Antes de que nadie me venga con el “es muy fácil, solo es presentar cuatro papeles”, dejo aquí la guía que a mí me hubiese ahorrado semanas de colas, pestañas abiertas y cafés fríos. Empiez a por leer esto y luego seguimos: Permiso de residencia y trabajo en España: requisitos clave. No es literatura, pero te evita pisar minas.
A ver, yo ya no tengo veinte años ni paciencia para juegos de escape administrativos. Soy de esa generación que aún imprime cosas “por si acaso” y que se acuerda de cuando te atendían sin ccita y con una sonrisa más o menos sincera. Barcelona sigue siendo Barcelona bonita, cara y con talento por todas partes, pero Extranjería es su propio ecosistema. Hay normas escritas, normas no escritas y una especie de coreografía de citas, formularios y resguardos que, si no te la sabes, te deja fuera del baile.
Empecemos por lo obvio que nadie te dice en voz alta: si vas por cuenta ajena, el contrato tiene que cuadrar con el convenio. No se negocia. Ni “es que te lo compensamos en horas” ni esa creatividad mediterránea de la jornada “flexible” que se estira más que un chicle. Salario conforme a tablas, alta en la Seguridad Social y nada de medias tintas. Y si vas por cuenta propia, prepara un plan de negocio que se pueda defender sin sonrojarte. Yo pensé que con mi experiencia bastaba; pues no. Números, proveedores, clientes potenciales, gastos, previsión de ingresos, un mínimo estudio de mercado. Si tu plan parece sacado de una plantilla genérica, lo van a oler a tres metros.
Luego están los arraigos. Laboral, social, familiar, por formación… todos parecen fáciles cuando te los cuentan en el bar, pero en la mesa de quien decide mandan los papeles: padrón estable, vínculos reales, informes municipales, contratos de alquiler que no parezcan redactados en servilletas, y coherencia. Esa palabra me persiguió meses: coherencia. Lo que declaras, lo que demuestras y lo que se deduce del conjunto tienen que encajar. Si dices A y presentas B, el expediente se agrieta. Y sí, si vienes de estancia por estudios, puedes trabajar con límites y, con cabeza, dar el salto a residencia. Pero hasta eso, que suena tan lógico, depende de cumplir condiciones muy concretas que no admiten “ya veremos”.
Documentación. Aquí es donde uno de mediana edaad como yo se vuelve maniático. Pasaporte en vigor, empadronamiento actualizado, seguro médico cuando toca, y traducciones juradas de cualquier papel extranjero. Juradas, no “un amigo que traduce muy bien”. Y las tasas pagadas, con su justificante claro. Los formularios EX son como llaves: cada puerta tiene la suya (EX-03, EX-07, EX-10…). No intentes abrir todas con la misma. Y sí, la presentación telemática no es opcional si aprecias tu tiempo: subes todo, queda rastro, y si te piden algo más, respondes desde la misma plataforma. No digo que te quite los sudores, pero por lo menos cada paso queda registrado.
Sobre los plazos, a mí me prometieron cuentos de hadas. La realidad: si el dossier está fino, uno a tres meses. Si hay requerimiento, súmale tanto como tardes en contestar bien y en que lo vuelvan a mirar. Por eso la estrategia de adulto cansado es preparar el expediente redondo antes de presentar. Nada de “ya aportaré eso luego”. Ese luego se convierte en semanas. Y cuando por fin te lo concedenn, viene la coreografía de huellas y TIE. Barcelona es ciudad de colas: en cuanto recibas la resolución, pide cita. No dentro de una semana; ahora. Yo me confié y terminé perfectamente al día en todo… menos con la cita para huellas, que se me fue entre festivos, turnos y el clásico “no hay citas disponibles”. Aprendí la lección.
Errores que veo —y que cometí—: contratos por debajo del convenio (denegación en bandeja), traducciones no juradas (“pero si se entiende”, ya), nombres de archivo absurdos y PDFs que pesan como una enciclopedia. Aquí no hay premios por creatividad: “EX03_solicitante_Apellido_Nombre.pdf” funciona mejor que “documento_final_definitivo_ahora_si_3.pdf”. Y, por favor, guarda todo: acuses de recibo, justificantes de tasas, pantallazos de presentación, correos, descargas. El día que alguien pregunte, no tienes que “buscar”, solo abrir la carpeta. Llamadme antiguo, pero esa manía me salvó un requerimiento por una tasa supuestamente impagada que estaba, cómo no, perfectamente pagada.
Tema renovaciones: no lo dejes para “cuando se acerque”. Empieza 60–90 días antes. Los sistemas se saturan justo cuando tú te acuerdas. Y si estás en esa fase de pasar de estudiante a trabajador, o en un arraigo con pruebas delicadas, o te llega una denegación que te sube la bilis, ahí sí recomiendo tirar de abogado especializado. No porque seas incapaz, sino porque el coste de un error es demasiado alto. A mí me bastó una consulta honesta para reencauzar un plan de negocio que, sinceramente, estaba más bonito que sólido.
Hay una parte cultural que nadie te enseña: cómo se miran los expedientes. No es solo si cumples requisitos; es si se ve que entiendes el procedimiento, que respetas la forma, que no vienes a improvisar. Cuando uno ya ha pasado los cuarenta, la improvisación se paga cara. Yo pensaba que la experiencia laboral suplía papeles; error. Los papeles cuentan tu experiencia, no al revés. Y cuando todo tiene sentido, los tiempos, sin milagros, se vuelven razonables.
Un apunte sobre Barcelona como plaza: ayuda tener todo a mano —oficinas, traductores jurados, notarías, gestorías—, pero también significa que todo el mundo compite por las mismas citas. Por eso insisto en lo de la presentación telemática y en llevar una lista de control propia. La mía tenía lo básico: pasaporte, padrón, seguro, contrato o plan, formulario correcto, tasas, traducciones/apostillas, justificantes de envío y la cita postresolución. Cada ítem con su fecha, su PDF y su resguardo. Puede sonar cuadriculado, y quizá lo sea, pero cada casilla marcada me ahorró un tropiezo.
Y sí, me quejo. Me quejo de la opacidad de algunos mensajes en la sede, de la sensación de que hay que aprender un dialecto administrativo, de que a veces el mismo trámite parece depender del humor del día. Pero también reconozco que cuando haces la tarea, el sistema responde mejor de lo que aparenta. No perfecto, no amable, pero predecible dentro de su lógica. Y a cierta edad uno valora la predictibilidad más que el brillo.
Concluyendo, si estás empezando: lee la guía, define tu vía (cuenta ajena, propia, arraigo, estudios), arma un dossier que se sostenga solo, presenta online, documenta absolutamente todo y pide la cita de huellas en cuanto toque. Si te atascas, no fuerces la máquina: consulta a alguien que vea expedientes todos los días. No hay medallas por hacerlo a la brava; hay papeles que llegan antes o después. Y si alguien te vende atajos místicos, recuerda que cada atajo que yo intenté me costó tiempo. A esta edad, el tiempo se defiende con uñas y dientes. Que mal lo he pasado xd