Carta abierta a Perico Delgado: defender lo indefendible

Estimado señor Delgado,

lo suyo no fue un comentario deportivo. Fue un alineamiento político. Desde su micrófono en RTVE no defendió al ciclismo, defendió lo indefendible: que un evento deportivo pueda convertirse en escaparate de un Estado genocida sin que nadie levante la voz.

Cuando calificó a los manifestantes de “radicales” y dijo que “les da igual lo que ocurre en Gaza”, no solo insultó a miles de personas que ayer se jugaron el tipo en Madrid. También mintió. Porque si algo mueve a esas protestas no es la indiferencia, es la rabia contra la indiferencia de los cómodos. Y usted ayer eligió la comodidad: la de cerrar los ojos ante más de 64.000 asesinados en Gaza y abrir la boca solo para defender que la bicicleta siga rodando como si no pasara nada.

No se equivoque: lo que ensucia la imagen de España no son las banderas palestinas en la Castellana. Lo que la ensucia es ver a Ayuso recibiendo con honores al equipo israelí mientras en Gaza entierran niños bajo los escombros. Lo que la ensucia es escucharle a usted, una voz pública, despreciar a quienes ejercen un derecho democrático para que el genocidio no se normalice.

El ciclismo podrá ser su religión, pero no está por encima de la vida humana. Y menos cuando ese deporte se convierte en coartada de propaganda. Usted habla de “la imagen de la Vuelta”. La imagen que queda es otra: miles de personas en la calle demostrando que la dignidad está por encima del espectáculo.

¿De verdad cree que quienes bloquearon la Vuelta son enemigos del ciclismo? No, señor Delgado. Enemigo del ciclismo es quien lo utiliza como campaña de lavado para un gobierno que masacra. Enemigo del ciclismo es quien quiere que la televisión pública convierta un genocidio en nota al pie. Enemigo del ciclismo es quien, como usted, cree que pedalear importa más que gritar contra la barbarie.

Ayer quedó claro: ustedes corren por etapas, el pueblo corre por vidas. Y esa carrera no la van a ganar los cómplices del silencio.

Lo diré con la crudeza que usted no quiso asumir: quien calla ante un genocidio es cómplice. Y quien insulta a quienes lo denuncian, se convierte en altavoz del verdugo.

Cordialmente,

Javier F. Ferrero