La Gran Mentira del 'Made in China'

Seguir pensando que todo lo chino es de mala calidad podría costarnos muy caro

¿Cuántas veces has descartado un producto solo porque ponía 'Made in China'? Esa etiqueta que durante años fue sinónimo de bajo coste y mala calidad ya no significa lo que crees. Mientras Europa se aferra a prejuicios del siglo pasado, China ha dado un salto tecnológico que está cambiando las reglas del juego industrial. Y nosotros... seguimos sin enterarnos.

El mito que nos cuesta millones

Imagina que estás mirando un vídeo de YouTube. Un mecánico analiza un coche de alta gama, abre el capó y... horror. Algunos componentes están fabricados en China. Inmediatamente comienza a cuestionar la calidad del vehículo. El metal parece fino, las piezas no inspiran confianza.

¿El problema? Ese análisis es tan científico como juzgar un libro por su portada.

Hace más de una década que 'Made in China' dejó de ser sinónimo automático de baja calidad. ¿La prueba? Ese móvil que probablemente llevas en el bolsillo. Si es un Xiaomi, un Huawei o incluso un iPhone (sí, también se fabrican en China), estás usando tecnología que en muchos aspectos supera a la europea o estadounidense.

La revolución silenciosa

Un análisis técnico de los smartphones de Xiaomi revela algo sorprendente: la tecnología de soldadura de sus placas base, los niveles de integración de componentes y la precisión en el ensamblaje requieren maquinaria más avanzada que muchos dispositivos occidentales de gama alta.

¿Cómo es posible? Porque confundimos origen geográfico con especificaciones de calidad. China no fabrica solo productos baratos. China fabrica de todo: desde lo más barato hasta lo más sofisticado tecnológicamente. La clave está en lo que el comprador está dispuesto a pagar.

Si pides componentes baratos, recibirás componentes baratos. Da igual que se fabriquen en China, Alemania o Marte. La calidad la pagas tú, no la determina el código postal de la fábrica.

Cuando los metales engañan al ojo

Volvamos a nuestro mecánico de YouTube criticando piezas que parecen 'finitas'. Es el mismo error que se cometió con Tesla hace años. 'Las soldaduras están mal hechas', gritaban los expertos improvisados.

El problema: no preguntaron a un ingeniero estructural de verdad.

La explicación es fascinante: ciertos procesos de estampado de acero no necesitan soldaduras perfectas porque la resistencia del material no viene de la unión, sino del proceso de conformado. Es como origami de acero: el plegado correcto crea la estructura resistente.

El truco del metal 'débil'

Los metales son materiales complejos. Su resistencia no depende solo del grosor, sino de:

Las técnicas de plegado y conformado (cómo se da forma al metal)

Los tratamientos térmicos (el 'cocinado' del metal)

La composición química (la 'receta' de la aleación)

La precisión del proceso (los detalles que marcan la diferencia)

Y aquí viene lo interesante: China ha desarrollado plegadoras de chapa de alta presión que Europa aún no tiene. Estas máquinas permiten usar materiales más ligeros sin perder resistencia. Es como construir con papel maché de alta tecnología: parece frágil, pero aguanta más que el acero tradicional.

La paradoja del coche moderno

'Los coches de ahora son de papel', dice la gente. 'Con cualquier golpe quedan destrozados'. Y tienen razón... pero se equivocan en las conclusiones.

Los ingenieros de ArcelorMittal (sí, los que saben de esto de verdad) lo explican así: los coches modernos están diseñados con chapas más finas, pero incorporan vigas transversales y pliegues calculados al milímetro. Cuando hay un impacto, toda la energía se canaliza por debajo de los pasajeros. El coche se destruye, pero la cabina queda intacta.

El resultado: las muertes en accidentes comparables han bajado un 70%. Setenta por ciento. Antes, un golpe a 40 km/h podía ser mortal. Ahora, como mucho se te cae el café.

Esos coches 'de juguete' que tanto critican en realidad son máquinas de salvar vidas. Pero claro, eso no queda tan bien en un vídeo viral.

El secreto chino no es lo que piensas

'China nos gana porque tienen mano de obra esclava'. ¿Cuántas veces has oído esto? Pues tenemos malas noticias: es falso.

La clase media china ha crecido exponencialmente. Los salarios en las fábricas tecnológicas chinas son ya comparables a los de países emergentes de otros continentes. No, no trabajan 'por un cuenco de arroz'. Esa imagen es una ilusión reconfortante que nos contamos para no aceptar la realidad.

La verdadera ventaja: robots y logística

China lleva 15 años invirtiendo en automatización de forma sistemática. No ha sido gradual. Ha sido una revolución. Mientras Europa debatía sobre si automatizar o no, China ya lo había hecho.

Pero hay algo más, algo que casi nadie comenta: la concentración geográfica de sus cadenas de suministro.

Imagina esto: en ciertas ferias de electrónica de Shenzhen, puedes construir un iPhone completo sin salir de un edificio. Memorias en el puesto 23, pantallas en el 45, chips en el 67, baterías en el 89. Todo ahí. Todo disponible mañana.

En Europa, si necesitas componentes, tienes que hacer pedidos con semanas de antelación, coordinar entregas desde media docena de países, mantener inventarios gigantescos por si acaso... No hay color.

En China, el tiempo entre 'tengo una idea' y 'tengo un prototipo funcionando' puede ser de horas. En Europa, de semanas o meses. Esa es la verdadera diferencia.

Volkswagen y el elefante en la habitación

Volkswagen está en crisis. Pero no es una crisis repentina. Es una crisis que llevaba 20 años gestándose.

Funciona así: Volkswagen amenaza con cerrar la fábrica de Martorell. El gobierno se asusta. Les dan subvenciones. Volkswagen aguanta unos años más sin innovar. Vuelven a amenazar. Más subvenciones. Y así una y otra vez.

Es como tener un hijo de 40 años viviendo en tu casa. Le das dinero para que busque trabajo, pero sabe que mientras sigas pagando, no hace falta que cambie nada.

El problema de los directivos con fecha de caducidad

En corporaciones gigantes como Volkswagen existe un fenómeno perverso: cualquier decisión estratégica tarda años en mostrar resultados. Pero los directivos que toman esas decisiones se jubilan en 5 o 10 años.

¿El resultado? Parálisis total. ¿Para qué arriesgarse con innovación radical si cuando explote (para bien o para mal) ya no estarás ahí?

Pregunta incómoda: ¿tiene sentido mantener con dinero público empleos donde la gente pasa 20 años apretando los mismos cuatro tornillos? ¿No sería mejor usar ese dinero en formación y sectores de futuro?

La gran hipocresía de los aranceles

Durante 30 años nos machacaron con la misma cantinela: 'La globalización es inevitable. El libre comercio beneficia a todos. Los aranceles son cosa del pasado'.

Cualquiera que sugiriera proteger la industria local era tachado de dinosaurio económico, populista o directamente ignorante.

Y entonces China aprendió a jugar al juego global. Y ganó.

Ahora, de repente, esos mismos que predicaban el libre comercio están gritando: '¡Aranceles! ¡Hay que proteger nuestra industria! ¡China hace trampa!'

El juego limpio que no nos gusta

Aquí está la ironía: China nunca ocultó sus reglas. Cuando Apple, Volkswagen o cualquier multinacional quiso entrar en el mercado chino, les dijeron claramente:

Tienes que asociarte con una empresa china

Tienes que compartir tecnología

La propiedad intelectual tiene limitaciones aquí

¿Y sabes qué hicieron las empresas occidentales? Aceptaron encantadas. El mercado chino era demasiado jugoso, los costes demasiado bajos. Firmaron sabiendo perfectamente lo que hacían.

Ahora, 20 años después, cuando China ha usado ese conocimiento para crear sus propias empresas competitivas, resulta que 'nos han robado'. No. Aceptaste un trato. China cumplió su parte. Tú cumpliste la tuya. Y ahora lloras porque el trato te salió mal a largo plazo.

Es como vender tu secreto de empresa a cambio de dinero rápido y luego quejarte de que tu competidor usa tu secreto. Nadie te robó nada. Tú lo vendiste.

La solución que no quieren oír

Si Europa quiere recuperar competitividad, necesita coherencia. No discursos vacíos. Coherencia.

Propuesta 1: Protección con fecha de caducidad

Queremos proteger a Volkswagen con aranceles? Perfecto. Pero con condiciones:

Tienes dos años para volver a ser competitivo

Si en dos años no puedes competir en precio o calidad, se acaban los aranceles

No hay prórrogas. No hay excusas. O innovas o desapareces

Esto fuerza la innovación real. No la innovación de powerpoint. La de verdad.

Propuesta 2: Aranceles que duelen donde deben

Estados Unidos te pone aranceles a tus coches? Europa automáticamente baja los aranceles a los coches chinos que compiten con los americanos.

Resultado: Estados Unidos se enfrenta a más competencia china. Europa consigue coches más baratos para sus ciudadanos. Y Estados Unidos piensa dos veces antes de poner más aranceles.

Es simple: si me atacas con aranceles, yo se los quito a tu competidor. Verás qué rápido negociamos.

El absurdo de trabajar más horas

Tenemos robots. Tenemos inteligencia artificial. Tenemos automatización por todas partes. La productividad por hora trabajada se ha multiplicado por cinco en los últimos 50 años.

Y la solución que proponen algunos es... ¿trabajar más horas?

Es como tener un Ferrari en el garaje y decidir que la solución a tus problemas de transporte es caminar más rápido.

Las empresas han recibido tecnología de automatización, ordenadores, robots, sistemas de gestión digital. Y ahora dicen que el problema es que los trabajadores no trabajan suficientes horas.

No. El problema es que la dirección no sabe usar las herramientas que tiene. Y quiere que los trabajadores paguen con su tiempo el precio de esa incompetencia gerencial.

La verdad incómoda

Volvamos al principio. Ese mecánico de YouTube criticando componentes chinos. Ese discurso simplista y cargado de prejuicios no solo es incorrecto técnicamente. Es peligroso.

Porque mientras nos entretenemos despreciando productos por su código postal de fabricación, China sigue avanzando. Desarrollando nuevas técnicas metalúrgicas. Perfeccionando la automatización. Integrando cadenas de suministro. Invirtiendo en tecnología real.

Y Europa? Europa sigue dando subvenciones a empresas zombis, protegiendo empleos obsoletos, y negándose a aceptar que el mundo cambió.

La calidad no tiene nacionalidad. Un componente excelente puede venir de China, Alemania o Japón. Y uno pésimo, también. Lo que importa no es dónde se fabrica, sino qué especificaciones cumple y qué controles de calidad pasa.

Europa tiene dos opciones:

Opción A: Seguir en la negación, protegiendo lo indefendible, mientras nuestra competitividad se desintegra poco a poco.

Opción B: Despertar de una vez, reconocer errores, dejar morir lo que tiene que morir, e invertir en lo que realmente tiene futuro.

La opción A es cómoda políticamente. Ofrece titulares fáciles y discursos populistas. Pero garantiza el declive.

La opción B es dolorosa. Requiere admitir que nos equivocamos. Requiere decisiones difíciles. Requiere valentía política.

Pero es la única que nos da una oportunidad.



Nota: Adaptación de transcripción de una conversación con un amigo ing. electrónico e ing. informático. Maquetación realizada con IA.