Más allá de que el toro sufra -como sufren muchos otros animales antes de llevarlos con gusto a nuestro plato-, lo realmente denigrante es que de ello se haga un espectáculo amparado en el "arte" y la "cultura" de un país. El auténtico daño de la tauromaquía no lo sufre el toro, sino la dignidad de la especie humana.
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Ay, los 'artistas', esa gente tan próxima al pueblo y a las realidades sociales, inmigración incluida.
Viva el buenrollismo desde el barrio residencial.