Los pusilánimes y los lamebotas. Ésos son los peligrosos

Andamos estos días saturados de fascistadas por parte de Trump.

La cantidad de decretos presidenciales obscenos, ilegales, antidemocráticos, bochornosos y ridículos no tienen parangón.

Además, no se han ganado estos adjetivos por la puerta grande: no son decretos que, mediante un sesudo análisis jurídico, podamos entrever ciertas extralimitaciones en los poderes del Presidente, todo lo contrario.

Son decretos que oscilan entre lo infantil y lo descarado, ordenando cosas a instituciones, departamentos, universidades, bufetes de abogados y otros sin más argumentos que "Porque lo digo yo".

Uno diría que un decreto de estas características debería tener las patas muy cortas. Aquél que lo recibe y que tiene el poder de hacerlo verdaderamente efectivo, debería leerlo, soltar una sonora carcajada, y guardarlo en su chaqueta, impaciente porque llegue la siguiente barbacoa con los amigotes, mostrarlo, y reírse todos de las ocurrencias del Presidente (y preguntarse a continuación cómo alguien con tan bajo nivel intelectual tiene responsabilidad sobre el país, o sobre sí mismo, y no está tutelado en una institución de ayuda a personas con ciertas dolencias, o recibe la ayuda del sistema sanitario que con urgencia necesita).

Pero no.

Hay por ahí un montón de gente con responsabilidades, que nos debería sorprender a todos cómo han conseguido tener precisamente esas responsabilidades.

Son gente que no tienen claras sus obligaciones ni las menores nociones de conceptos como "legalidad", "democracia" y cosas afines.

Y aquí quisiera hacer una distinción entre estos elementos (si bien a efectos prácticos es sobrante esta clasificación).

Por una parte tenemos a los lamebotas. Personas que pierden su profesionalidad porque el decreto lo ha escrito su Amado Líder, y creen que si Él lo dice, entonces es Ley. Son radicales que no diferencian sus ideas políticas legítimas de su trabajo. Quizá a todos nos costaría a veces hacerlo, pero no es excusa.

Y el otro grupo son los pusilánimes. Elementos que, llegada la hora de la verdad, no son tan profesionales como creen. Personas que temen enfrentarse a sus superiores, aunque la ley o la lógica les asistan.

Quizá éstos son los más peligrosos. Quizá éstos son los verdaderos enemigos de la sociedad y la democracia.

Le contaba fantásticamente (como siempre) nuestro hombre en EEUU, Roger Senserich, en www.4freedoms.es/p/la-guerra-contra-los-abogados

Y es que los regímenes antidemocráticos no son nada sin la colaboración, entre estúpida, timorata y cobarde, de un montón de funcionarios que les hacen caso.

Claro, el ejemplo actual de USA nos viene al pelo para ejemplarizarlo, pero me viene a la cabeza toda esa gran cantidad de acciones que tantos cuelgan de Juan Carlos de Borbón, un señor que hace tiempo ejerció un cargo en el Gobierno de España (no se crean que era un gran cargo, solamente era Rey, y por lo tanto tenía responsabilidades tan importantes y complejas como Firmar, Leer discurso, Saludar, Brindar, Sonreír y Posar para foto).

Aunque sé que no haya dado esa impresión, no digo que sea un trabajo no importante, o con cierta responsabilidad, (simbólica cuando leemos la letra de la ley) pero importante en la complicada sinfonía de un Gobierno.

Y sin embargo, sabiendo todos, porque lo hemos estudiado de pequeñitos, de que es una figura representativa, y por lo tanto vacía de todo poder (como debe ser si entendemos el primer párrafo de la definición de Democracia), nos encontramos un montón de cosas que "parecen" que él ha hecho, como pagar con dinero público el silencio de sus amantes, o negocios fiscalmente criticables.

Pero.... este tal Juan Carlos tenía a su nombre las cuentas corrientes del banco con los fondos reservados? Se iba a un cajero a buscar maletines de dinero?

No.

Contaba con la ayuda de lameculos o de pusilánimes. Personajillos de medio pelo que, en vez de proteger el dinero de todos, en vez de ser profesionales, en vez de saber qué trabajo tenían, les llegaba el sr. Borbóin, les decía que se tenían que pagar un montón de millones de pesetas a tal o cual señorita, Y LO HACÍAN.

Y lo que es peor. No les ha pasado nada por hacer tamaña ilegalidad.

Qué hubiera pasado si yo, que tengo el mismo poder que el susodicho Sr. Juan Carlos, le hubiera pedido unos millones al jefe del CESID para mis cositas?

Y qué le hubiera pasado a él si me hubiera hecho caso?

Recordad: los dictadores no tienen el poder físico de convertir una democracia en una dictadura, son esas personas que pierden su sentido de la ética y responsabilidad a cambio de una palmadita en la espalda y una sonrisa.

Hay que decirlo más.