Se trata de una comunicación bidireccional entre el cerebro y las bacterias que tenemos en nuestro intestino a través de sustancias como vitaminas y hormonas que se mueven siguiendo la circulación de la sangre. Estos mensajes constantes no son una cuestión baladí, puesto que el intestino es el segundo órgano que contiene más neuronas y, además, es un importantísimo centro de regulación del sistema inmunitario, el cual nos protege de patógenos.
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Son conversaciones.
Volvería a ser vegetariano solo por eso. Mi gran escollo es el jamón serrano.