Opinión | Charlie Kirk no era un activista

Llamar “activista” a Charlie Kirk es un fraude semántico que degrada el concepto de activismo hasta volverlo irreconocible.

El activismo nace para ampliar el horizonte de lo común, para conquistar derechos que aún no existen o que han sido arrebatados. El agitador, en cambio, moviliza miedos y resentimientos para encogernos el espacio público.

Kirk no generó comunidad, generó sospecha. Su “hazaña” fue convertir el campus en un campo de disciplinamiento político. Donde debería haber crítica y deliberación, él instaló listas negras y el señalamiento como método. Eso no es activismo: es agitación ideológica al servicio de un proyecto autoritario.

Nombrar no es neutro. Si aceptamos que un propagandista reaccionario es un “activista”, estamos borrando de un plumazo las luchas de quienes se jugaron la vida por abolir la esclavitud, conquistar el voto, sindicalizar fábricas o frenar la destrucción ecológica.

Vemos además cómo se despide a docentes, artistas o bomberos por haber expresado su rechazo a Kirk. Y hasta se organiza una web que recopila nombres y datos de quienes celebraron su muerte. La paradoja es brutal: quienes enarbolan la “libertad de expresión” imponen la censura más implacable cuando alguien cuestiona a sus mártires.

Dejad de llamar activista a Kirk. El lenguaje no es inocente.