Cuando yo era jovencito los tatuajes (hoy conocidos como “tatoos”, qué le vamos a hacer) no estaban de moda. Era más bien coto cerrado de marineros, legionarios, tribus urbanas, alternativos, prostitutas y otra gente de vida disoluta y dudosas adscripciones. El tatuaje era un medio con el cual manifestaban al resto del mundo su no pertenencia al rebaño; eran individuos singulares que funcionaban con otras reglas. En suma, tatuarse era algo que molaba y que te proporcionaba un aura de distinción. Pero todo eso cambió…
Comentarios
Siempre lo he dicho: "Gilipollas que para ser diferentes hacen lo mismo que todos".
Del artículo primigenio (AEDE) de Loquillo
Hace poco, un buen amigo y uno de los capos del tatoo en España me dijo, sin cortarse un pelo y aún en contra de su pujante negocio: «Mira Loco, antes quien llevaba un tatuaje tenía la vida dibujada en la piel. Ahora, la mayoría no tiene nada que contar».
Y no es mosqueo como dice este artículo.
Es opinión:
"Dicho esto y desde el debido respeto, si yo hoy tuviera 18 años, lo último que haría para ser diferente, sería hacerme un tatuaje en un salón."
Pobre hombre (el cantante). Pues mira dos problemas tiene: mosquearse y desmosquearse.
El tatuaje, el puenting, los sanfermines... Hay cosas que parecen chulas cuando las ves en la tele, o cuando otros te cuentan que lo han hecho; pero que si te planteas hacerlas tú mismo, hay mil razones para descartar la idea.
Vamos, que los fachillas no llevaban tatuajes y ahora si.
los tatuajes (hoy conocidos como “tatoos”)
Yo soy diferente, porque no tengo ninguno.
Loquillo siempre ha sido un amargado.
En el artículo, hubiera cabido mencionar explícitamente los tatuajes de los presidiarios.
Estamos en 2017, por favor. Loquillo es irrelevante.
#2 Al contrario que Erich Fromm.
Me parece una reflexión interesante, es cierto, cada vez tenemos menos que contar