Nadie daba crédito a lo que preguntaba aquel hombre chino. A través de un traductor, quería saber por qué todos los presentes llevaban mascarilla. Acababa de ser liberado por los Mossos d’Esquadra de una nave industrial en la que había permanecido encerrado a la fuerza durante un año y medio y no había oído hablar de la pandemia. Tal era el grado de aislamiento que había sufrido, él y las otras nueve víctimas esclavizadas por una organización criminal de origen chino afincada en Cataluña y dedicada a la producción y exportación de marihuana.
Comentarios
Para continuar leyendo, suscríbete al acceso de contenidos web
#1 cuando la envié se podía leer sin estar suscrito, ya autodescarté.