¿Cómo quieres negar, querida amiga, que hay seres —ni hombres ni animales—, extraños seres, que surgen del placer malvado de absurdos pensamientos? Bien sabes tú, mi dulce amiga, que la ley es buena, buenas todas las reglas y todas las normas severas. Bueno es el gran Dios que creó estas normas, estas reglas y leyes. Y bueno es el hombre que las respeta.. Pero no es para ti, hermanita rubia, para quien escribo este libro. Tus ojos son azules y buenos, y nada saben del pecado. Tus días son como los opulentos racimos de …
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