las hipótesis, la cuestión relevante sería cómo conseguir transitar desde el momento actual hasta ese escenario deseable, y poder hacerlo sin utilizar métodos violentos. Para ilustrar cómo podría ser esa transición, hagamos el ejercicio de ficción de que han pasado los años y alguien nos cuenta lo que sucedió en el "pasado".

"Me preguntáis mucho cómo fue posible el cambio de la situación del 2025, con un panorama global desolador, con la ultra derecha, los populismos fascistas y el capitalismo ultraliberal campando a sus anchas por buena parte el planeta, con los objetivos de descarbonización cada vez más lejos y con un panorama general de huida hacia delante hacia el precipicio.

Como en otras épocas de la historia, los cambios vinieron precedidos de eventos catastróficos y de gran impacto social. En esto caso no fue la tercera guerra mundial (que en aquellos años veinte realmente parecía no estar lejos) sino una serie de catástrofes climáticas encadenadas que afectaron de lleno a buena parte de Europa lo que encendió la mecha de una enorme revolución radical pero mayoritariamente pacífica en casi todo el continente.

Es lo que conocemos como la Revolución del Micelio que se inició en Francia y rápidamente se extendió por Reino Unido, Países Bajo, Alemania, Austria, Italia, Grecia, y por supuesto España. También se sumaron otros países nórdicos y del este europeo, así como varios del norte de África, y de ahí se fue extendiendo.

La Revolución no partió de la nada, claro. Previamente hubo años de protestas, de movilizaciones de todo tipo, de acciones no violentas y reivindicativas de toda índole, de organización, de debate y de propuestas. También de fracasos, de experimentos fallidos, de traiciones e incluso de intentos de cambios violentos, que nos hicieron retroceder más que avanzar.

Pero en 2028 en Francia se armó una enorme coalición formada por partidos políticos de todo el arco excepto la ultraderecha, por los sindicatos, por todos los movimientos sociales, ecologistas, etc, etc. Toda la sociedad organizada se unió en torno al Plan Urgente para la Transición Ecológica y la Justicia Social, más conocido como el Plan Greta, ya que Greta Thumberg fue una de las líderes sociales que lo impulsó de manera decida.

Este Plan tenía un triple decálogo de medidas urgentes que se debían adoptar: un decálogo de medidas a tomar por parte de las instituciones, otro decálogo con medidas a desarrollar por los movimientos sociales, y un tercer decálogo con las cosas que cada persona podía afrontar de manera individual o familiar.

Los partidos políticos franceses, con el respaldo de toda la sociedad organizada, se presentaron a las elecciones con el Plan Greta y barrieron a sus oponentes, que en realidad eran muchos menos pero armaban mucho ruido. De repente, como si hubiera una inmensa fuerza social dormida, la mera posibilidad de una alternativa que pudiese compatibilizar el auténtico buen vivir con los límites ecosistémicos, despertó a la sociedad que abrazó las nuevas ideas con un entusiasmo y una energía no vistas desde hacía muchísimas décadas. El nuevo Gobierno se puso manos a la obra de inmediato para canalizar toda esa energía, así como todas las organizaciones sociales y la ciudadanía, cada cual con su parte en el Plan.

El ejemplo cundió también rapidísimamente por los demás países y en todas las siguientes elecciones se presentaron coaliciones similares que llevaban el Plan Greta adaptado a su propio contexto. Lo que hasta hacía solo unos meses había sido el único sistema político, social y económico que parecía posible, se disolvió como un castillo de arena en cuanto la marea popular comenzó a armar una alternativa."