El fascismo español no vive en los márgenes: se financia, se entrena y se registra legalmente. En pleno 2025, la ultraderecha ya no se disfraza de nostalgia ni se reduce a grupúsculos violentos. Tiene CIF, sedes, cuentas bancarias y hasta formularios de inscripción con preguntas sobre “tu rol en la comunidad”. Mientras los medios hablan de “jóvenes desorientados” o “revivals históricos”, lo que se consolida es una red estructurada de organizaciones racistas que operan bajo la cobertura de asociaciones “culturales” o “patrióticas”.