Publicado hace 14 años por CanariasLibre a mundoparapsicologico.com

En la montaña de Arinaga, en la costa Grancanaria, existe una cueva utilizada para fines militares que, aunque no existen testigos localizables de fenómenos paranormales en su interior, esconde diferentes leyendas que recorren las poblaciones cercanas. Además, en su interior, todo apunta a que se han realizado rituales de corte satánico. Mirar los comentarios.

Comentarios

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la pericia en estas chorradas se adquiere malgastando la juventud.

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O sea que un tipo que manda una sola noticia en su vida, resulta que ocupa paginas de texto. Y no veas el panfleto, anunciando coas como "Ufólogos creen ver calavera extraterrestre en el suelo de Marte" y otras exquisiteces. En fin, el spam maximo.

CanariasLibre

si o que #3

P

es erroneo

CanariasLibre

interesante leyenda que cuentan en los comentarios de la pagina:

He encontrado este artículo en internet, y, mientras lo leía, puede comprobar cómo todo lo que dicen es erróneo. Lo que ocurre en las profundidades de esa montaña no tiene nada que ver con eso... es MUCHO PEOR.

Vivo en Arinaga y debo decir que sólo he escuchado esta historia una vez, de la voz del ya fallecido (nombre ficticio) White Chane, un anciano pescador que vivió en Arinaga desde antes de la guerra.

La leyenda cuenta que, tiempo después de la guerra, cuando ya se había saqueado la galería, 5 amigos de por allí se reunieron para explorar aquel lugar misterioso, mofándose de las leyendas que de allí se contaban. Sus nombres (supongo que ficticios) eran Paco, Fino, Águedo, Amelio y Menso. Todos grandes amigos venidos de acá y de allá, algunos de los parajes desérticos del Rif, otros de las selváticas áreas de Colombia... lugares que no destacan precisamente por su tranquilidad, y que curten a las personas que allí residen, ya sea toda o parte de su vida.

Entraron, ciertamente por el acceso norte que el artículo describe, cuando aún no existía el portón herrumbriento que actualmente bloquea la entrada. (Personalmente es lo más cerca que he estado del túnel yo mismo).

Caminaron por la galería, armados con las luces de mecheros y una linterna de gas, y fueron descendiendo poco a poco por el camino arenoso que baja hasta las profundidades. Entraron una a una en las habitaciones que se van sucediendo en la bajada, y pudieron observar las pintadas satánicas que hay en muchas de ellas. Mientras bajaban, íban haciendo ruidos en la oscuridad, y apagando las luces en broma para dar miedo al resto, con lo que conseguían muchas risas. Para no desorientarse en alguna de las bifurcaciones, íban mirando los mapas desgastados en las paredes heridas por impactos de bala, en lo que parecían ser pruebas de tiro.

A medida que bajaban, las risas y comentarios jocosos iban disminuyendo, como si el cada vez más sofocante ambiente (el calor y la humedad aumentan, el oxígeno disminuye) les cambiara el humor. Poco a poco, las goteras que caían del agua condensada en el techo ya no les hacía gracia, parecía caliente y molestaba. Los haces de luz que despedían las llamas de los mecheros mostraban un aire muy denso y no conseguían iluminar más de dos o tres pasos en adelante. Los sonidos que hacían, parecían ya sonar sin que los chicos los emitieran. Casi llegando al final, vieron una apertura que, a diferencia del resto no conducía a una habitación o baño, sino a un pasillo. Con el miedo en el cuerpo, pasaron bajo aquél arco y comenzaron a atravesar el pasillo. Inmediatamente todos pudieron comprobar que el aire allí era mucho menos respirable, más denso y caliente, más húmedo. Como no cabían todos en lo ancho del pasillo, siempre el primero y el último itnentaban rotar para no tener la espalda descubierta, a merced de la oscuridad. Alentados por el valor que da el grupo, consiguieron llegar al final del pasillo, donde apareció ante sus ojos una nueva habitación. Acercándose a una pared, enfocaron las luces hacia ella, y pudieron ver claramente dibujada con pintura roja la enorme cara de un fauno que losmiraba fijamente a todos, como estudiándolos uno por uno y a todos a la vez. Bromeaban como recurso ante el malestar que les provocaba aquella mirada, y siguieron explorando la pequeña habitación. El comentario de Águedo rompió el malestar. Había encontrado en una de las paredes una pintada con la estrella satánica, un juego de velas rojas, ramas secas de un arbusto y una hoja de papel con palabras en algo que creyeron que era latín.

Riéndose y haciendo mofa de quienes hubieran llevado allí toda aquella parafernalia esotérica, encendieron las velas con los mecheros. Fino cogió la hoja de papel e intentó leer lo que allí estaba escrito con voz grave, mientras los demás hacían sonidos y cánticos satánicos inventados. Mientras Fino leía, Menso orinó sobre las velas encendidas riéndose mientras los demás le miraban. De repente escucharon un sonido grave y sordo, que acalló sus risas. Las llamas de los mecheros se movieron, y todos notaron cómo el aire caliente del túnel se movía. Con el miedo en el cuerpo, se dispusieron a salir de la galería lo más rápido posible, pero Menso, asustado por lo que había hecho, hizo que Fino diera una patada a una de las velas, para no sentirse él solo culpable). Caminaron apiñados entre sí muy rápido por el túnel de arena, oyendo ruidos y el jaleo del viento que se colaba por los respiraderos. Hasta que, desesperados por el miedo irracional que invadía sus cuerpos, echaron a correr dejándose atrás unos a otros, sin luz, túnel arriba por la arena. Sólo se sabe la versión de quien llegó el primero. Al parecer, todos corrieron, presas del miedo. A medida que subían, veían pintura roja en las paredes, puertas y habitaciones que no habían visto al bajar. Oían voces como de soldados, y gritos de dolor. Voces demoníacas los perseguían, mientras se perdían en las "nuevas" bifurcaciones. Menso, el más rápido en correr fué quien llegó primero y salió a la luz del día. Según parece, estuvo fuera esperando a sus amigos durante un rato hasta que salieron juntos Águedo, Fino y Paco. Sus caras eran distintas. Tenían ojeras, su piel era pálida como la sal y pesaban varios kilos menos. Lloraban. Gritando su nombre trataron de guiar a Fino hasta la salida, hasta que, finalmente, Fino apareció. Estaba desnudo y su cuerpo había sido torturado. Tenía múltiples laceraciones por toda su piel, cortes y quemaduras de las que manaba pus y sangre. No articulaba palabra.

Al parecer nada más se sabe de lo que sucedió en aquellos túneles. Dicen los más viejos de Arinaga que Fino fue internado en el manicomio de Tafira hasta su muerte, donde no articuló más palabra. Águedo consiguió estudiar en la "escuela del Rey" y se casó, pero cuentan que cada noche se encerraba en el baño con una manta y lloraba. Paco ingresó en la Guardia Civil, y se suicidó con su propia arma durante la instrucción. A Amelio se lo llevaron sus padres a Castellón, y dicen que tuvo una hija llamada M.C. a la que luego asesinó. Menso vivió unos años atormentado en Arinaga, sin soltar mucha prenda sobre lo sucedido y luego dicen que emigró a Cuba.

Nunca he creído que esta historia sea cierta (típicas leyendas de abuelos), pero es ciertamente acongojante pensar que, aunque no fuera paranormal, algo pudo ocurrirle a aquellos chicos ahí dentro.

Lo que sí es cierto es que, en los años que llevo viviendo allí (toda mi vida), nunca me he atrevido a entrar en ese túnel, pero quienes conozco que lo han hecho, dicen que, en los sonidos del viento que se cuela por los respiraderos, a veces pueden discernirse palabras o lo que parecen gritos de chicos.