Arthur Cravan no pasaba desapercibido. Medía dos metros, pesaba más de cien kilos, era tan grande que “podría formar mi propia República”. Era joven, culto, vanidoso, distinguido, provocador, jovial, inquieto, pasional, independiente, bruto, sutil, grosero, lírico, inestable, fantoche, charlatán, poeta y boxeador. Cravan no pasaba desapercibido, ni quería hacerlo.
Meneo y añado una máxima pugilística: desconfía siempre, ten cuidado, con los boxeadores que tienen intacta la nariz, ese es bueno, es un técnico.
Para encumbrarle aún más sería necesario conocer si además de joven, culto, vanidoso, distinguido, provocador, jovial, inquieto, pasional, independiente, bruto, sutil, grosero, lírico, inestable, fantoche, charlatán y poeta... era zurdo.
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Meneo y añado una máxima pugilística: desconfía siempre, ten cuidado, con los boxeadores que tienen intacta la nariz, ese es bueno, es un técnico.
Para encumbrarle aún más sería necesario conocer si además de joven, culto, vanidoso, distinguido, provocador, jovial, inquieto, pasional, independiente, bruto, sutil, grosero, lírico, inestable, fantoche, charlatán y poeta... era zurdo.
Aquí se le ve haciendo pantomima, nótese la altura (Barcelona, 1916)