Cuando uno piensa en Tokio le viene a la cabeza los rascacielos de oficinas y edificios de pisos donde las viviendas son muy pequeñas o micropisos. Pero para nada esto es el Tokio real. Ese es el Tokio del neón, que aparece en la mayoría de películas, documentales y fotografías que muestran los distritos más icónicos: Shinjuku, Shibuya, Ginza, Akihabara o Roppongi.
Son zonas de altísima densidad, llenas de rascacielos, pantallas y trenes. Es decir, el Tokio más visual y cinematográfico, pero representa menos del 10% de la metrópoli.
Los barrios donde vive la mayor parte de los tokiotas —Setagaya, Nerima, Suginami, Ota, Machida, etc.— son de baja altura y residenciales, pero no aparecen en las películas.
Tokio tiene una alta densidad de población total (unos 6.000 hab/km²), pero una densidad construida relativamente baja: pocos rascacielos residenciales, muchísimas casas de dos o tres plantas con pequeño jardín o garaje, barrios muy extensos, con calles estrechas, árboles y baja altura. Es decir, la densidad se logra por extensión y eficiencia, no por amontonamiento vertical. Nada que ver con la hiperverticalidad de Hong Kong o Shanghái.
Aunque existen microapartamentos en el centro, la media de vivienda en el área metropolitana supera los 60–70 m², y en zonas suburbanas llega a los 90–120 m². Las familias de clase media suelen preferir una casa propia de dos plantas, incluso si deben desplazarse algo más, pero no hay problema porque la mayoría de estos barrios están muy bien comunicados con transporte publico y tren. Tokio cuenta con la red de trenes de cercanías más extensa y puntual del mundo: más de 80 líneas y 2.000 estaciones con trenes cada 2–5 minutos en horas punta, ciudades-satélite (Saitama, Chiba, Yokohama, Kawasaki...) conectadas en 30–50 minutos, eso permite que millones de personas vivan en casas unifamiliares fuera del centro sin depender del coche. Por tanto, el modelo urbano combina densidad, movilidad eficiente y calidad residencial.
Desde los años 80, con el auge económico japonés, muchos medios occidentales proyectaron una imagen de Tokio como ciudad “hiperurbana y deshumanizada”. Pero era un error de lectura cultural: en Japón, las calles pequeñas y las casas compactas no implican pobreza ni caos, son un reflejo de la eficiencia espacial, la seguridad y la proximidad comunitaria.
Tokio no es una ciudad de rascacielos ni de hacinamiento, sino una metrópoli policéntrica donde la mayoría vive en casas bajas y barrios verdes, el transporte público hace posible esa dispersión y la densidad está distribuida, no concentrada.
Barrios / urbes policéntricas de Tokio:
Barrios donde se ve como la zona de oficinas y comercial forman parte del núcleo de viviendas, dando forma a una ciudad policéntrica sin necesidad de grandes desplazamientos de masas hacia unos pocos puntos en el centro o barrios centricos de la ciudad.
Otra zona entre Kawasaki y Yokohama:
Cultura del barrio residencial (jūtaku chiiki)
En Tokio, lo habitual es vivir en casas unifamiliares o pequeños bloques de 2-3 pisos en barrios con tiendas, colegios, parques y templos. No son urbanizaciones cerradas ni suburbios aislados: las calles son estrechas y tranquilas, llenas de árboles y bicicletas. Casi todos los servicios cotidianos están a menos de 10 minutos andando. Hay una identidad de barrio muy fuerte: la gente se conoce y cuida su entorno.
Tokio no creció en torno al coche, sino al tren. Las líneas ferroviarias privadas (Tokyu, Seibu, Odakyu, Keio, etc.) planificaron barrios completos alrededor de cada estación, con viviendas, tiendas, escuelas y parques. Cada estación es casi una “mini ciudad”. Así, en lugar de un centro único como Madrid, Tokio tiene decenas de núcleos autosuficientes interconectados lo que permite que mucha gente viva en su casa a 30–50 minutos del centro sin sentir aislamiento.
El sistema de zonificación japonés es mucho más flexible que el europeo: en la mayoría de zonas residenciales puedes construir tiendas, oficinas o restaurantes pequeños. Eso crea una mezcla natural de usos, sin necesidad de planificar “macrocentros comerciales” o “parques empresariales” con resultado de que los barrios viven todo el día, y nadie necesita cruzar media ciudad para trabajar o comprar pan.
Aunque Tokio tiene mucha población pero la competencia entre promotores han mantenido precios más razonables. Por eso, una familia de clase media puede comprarse una casa de dos plantas con pequeño jardín en zonas como Setagaya o Nerima, a 30 minutos del centro. En comparación, Madrid tiene precios mucho más altos y rigidez urbanística, lo que empuja a vivir hacinados en pisos.
Nerima:
Y es que Tokio no tiene un “monocentro”. Los trabajos se reparten entre Shinjuku, Shibuya, Marunouchi, Shinagawa, Ikebukuro, etc... como se ve en las imagenes. Eso evita los atascos brutales que genera el modelo madrileño de concentrar todo en el centro o en grandes polos únicos como AZCA o Las Tablas, etc.
Tokio demuestra que densidad no significa hacinamiento, y que una megaciudad puede ser humana, verde y funcional si se diseña de manera descentralizada, con transporte público eficaz, barrios autosuficientes, mezcla de usos, viviendas unifamiliares asequibles.
Tokio y, en general, muchas ciudades japonesas encarnan mucho mejor los principios de Ebenezer Howard que casi cualquier ciudad europea del siglo XX, que terminó siguiendo el modelo de Le Corbusier. Tras la Segunda Guerra Mundial, Europa necesitaba reconstruir rápido y barato. Ahí fue donde las ideas de Le Corbusier —la ciudad funcional, zonificada y vertical— se impusieron casi sin discusión.
Características del modelo europeo postbélico: Separación estricta de funciones: vivir, trabajar, comprar, ocio, grandes polígonos de viviendas y torres rodeadas de espacios verdes “sin vida”, dependencia del coche o del transporte público radial., centros históricos saturados y periferias-dormitorio sin servicios. Este modelo dio lugar a ciudades mononucleares y dependientes del centro, donde vivir en un piso se asoció a la clase trabajadora y la casa unifamiliar se convirtió en un lujo suburbano.
En cambio, Japón —que también sufrió destrucción, pero con otra cultura urbanística— no abrazó el corbusianismo puro. En lugar de reconstruir con torres y zonificación rígida, fomentó un desarrollo gradual, denso pero humano, centrado en el barrio mixto y el transporte público.
Características que lo acercan a Howard:
- Barrios residenciales de baja altura, con casas unifamiliares y jardines.
- Mezcla de usos (tiendas, escuelas, templos, restaurantes, viviendas) en la misma manzana.
- Red policéntrica, con múltiples núcleos laborales y comerciales conectados por tren.
- Prioridad al tejido vecinal, la proximidad y la vida a escala humana.
Europa adoptó el modelo que fragmentó la vida cotidiana en funciones separadas y deshumanizó las ciudades, mientras que Japón, de forma casi intuitiva, recreó la visión de Howard:
Una ciudad moderna pero vivible, donde trabajo, ocio, servicios y naturaleza se entrelazan en un equilibrio urbano sorprendentemente humano.