Razones para seguir explorando el mundo

A veces basta un solo dato para que el mundo deje de parecer obvio. Que Turkmenistán prohíba los coches negros, que la isla de los Faisanes cambie de país cada seis meses o que Vélez de la Gomera tenga una frontera tan corta que cabe en un tuit.

Lo extraordinario no siempre está lejos. Está oculto en la geografía, en las decisiones políticas, en las costumbres que se nos escapan. Por eso, vale la pena hacerse preguntas que no figuran en los libros escolares:

Explorar no siempre significa viajar. También es detenerse en un mapa, seguir las fronteras cambiantes de Rusia, o entender por qué casi todos los paraguayos viven en un tercio del país. Es mirar a ciudades que desafían la lógica urbana, como Lima o Bangladés, donde millones de personas se apiñan en espacios imposibles.

Es preguntarse cómo puede haber una gran ciudad tan aislada como Honolulu, o por qué aún hay lugares como el interior de España que se vacían en silencio. O por qué aún existen figuras geopolíticas como los Estados tapón, atrapados entre potencias, que no son solo un vestigio histórico, sino una realidad vigente.

También es descubrir destinos únicos como Gibraltar, donde historia, política y geografía se entrecruzan.

¿Dónde están los países con mejor calidad de vida en 2025? ¿Y la mejor ciudad del mundo para vivir? Quizá la clave no está solo en sus índices, sino en su capacidad para sorprendernos.

Si hay algo que une todos estos destinos, preguntas y rarezas es la misma emoción: la de seguir descubriendo. Porque mientras más conoces el planeta, menos te crees dueño de él, y más te das cuenta de que vivir con asombro es una forma de estar verdaderamente informado.