Ciudadanía por puntos (para todos)

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A Feijóo se le ha ocurrido puntuar la inmigración. Un sistema moderno, anglosajón, con flecos de tufillo racista con “la afinidad cultural” marca de la casa. Vamos, lo nunca visto… salvo porque ya lo vimos. En 2008, Mariano Rajoy prometió un “visado por puntos” que priorizaba titulitos, experiencia y “vínculos históricos”. Bueno, proponerlo lo propuso, pero ni con mayoría absoluta se le ocurrió implementarlo. Demasiados partidos de fútbol, me imagino.

Que nadie diga que no avisó la cultura pop: Def Con Dos ya cantaba No tengo puntos allá por 2008, ironizando con un carné por puntos… para vivir. La hemeroteca musical es cruel con las falsas primicias.

El envoltorio actual viene con nombre de acto solemne —Declaración de Murcia— y titulares sobre “trabajar donde falte mano de obra”, “conocer la cultura española” y medir la “capacidad de integración”. Lo de la cultura está por definir, pero suena a prueba de españolidad con caspa de Trivial Pursuit: tres quesitos por saber quién fue Manolo Escobar y cuatro por distinguir una caña de una doble.

Hasta aquí, la propuesta. Ahora, la mejora: si de verdad queremos que España sea “un país mejor”, hagámoslo bien. Meritocracia de verdad. Ni papeles ni prebendas: carné por puntos para todo el mundo. También los nacidos aquí. También los apellidados de toda la vida. Lo siento, pero nacer en España puntuar no puntúa. Nueva España, nuevas reglas.

Idioma. Todos al examen de castellano. El A2 de Duolingo no vale. Y ya que vamos de utilitarismo, hagamos como las cadenas hoteleras: sumemos puntos por inglés y por chino, que lo de país de servicios viene fuerte y alguien tendrá que entender al cliente cuando pregunte por la toalla adicional en divisa imperial.

Trabajo. En España se trabaja; los más currantes, más puntos. Para que no se nos ofenda nadie y dar las mismas oportunidades a Abdul que a Abascal, partimos de cero: borrón y cuenta nueva del historial laboral. Empezamos hoy. Bonus añadido: con solo anunciarlo se nos van dos millones por la puerta giratoria de la autoexpulsión voluntaria.

Calidad, no solo cantidad. No es lo mismo picar horas que aportar valor. Ingenieras, médicos, gente que arregla cosas cuando se rompen: arriba en la tabla. Políticos, tranquilos, os damos una oportunidad: reenganchaos a vuestras profesiones de origen, que para eso están los títulos, no solo las campañas. (Consejo amistoso: desempolvad los apuntes de la oposición de registrador, que igual toca volver a examinarse en igualdad de condiciones esta vez. Cosas del mercado meritocrático).

Edad y salud. Optimización pura. La experiencia suma… si llega a tiempo y no colapsa la sanidad. Paridad, normas claras y, si Ayuso ha marcado el camino haciendo “limpieza” en la Comunidad de Madrid, no seremos menos en Nueva España. Da igual tu condición física o tu edad, pero si consumes recursos sanitarios tendrás que esforzarte más en otros temas, ¿no? Quien más gasta, más méritos deberá acreditar. Ya sabéis: el Excel no entiende de batallitas del abuelo, solo de casillas.

Afinidad cultural. Esto va de la cultura del esfuerzo, así que habría que ver qué hacemos con escritores, artistas y líderes de opinión. Quizá la cultura de la nueva España ni haga falta, ¿no?

Corte y expulsión (o lo que sea). Somos 47 millones; pongamos una nota de corte holgada: 25 millones dentro, 22 fuera. ¿Expulsados? ¿Apátridas de interior? ¿Suscriptores del modo “sin ciudadanía”? Ya veremos el nombre comercial. Lo importante es el mensaje: si la selección natural sirve para los realities, ¿por qué no para el BOE? Llegados a este punto, quizá convenga llamar a Antonio Resines para que lidere a los descartados hacia el extrarradio de Nueva España, rollo Acción Mutante 2. Álex de la Iglesia, si lees esto: tienes guion.

No me llaméis nazi por este experimento de eugenesia administrativa. Primero, porque la idea no es mía. Segundo, porque la pregunta honesta es otra: ¿vamos a medir la Nueva España en humanidad o en utilidad? Los firmates en Murcia ya han opinado al respecto.

Epílogo con rúbrica. Lo de puntuar al inmigrante es un calco de modelos anglosajones (Reino Unido, Canadá, Australia), con el añadido patrio del filtro cultural. Cuando la copia ya venía con letra pequeña, nosotros le hemos añadido el microrrelato. Porque si la medida de Feijóo es “objetiva”, hagámosla coherente y universal. O admitamos que va de otra cosa.

Y ahora, lo importante: ¿yo pasaría el corte? ¿Lo pasarías tú?