Los aficionados a la astronomía quizás seamos el colectivo más concienciado por la contaminación lumínica, un efecto colateral del alumbrado público que nos está robando la belleza del cielo nocturno. Pero el problema no es sólo que las estrellas desaparezcan, el ser humano necesita la oscuridad para su bienestar, del mismo modo que necesita la luz. Muchos seres vivos se ven afectados por las luces artificiales: pájaros que alteran sus ritmos de migración; insectos atrapados por luminarias o tortugas confundidas al salir de sus huevos. Aunque el exceso de iluminación afecta a buena parte del planeta, en algunas zonas el problema es más acuciante como podemos ver en este vídeo captado desde la Estación Espacial Internacional.
http://www.ngdc.noaa.gov/dmsp/download_iss_movies.html
Un estudio de Alejandro Sánchez de Miguel y Jaime Zamorano, del Departamento de Astrofísica y Ciencias de la Atmósfera de la Universidad Complutense de Madrid, revela que la situación en España es especialmente grave. En las imágenes de satélite y otros mapas de contaminación lumínica (CL), España aparenta no estar demasiado afectada por el problema. Se trata de un efecto de la baja densidad de población. Para eliminar este efecto buscaron un parámetro demográfico intensivo que representase mejor la contaminación lumínica real. El estudio utiliza la corrección por potencia media y pone de manifiesto la importancia de este factor no demográfico. Todo indica que España es el país de la Unión Europea más contaminante, teniendo la mayor tasa de superficie saturada en las imágenes nocturnas por superficie construida y la mayor potencia por luminaria. Los modelos indican que la gran cantidad de aerosoles y la alta potencia instalada hacen de España un lugar mucho peor para la observación astronómica de lo que debería según los estándares europeos.
El problema de la contaminación lumínica es tan grave que incluso ha merecido la portada del número de noviembre de la prestigiosa revista National Geographic, que titula “El fin de la noche – Porqué necesitamos la oscuridad”. El exceso de luz no tiene una solución fácil, aunque hay algunos motivos para la esperanza. Como dicen en National Geographic, de todos los problemas de contaminación a los que nos enfrentamos, el de la contaminación lumínica es el de más fácil solución.
Desde hace varios años la asociación Cel Fosc se dedica a concienciar a la ciudadanía sobre los efectos nocivos aparejados a una iluminación incorrecta. Se han logrado algunos éxitos recientemente: hay nuevas normativas en vigor para proteger el cielo nocturno. Hace falta que se vele por su cumplimiento pero, al menos, las administraciones han dado el primer paso. Por su parte, los fabricantes de luminarias están desarrollando sistemas como la farola Light Blossom de Philips, que adaptan el nivel de iluminación según la presencia de transeúntes.
El cielo nocturno es un patrimonio de la Humanidad y es nuestra responsabilidad protegerlo y conservarlo para futuras generaciones. Tomar conciencia de que es un problema real es el primer paso para darle una solución.
Fuente: http://www.adn.es/blog/el_astrolabio/tecnologia/20081029/POS-0025-noche-fin.html
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