El poeta y amigo de Gaudí, Joan Maragall, fue el artífice del encuentro entre ambos talentos, celebrado en 1911. Anhelaba Maragall que Unamuno conociera la gran obra de la Sagrada Familia y a su autor, y que éste a su vez entablase contacto con quien él consideraba la mejor mente del país. Pero del desencuentro ya se encargaron luego los dos genios de la cultura. Unamuno caminaba delante de ellos y lo que antes eran murmullos se tornaron entonces en tres palabras nítidas pronunciadas con un fuerte acento vasco: «No me gusta..., no me gusta».