Recordar la magia

Hace poco, una amiga tuvo un hijo. De vez en cuando les visito y paso unos días con ellos. Me parece fascinante verlo crecer.

Él hace poco que cumplió un año. Yo lo conozco desde que tenía pocos meses. Desde el principio, siempre fue muy risueño. El tipo de sonrisa que conquista imperios. Pero, por supuesto, al igual que cualquier otro bebé, no solo reía, también lloraba. Aún así, incluso su llanto me parecía espectacularmente bello.

Su llanto me parecía bello porque era sincero. Cuando lloraba era única y exclusivamente porque sentía dolor. Un dolor que en la mayor parte de los casos simplemente era hambre. En otros, un cólico. Pero siempre sincero. Me impresionaba porque, en mi experiencia, eso se ve poco.

Les hago una visita cada poco tiempo. Cada vez que vuelvo veo muchos cambios. Su sonrisa siempre sigue en su sitio. Y su llanto también. Pero puedo ver como poco a poco su llanto deja de expresar exclusivamente dolor para también en algunos casos expresar querencia. Poco a poco va aprendiendo a usar su limitada capacidad de acción para obtener lo que quiere. Un proceso que desembocará en el aprendizaje del lenguaje humano.

El lenguaje, entre otras cosas, nos sirve para ordenar nuestras ideas en el tiempo y en el espacio. Eso nos facilita en gran medida la formación de recuerdos. Antes del lenguaje, prácticamente solo hay aquí y ahora. Para mí es una situación un tanto descorazonadora. El tiempo que paso con ellos es una de mis experiencias favoritas. Pero, sin lenguaje, esas experiencias conmigo no son algo que él vaya a poder recordar. No hay nada que recordar cuando todo es aquí y ahora. 

Comentándolo con otra madre amiga mía, ya más experimentada, me decía que, en su opinión, la experiencia del hijo bebé es una experiencia exclusivamente para los padres. Nadie recuerda haber sido bebé. Solo los que te cuidaban recuerdan que hayas sido bebé.

La última vez que los vi, empezaba a producir algunas palabras. Sus palabras favoritas eran "tapa", "agua" y "mamá". Por supuesto, los significados de esas palabras no eran exactamente los mismos que la convención social indica. "Tapa" significaba, además de tapa, cualquier cosa que encajase con cualquier otra cosa. Por ejemplo, los zapatos también eran "tapa", porque encajan con los pies. "Agua" era, además de agua, cualquier líquido: leche, café, zumo, etc. Supongo que prefiere darle un sentido más griego clásico a modo de uno de los cuatro elementos básicos. Y "mamá" era cualquier persona que sentía que le cuidaba. Su madre era "mamá", la chica que su madre tenía contratada para cuidarlo mientras trabaja también era "mamá", y, con mucho orgullo, yo también era "mamá". Por supuesto, yo siempre le decía "no soy mamá, soy Miguel.", a lo que él, señalándome con el dedo, siempre me contestaba "mamá".

Es bonito ver como va aprendiendo cosas, pero también es bonito ver sus comportamientos innatos. A veces, después de no verme durante unas horas, extendía sus brazos hacia mí indicándome que quería que lo cogiese en brazos y cuando lo cogía, me abrazaba con fuerza. Nadie le ha enseñado a hacer eso. Lo hace porque quiere. No quiere nada de mí. Tan solo quiere darme un abrazo. A pesar de no tener lenguaje, consigue expresar sus emociones a través de la acción. E incluso a pesar de no poder formar un recuerdo preciso sobre quién soy, su cuerpo parece guardar un recuerdo emocional.

Sin recuerdos precisos que modifiquen su conducta, se puede vislumbrar una personalidad innata. Yo opino que todos tenemos una. Todos tenemos una forma genuina de reaccionar a los estímulos de nuestro contexto. Sin duda nuestros contextos nos moldean y modifican esa personalidad. Pero, al cabo del tiempo, ¿hasta que punto es modificada esa personalidad innata? ¿Somos capaces de recordar esa personalidad innata una vez ya dominamos el lenguaje?

Vienen recuerdos a mi mente de las palabras de un amigo que hasta cierto momento en la vida siempre había estado sonriente y con el aura brillante. Justo después de introducirse en el mercado laboral, con cara de circunstancia, me dijo "esto de trabajar destruye la personalidad", a lo que yo le contesté "bienvenido a eso que la mayoría llama la vida real".

Respecto al origen de esa personalidad innata, estoy seguro de que distintos científicos tienen muchas teorías e hipótesis. Unas más materialistas y otras más espirituales. Pero ¿cuál es la verdadera? La verdadera es, específicamente, un misterio. Es magia. Está ahí pero no podemos explicarlo. Podemos creer muchas cosas, pero no lo sabemos. ¿Cómo podríamos estar seguros de algo así si no podemos recordar ser bebés?

Relacionarme con el hijo de mi amiga me ayuda a recordar mis partes olvidadas. O quizá simplemente me recuerda que tengo partes olvidadas. Yo seguro que fui eso, no veo otra posibilidad, pero no lo recuerdo. He olvidado mi magia.

¿Es posible recordar ser bebé? Yo recuerdo prácticamente todo desde los dos años. Sin embargo, conozco a mucha gente que me dice que no recuerda nada antes de los doce. A muchos les sorprende que yo pueda recordar hasta los dos años. A mí me sorprende que haya gente que no pueda recordar nada antes de los doce.

Las mentes más orientales nos dicen que lo que las mentes más occidentales creen es incorrecto. Que la conciencia no tiene un principio y un fin sino que es un continuo delimitado por pequeños velos de olvido entre encarnaciones que pueden ser alzados con determinadas prácticas meditativas. Dicen que no solo es posible recordar el momento del nacimiento sino que también es posible recordar vidas pasadas. ¿Dicen la verdad? ¿Se lo están inventando? ¿Están alucinando?

Averiguarlo tomaría embarcarse en el arduo esfuerzo de dichas prácticas meditativas y obtener resultados. Intentarlo no sería suficiente. Si no lo consiguiésemos, en el momento que dejásemos de intentarlo inevitablemente nos preguntaríamos si realmente no se puede, o si no lo hemos intentado lo suficiente. Si por otro lado, fuese cierto y lo consiguiésemos, nuestros problemas tampoco acabarían ahí. Teniendo en cuenta que la mente occidental no ha sido educada en la posibilidad de que la conciencia sea un continuo, inevitablemente nos veríamos enfrentados a la pregunta "¿Estoy alucinando?"

Mientras tanto, en occidente, las mentes más astutas se enriquecen invirtiendo en el desarrollo y la distribución de drogas para olvidar. Según los más desconfiados, siendo cómplices de lo que parece ser un programa global de sumisión química. ¿Tanto nos duele recordar nuestra magia?

Muchas preguntas y muy pocas respuestas. De lo único que puedo estar seguro es de que he olvidado mi magia. ¿Tiene sentido intentar recordar la magia? ¿Encajaría esa magia con mi forma de vida actual? ¿"Tapa"?

¿Y tú? ¿Recuerdas tu magia?

¿Dónde está tu magia?