Hace 15 años | Por rmcantin a aso-apia.org
Publicado hace 15 años por rmcantin a aso-apia.org

En la enseñanza primaria, los juegos con figuras de plastilina tienen tanta o más importancia que aprender a leer, escribir y las cuatro reglas de la aritmética. La pretensión ha sido que los niños, envueltos en mimos y algodón, no aprendieran casi nada pero fueran felices. La pedagogía de la plastilina ha llegado a la universidad. Menos estudiar en serio, los alumnos harán de todo. La práctica es la aplicación de la teoría, no algo independiente de ella. Las habilidades y destrezas que se proponen con los nuevos planes son práctica sin teoría.

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Por si alguien no quiere bajarse el PDF...

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Hace ya muchos años que en la enseñanza primaria los juegos con figuras de plastilina tienen tanta o más importancia que aprender a leer, escribir y las cuatro reglas de la aritmética. La pretensión ha sido que los niños, envueltos en mimos y algodón, no aprendieran casi nada pero fueran felices. Los conocimientos propiamente dichos se dejaban para la enseñanza secundaria.

Con el tiempo, sin embargo, a la segunda enseñanza le llegó también esta filosofía pedagógica y la Logse fue su más clara expresión. Los adolescentes también debían ser, ante todo, felices en el instituto. Se partía de que los suspensos traumatizaban a las cándidas almas juveniles en una edad difícil y había que educarlos en la no competencia con los demás compañeros, la sociedad, más adelante, ya los obligaría a ello. Así, los trabajos escolares empezaron a sustituir a los exámenes, considerados pruebas represivas; los esfuerzos en recordar cosas de memoria resultaron ser métodos anticuados, y las máquinas de cálculo sustituyeron el ejercicio mental que suponía sumar, restar, multiplicar y dividir.

En la actualidad, siguiendo esta vía, aun arrastrando cuatro suspensos se puede pasar de curso para así seguir con los mismos compañeros, ya que la amistad y la formación sentimental son considerados bienes superiores a la adquisición de conocimientos. La pedagogía de la plastilina se había apropiado también de la enseñanza secundaria.

Todo ello ha provocado que una buena parte de los estudiantes, sin culpa por su parte, sino debido al sistema pedagógico de moda, lleguen a la universidad indefensos ante lo que se les viene encima. Durante los últimos diez o quince años, las escabechinas en primer curso de carrera han sido morrocotudas. Los alumnos acceden a la universidad sin ni tan siquiera haber aprendido el hábito de estudiar, es decir, a poner lo codos sobre la mesa, leer página tras página de un libro, saber sintetizar lo leído y así poder extraer los conceptos fundamentales, relacionar tanto las diversas partes de una asignatura como los conceptos aprendidos en una asignatura con los de otra. El problema ya no es que no sepan escribir, sino que el simple hecho de leer les supone un esfuerzo insuperable. El problema, por tanto, está en la formación recibida a través de la pedagogía de la plastilina. Los más avispados pueden superarlo, el resto, totalmente desorientado, se queda por el camino. Total: una injusticia.

En estos momentos, esta pedagogía de la plastilina está llegando a la universidad y es de prever que en los próximos años la invada por completo. El llamado plan de Bolonia será la ocasión adecuada para ello: los pedagogos que ya habían dejado su nefasta huella en las enseñanzas primaria y secundaria comienzan a tener influencia en la enseñanza universitaria, aportando sus métodos a las aulas de la enseñanza superior. Para ellos lo más valioso no es el conocimiento -cuya importancia, por supuesto, no niegan-, sino, sobre todo, aquello que llaman “destrezas y habilidades”.

El profesor, así, no es la fuente de la cual se aprende, sino que su papel consiste en ser el “facilitador del conocimiento y cada alumno es gestor de su propio aprendizaje”. Así, lo que debe proporcionar el profesor es “destrezas en la búsqueda de la información, criterios de selección del conocimiento, habilidades de evaluación de los datos, capacidades organizativas y de gestión crítica del conocimiento, técnicas de estudio individual, habilidades de pensamiento crítico, discusión colectiva del conocimiento, técnicas de investigación, oratoria y técnicas de argumentación”.

Habrá observado el lector que ciertas partes del párrafo anterior están entrecomilladas. La razón está en que forman parte de unas suculentas conclusiones de la XIII conferencia de decanos de facultades de Derecho de universidades españolas, celebrada en Zaragoza el 22 y 23 de mayo del año pasado con el fin de suministrar criterios para elaborar los nuevos planes de estudio al objeto de obtener el título de grado -lo que antes se denominaba licenciatura- en Derecho, adaptado al plan de Bolonia. No cabe duda de que la música suena bien: pensamiento crítico, técnicas de investigación, argumentación. Ahora bien, ¿seguro que son capaces los estudiantes que cursarán Derecho entre los 18 y 22 años de proezas tan exquisitas cuando lo que necesitan, tras una deficiente secundaria, es aprender cosas concretas y sólo después de aprendidas -y digeridas y reflexionadas- pueden estar en condiciones de criticar, investigar y argumentar?

De nuevo, se empieza la casa por el tejado y, menos estudiar en serio, aquello que en el argot popular se llama empollar, para así tener unas bases mínimas desde las cuales poder tener un juicio propio sobre las cuestiones que plantea una determinada disciplina, los alumnos harán de todo. Porque, vamos a ver, la práctica es la aplicación de la teoría, no algo independiente de ella. Y las habilidades y destrezas que se proponen son, en el fondo, práctica sin teoría, es decir, la inversión de lo que es razonable. Desgraciadamente, la pedagogía de la plastilina ha llegado a la universidad.

FRANCESC DE CARRERAS, catedrático de Derecho Constitucional de la UAB.

M

Me parece un punto de vista muy maniqueo y tendencioso desde el principio, rechazando cualquier asomo de debate.

Sí es cierto que hay una carencia de exigencia sobre ciertos contenidos básicos en los primeros niveles (primaria y secundaria), pero ésta empieza por los padres, yo aprendí a leer en casa, aprendí a sumar en casa, aunque luego me "enseñaran" en el colegio.

La formación en competencias que propugna Bolonia no es más que una atención al mercado empresarial que no necesita expertos en derecho procesal (porque ya los tiene), sino gente que, teniendo unas nociones pueda encontrar o generar el conocimiento que se le demande en cada momento, en definitiva gente versátil que tiene toda su vida por delante para especializarse en función de sus intereses.

No voy a entrar en si esta mercantilización de la universidad es buena o no, para el mundo empresarial lo es, para el académico no, y para gustos colores.

En definitiva, los pedagogos están apostando por que los alumnos desarrollen unas competencias que les permitan configurar su propio currículum, y no el que los señores profesores quieren que tengan. El profesor pasa a ser un agente de estímulos y un verificador que permite que el conocimiento que adquieran los alumnos sea correcto, sin definir la profundidad o la dirección del mismo. Estos dos parámetros los ha de definir el interesado (alumno) y sus ganas de profundizar vendrán dadas por los estímulos que haya tenido para ello, empezando en su casa y acabando en el profesor.

felpeyu2

#3: sí, es una opinión que extender la educación primaria a la secundaria es una buena ley. Que centrar la educación en el alumnado y no en los contenidos es una buena ley. Que dotar de participación a todos los agentes implicados en la educación (profesores, padres, administración, alumnos...) es una buena ley. Etc.

Es también una opinión que la gente que critica la LOGSE nunca la leyó. Ni la ley anterior para comparar.

J

#2 supongo que tu afirmación es una opinión.
Yo, personalmente no coincido con lo que afirmas.

gualtrapa

#6: sí, ya se ve luego en la empresa lo bien que han absorbido toda esa información y lo bien que la han convertido en conocimiento.
Yo llevo años "desenseñando" a informáticos lo que les habéis metido en la pelota en las facultades, e intentando que aprendan algo que sirva para algo, para ellos y para los demás. Para cuando se dan cuenta que con leerse las últimas pijadas que les envía el colegio o la asociación, o simplemente el pcworld, y con comprarse todos los gadgets estúpidos que encuentran y con recitar de carrerilla cuarenta y tres siglas que nadie les pide, no se evita que se llenen sistemas de ficheros, ni se saca un backup más rápido, ni se pone en marcha un sistema que se ha caído, rápido y eficientemente. Eso se lo tenemos que enseñar nosotros, los viejos, esos del plan del 70 que no tenemos niputaidea de nada y que sólo sabemos empollar y memorizar.

Dentro de poco, habrá que pagarles para que estudien, notejode.

rafamompo

Llevo años enseñando ingeniería de telecomunicaciones con la metodología de Bolonia, y estoy contentísimo. Los estudiantes aprenden un montón, precisamente porque su generación está preparada para absorber información a raudales y convertirla en conocimiento. No necesitan empollar.

A lo mejor son los profesores los que necesitan reinventarse a sí mismos...

felpeyu2

La Logse fue una buena ley que no se dotó bien presupuestariamente: la extensión de una mera educación primaria a una educación secundaria para todos. Confundir los cambios sociales con los cambios en las leyes educativas es un error.

Los jóvenes de hoy en día están mejor formados que los jóvenes de la ley del 70.